Dos espectáculos centrales que convocaron a gran cantidad de público convirtieron a la tarde del domingo último en un atípico y concurrido escenario para la música popular argentina. Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale reunieron a más de seis mil personas en el show que ofrecieron en el Patio Cívico del Monumento Nacional a la Bandera y el Dúo Coplanacu convocó a más de 650 amantes del folclore en el teatro El Círculo.
Un día cálido, con un apacible atardecer, colaboró con el éxito de la propuesta al aire libre con la que la Federación Universitaria de Rosario realizó una amplia convocatoria solidaria para reunir útiles escolares y alimentos destinados a los sectores más pobres de la ciudad y a las víctimas del aluvión de Cañada de Gómez, y propuso como figuras centrales del show a la exitosa dupla Vitale-Baglietto.
Canciones monumentales
Alrededor de las 18 la gente que paseaba aprovechando la soleada y calurosa tarde del domingo comenzó a converger sobre el Patio Cívico del Monumento Nacional a la Bandera. A las 19.30 se presentó Antonio Boido, un representante de la música del sur de Brasil. Con milongas y canciones típicas del folclore gaúcho que mantienen parentescos con los ritmos paraguayos y misioneros, el cantor de modulada voz redondeó una corta introducción al número principal.
El show musical que cerró el programa de alfabetización Nunca es Tarde sirvió como excusa para que Juan Carlos Baglietto y Lito Vitale regresaran a Rosario y ofrecieran un recital con sus más reconocidos temas. Justamente ese repertorio de música popular argentina que combina tangos, zambas, bagualas, huaynos y canciones urbanas contemporáneas fue el que los músicos grabaron recientemente en su álbum No olvides.
Los artistas salieron a escena ante un nutrido público en el que se detectó una mayoritaria presencia de jóvenes. Tras el anuncio de sus nombres, a las 20.20, se escucharon los primeros compases de Los mareados, en una versión lenta y trabajada del tango canción que dio comienzo al show.
Muy aplaudidos, los artistas se metieron de lleno en su repertorio que regaló algunas versiones muy logradas como la Zamba de Lozano y una enjundiosa interpretación del tema de Adrián Abonizio, Dios y el Diablo en el taller. Justamente son las composiciones de neto corte rosarino las que le permiten a Baglietto arrancar los más entusiastas aplausos de su juvenil auditorio. Mientras la noche desplegaba lentamente su manto oscuro sobre el río Paraná la música consiguió establecer una atmósfera cargada de complicidades entre el público y los artistas.
Entre las interpretaciones más festejadas por un público que descubre páginas de nuestro repertorio popular de la mano de Vitale y Baglietto, se destacaron las versiones de El choclo, Nada, La última curda, Cambalache y Pasional. Los artistas cumplen
-si es que se lo plantearon como objetivo- el rol de introductores de temas clásicos argentinos en los oídos de los más jóvenes.
Con nuevos arreglos, aunque sin apartarse demasiado de las versiones originales, Baglietto y Vitale consiguen mostrar la música con nuevos ropajes que revalorizan sus cualidades y con ello consiguen ganar nuevos auditorios.
El concierto también incluyó las conocidas Eclipse de mar, No olvides que una vez tú fuiste sol y una festejadísima versión del clásico Ese amigo del alma, de Lito Vitale.
El binomio redondeó una actuación con la que el público alcanzó picos de gran entusiasmo y adhesión. Los artistas, por su parte, no fueron ajenos a esa corriente de simpatía que bajó de las gradas del monumento y les confirmó que no marchan solos en el rumbo elegido.
Folcloristas de ahora
Mientras en el Monumento el show de Vitale y Baglietto llegaba a su clímax, en el teatro El Círculo, el dúo Coplanacu subía al escenario para ofrecer el espectáculo con el que presentaron su último disco, El encuentro.
Julio Paz y Roberto Cantos son dos santiagueños que se encuentran inscriptos en lo que podría llamarse la escuela folclórica de los 70. Los artistas plantean repertorios integrados por páginas tradicionales, creaciones de autores que nutrieron en boom folclórico de los años 60 y obras propias.
Acompañados por la violinista Andrea Leguizamón, Paz en bombo y Cantos en guitarra, desgranaron los once temas que integran su último disco grabado en vivo en Buenos Aires y no pudieron evitar los pedidos de bises que correspondieron con páginas ya consagradas de sus anteriores grabaciones.
Con un espíritu peñero que los pinta de cuerpo entero, los cantores ofrecieron sus versiones de clásicos como La olvidada y La chacarera de las piedras, de Atahualpa Yupanqui y la tan promovida zamba La resentida, de Julia Ferro.
El dúo de voces, que combina dos colores contrastantes y complementarios, es la mezcla perfecta para convertir temas muy escuchados en nuevas canciones.
Dentro de la franja tradicional del concierto se escucharon El escondido, de don Andrés Chazarreta y a modo de réplica El escondido de la alabanza, que compusieron los hermanos Simón y Carlos Carabajal. El ritmo denso y penetrante del monumental bombo de Julio Paz (con larga fama por ser uno de los más sonoros del ambiente folclórico) sirvió de sostén para la guitarra de Roberto Cantos y el violín de Andrea Leguizamón.
Con un discurso llano y carente de rebuscamientos, los artistas fueron ganando espacios a medida que el show se calentaba. El furor rítmico de las chacareras y los escondidos fue matizado con hermosas zambas como Mientras bailas y canciones como Peregrinos, ambas de Roberto Cantos.
Uno de los mejores temas que ofrece Coplanacu es una chacarera de Marcelo Mitre, Camino a telares, que desnuda los sentimientos nostalgiosos que los santiagueños llevan a flor de piel, como un estigma que muestra y contagia.
El espectáculo con alma de sobremesa se completó con Casamiento de negros, una graciosa cueca de Violeta Parra; Rubia Moreno, la tradicional zamba de Cristóforo Juárez y Agustín Carabajal, que se juntaron con la Zamba del carnaval, del Cuchi Leguizamón, Corazón de lechiguana, de Marcelo Ferreyra y Onofre Paz y Los árboles cantores, un candombe de Roberto Cantos.
Con arreglos personales y oportunos estos dos cantores que conocen el folclore de raíz no temen a las innovaciones y consiguieron redondear un estilo que une los gustos de los amantes de lo tradicional con las preferencias de los más jóvenes, que se suman a los nuevos vientos que soplan en la música popular argentina.