A Sebastián Lucas Drincovich, un agricultor rosarino radicado en Chubut, lo apuñaló hace exactamente tres meses un reconocido productor del lugar. Al poco tiempo el homicida fue excarcelado porque, para un juez, actuó con exceso en la legítima defensa. Luego el esfuerzo de los Drincovich logró revertir, de a poco, el desinterés inicial del pueblo por el caso. Y al apoyo de los vecinos se sumó la aparición de un testigo ocasional cuyo testimonio fue decisivo para imprimir un giro radical en la causa: ahora el mismo juez procesó al asesino por homicidio simple y ordenó su detención.
Drincovich era un técnico agrónomo rosarino graduado en Casilda. Vivía desde hacía ocho años en la zona de chacras de Gaiman -una localidad de Chubut- junto a su mujer, Liliana Teidons, una ingeniera agrónoma rosarina de 36 años. Tenían dos hijos: Boris, de 4 y Estefanía, de 3, y trabajaban juntos en su próspera granja de cultivo de flores secas para el turismo.
La tarde del 26 de agosto pasado el agricultor discutió con un vecino porque éste -como otras veces- descargó abono de gallina frente a su chacra, lo que provocaba que el lugar se llenara de moscas y mal olor. La práctica había sido sancionada por la Dirección de Bromatología municipal. Por eso, al ver el camión esparciendo guano, Sebastián se dirigió hacia el conductor para pedirle que no lo hiciera. En eso llegó su vecino, Romano Bozzini, de 39 años, a bordo de una pick up y junto a su hijo de 13. Sin bajarse del vehículo le asestó a Drincovich una puñalada de 12 centímetros en el corazón.
El primer fallo
Pese a que el agricultor estaba desarmado, el homicida alegó que había sido atacado y que lo mató para defenderse. Esa versión fue desmentida por todas las personas que presenciaron el hecho: la mujer de Drincovich y sus hijos, que observaron el cuadro desde la ventana de su casa, y el camionero. Este reconoció que no hubo disputa previa al crimen, pero dijo que en el momento del hecho se encontraba enganchando el acoplado y que el motor estaba encendido. En definitiva, refirió que no pudo ver ni oír nada.
Según los testigos, el chacarero tuvo reacciones adversas. Qué cagada me mandé, exclamó antes de ser detenido. Luego, en la comisaría, intentó autoagredirse: Se tomaba de la camisa, se la rompía, se golpeaba la cabeza contra la pared, los brazos y los puños, consta en las actuaciones policiales.
Aún así el asesino no tenía signos de violencia física, pero el juez de Instrucción Nº 3 de Trelew, Jorge Pfleger, dio crédito a la versión del acusado y lo liberó, tras procesarlo por homicidio atenuado por exceso en la legítima defensa. Una figura que acaba de cambiar por la de homicidio simple, que no es excarcelable. Antes, la defensa había apelado el primer fallo, pero la Cámara Penal no hizo lugar al pedido.
Adhesión de los vecinos
Antes de que el magistrado imprimiera ese rotundo giro en la causa, todo el pueblo cambiaría de actitud. Al principio, los vecinos de Gaiman no atendieron a los reclamos de Justicia de los familiares. Es que el asesino es miembro de una familia tradicional del lugar y creyeron su versión.
Tras el crimen, Liliana, la mujer del agricultor, regresó a Rosario con sus hijos para no enfrentarse todos los días con el rostro del asesino a metros de su casa. Pero descubrió que no iba a cambiar nada si seguía estando lejos.
Un testimonio clave
Volvió a radicarse en Gaiman y de a poco los vecinos se sumaron a su causa. Publicaron cartas de apoyo en los diarios locales y los comercios de la ciudad se a llenaron de afiches con la foto de Sebastián y sus hijos. Romano Bozzini mató a nuestro papá, dice el mensaje. Los diarios locales se hicieron eco del caso, y un testigo clave se animó a hablar.
Había adelgazado 10 kilos, ya no podía dormir por el cargo de conciencia. Hasta ahora no había querido hablar porque los familiares se habían ido del pueblo, contó María Inés, la hermana de Sebastián, al referirse al testigo que se atrevió a declarar cuando Liliana volvió a Gaiman.
Se trata de Carli Texeira -un humilde agricultor descendiente de portugueses- quien le contó al juez que desde su camioneta presenció la escena del crimen. Dijo que la víctima no ejerció violencia alguna sobre el agresor, que Bozzini esperó a Sebastián con la puerta abierta y una mano al costado del cuerpo y que el camionero no estaba detrás del acoplado sino que observó el hecho desde la cabina del vehículo.
El relato, coincidente con el de Liliana, se corroboró durante la reconstrucción de los hechos. Así, el juez Pfleger revocó su propia resolución y procesó finalmente al productor agropecuario por homicidio simple. Bozzini fue detenido anteayer y permanecía alojado en la comisaría de Gaiman, tras prestar declaración por seis horas. El fallo aún no fue apelado. Si la Cámara Penal lo confirma, el caso iría a juicio oral el año próximo.
Los familiares de Sebastián sienten que el esfuerzo valió la pena, pero no encuentran explicación para un crimen que tachan de absurdo. Esteban, su papá, está desconsolado: Viente días antes de su muerte estuvimos en la chacra de Gaiman con mi esposa. Durante 15 días le tomé muchas fotos a Sebastián. El se reía y me decía: «Papá ¿porqué me sacás tantas fotos?». No supe qué contestarle. Le estaba sacando las últimas fotos de su vida.