Silvina Dezorzi
El hecho de que, salvo excepciones, la televisión exhiba un tipo de sujeto: hombre, blanco, con la instrucción media porteña y que vive a 20 cuadras de la Casa Rosada, es altamente ofensivo aun para mí que vivo en Buenos Aires, admite Silvia Delfino, investigadora y docente de comunicación y estudios culturales en varias universidades del país, entre ellas la UBA y la de Rosario. Esa percepción la lleva a concluir que en la TV argentina se toleran niveles importantes de discriminación y exhibición ofensiva. La especialista también señala que existe una marcada incapacidad de los medios porteños, incluido Canal 7, que es oficial, para actuar como verdaderamente federales. Sin embargo, cifra expectativas en la capacidad alternativa de la escuela, los medios locales, el club y la fiesta, como instancias de afirmación de las culturas regionales. Los medios no son la Argentina, y eso es lo más interesante que tiene la cultura política nacional. -¿Por qué un medio de comunicación federal por definición, como el Canal 7, parece tener como interlocutores exclusivos a los porteños? -Culturalmente eso en la Argentina atraviesa distintos momentos y tiene que ver con poder pensar a la Nación focalizada en un territorio. La relación entre Nación y territorio no es algo dado: es activa, viva, de experiencia. Los que pensamos que el país está compuesto por ciudades y sujetos activos en diferentes regiones vemos como algo interesante al malestar por el centralismo que existe en el interior porque se vincula con la historia de la cultura política en la Argentina. El hecho de que, con excepciones, acá se exhiba sólo un tipo de sujeto: hombre, blanco, con una instrucción media porteña y que vive a 20 cuadras de la Casa Rosada, es altamente ofensivo. Aun para mí, que vivo en Buenos Aires. Además de advertir la incapacidad de los medios en Buenos Aires para erigirse como medios federales -lo que habla en realidad de su incapacidad para producir proyectos y gestión cultural- me parece interesante que eso se diga en otros lugares, como la escuela, los medios de comunicación locales, el club, la fiesta... -¿Qué es lo que se dice allí? -Los medios no son la Argentina, y eso es lo más interesante que tiene la cultura política nacional. En el siglo XIX esto aparecía en la imposibilidad de tener un congreso constituyente que de una vez por todas le diera una Constitución a la totalidad del país, al punto de que se hicieron al menos cinco. Se trataba de pasar de la patria pequeña de cada uno a la patria más amplia, que nos incluyera a todos. Yo analizo esto en mis investigaciones a partir del lugar que tienen los enunciados singulares de las provincias y de las ciudades en los congresos constituyentes. Que Canal 7 les hable sólo a los porteños denota básicamente la incapacidad de los que hacen esos programas, no habla de la cultura del país. -Pero esto no es una característica exclusiva de los medios. Por ejemplo, ¿por qué los museos nacionales tienen su sede en Buenos Aires? -A la vez yo podría decir que los museos nacionales tiene un presupuesto vergonzoso para cubrir la totalidad del país. Este problema alude a cómo se imagina el país desde la gestión cultural. Porque el hecho de que los museos nacionales estén en la ciudad de Buenos Aires no quiere decir que estén bien: están empobrecidos y con un recorte presupuestario atroz. Recién ahora se está empezando a imaginar una gestión cultural que abarque el país. -¿Cree que ese cambio se está dando con este gobierno? -Creo que hay algunos sujetos, y también en el interior, que están cambiando. Por ejemplo, la gestión de Ricardo Manetti, que supo llevar a la mayoría de las provincias el festival de cine independiente de Buenos Aires. -Pero aparte de trasladar una producción hecha en Buenos Aires, el problema pasa por ver dónde se produce... -En este caso se trata de cine internacional. El problema es ver por dónde entra la cultura internacional a la Argentina. Y ahí es cierto: el país no termina en Buenos Aires, sino a veinte cuadras de la Casa Rosada. -No sólo hay que ver por dónde entran los productos culturales, sino de dónde salen. -Hay otro programa en la Ciudad de Buenos Aires, que se llama Buenos Aires Música, donde justamente la cuestión no es la música porteña, sino la música de toda la Nación escuchada en Buenos Aires. En ese programa aparece toda la cultura argentina. A mí me parece que el conflicto del diseño del país no pasa por cuestionar a Buenos Aires como ciudad, sino por cómo se piensan las políticas culturales en el país. Desde mi experiencia, la Argentina es todas las ciudades donde hay cultura diferenciada, algo que conozco porque de lo contrario no podría enseñar teoría de la comunicación y de la cultura. Cada región es completamente diferente y creo que ahora hay que transformar este reconocimiento en un reclamo político: pasar de la percepción a la producción de luchas culturales. -¿Ve surgir ese tipo de demandas? -Sí, en el sistema educativo argentino hay reclamos fuertísimos de este tipo. Por eso digo que es otro discurso el que aparece en la escuela, en la fiesta, en el club y en el medio local. -En Argentina, hablar de federalismo implica hablar de descentralización. En ese proceso, ¿el Estado juega un papel protagónico? -Tiene responsabilidad porque el Estado es nacional en la medida que atienda la producción de posibilidades de todos los sujetos que lo componen, por eso el Estado-Nación no pierde vigencia por los procesos de globalización. La globalización es económica y es tecnológica, pero culturalmente se sigue produciendo experiencia y sentido en términos locales. No sólo hay que garantizar la capacidad de recepción de los sujetos, sino también la capacidad de producción.
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