Salta (enviado especial).- Uno de los espacios de la fiesta que mayores comentarios recibió fue el de desmontaje teatrales. En esa experiencia, que aborda las obras desde la visión de un director, la presentación del cordobés Paco Giménez fue una de las más esperadas. Razones había, ya que Giménez es uno de los teatristas del interior más reconocidos, y dirige desde hace 15 años el prestigioso grupo La Cochera.
Aunque el director reniegue de haber generado una suerte de marca registrada y asegure que no quiere tener discípulos, decir Paco Giménez es hablar del teatro cordobés. La Cochera representó a Córdoba en más de 20 festivales nacionales e internacionales, como Brasil, Turín, Madrid, La Habana y en los internacionales de Córdoba. La crítica iberoamericana nominó al elenco para diferentes premios y es miembro de la Red de Promotores Culturales de Latinoamérica y el Caribe.
La Cochera tiene tres etapas: una de gran auge y de compenetración con las circunstancias de los años 80 y el principio de la democracia, luego hay una separación, porque lo que fueron virtudes en esa época empezaron a ser vicios en los 90, como la modalidad de trabajar, difundir, el proceso de la creación, las ideas de organización y producción, dijo Paco Giménez para sintetizar una década y media de trabajo.
Uno de los ejes de la charla con Giménez pasó por la importancia que él le adjudica al texto en sus obras: En los montajes de mis obras creo que el texto es un ingrediente más porque, como material importante, nos trae muchas complicaciones. Yo no lo sé manejar bien ya que no lo estudié, ya que hice mi carrera universitaria en una época en que la formación académica fue muy mala. Entonces me las arreglé para hacer un teatro donde la palabra fuera algo más dentro del espectáculo. De todas maneras le tengo mucho respeto y temor al texto, justamente porque no lo manejo, admitió.
Después de semejante declaración, queda claro que para Giménez lo central está en otra parte. El lugar preponderante lo tiene el actor: el histrionismo y sus habilidades, y si le da para hablar, hace lo que puede, lo que decide y como puede. Pero todo eso que hace admirable a un actor, por como sabe manejar el texto no lo tenemos, pero por supuesto que también hay algo de eso por la singularidad de cada actor. De todas maneras, el primer objetivo que nos planteamos ante un trabajo es que sea picante para todos, y fundamentalmente, que aparentemente sea imposible hacerlo, confesó.
El director cordobés aseguró que no le interesa identificarse con ningún estilo determinado y que prefiere la sorpresa: No sigo ninguna tendencia, quizás por eso de la contemporaneidad, que determina que uno hace algo y otro también sin haberse puesto de acuerdo. No quiero que lo que hago se parezca a nada, no tengo ninguna línea que me guste. No quiero parecerme ni siquiera a aquella cosa que me gusta, porque si en el arte no existe la sorpresa, la singularidad ¿para qué es? Tampoco me interesa reproducir el mundo en sus modalidades, ni la vida cotidiana, ni lo problemas de la vida cotidiana. Ya es demasiado con que sucedan como para todavía repetirlos en el teatro, aseguró.
El horror del público
En cuanto a la recepción del trabajo por parte del público, Giménez aseguró que el impacto es una experiencia exclusiva del espectador: El público es importante, pero depende de dónde uno esté situado. En un teatro independiente como el nuestro, tan egocéntrico y personal, lo que importa no es el público. Importamos nosotros y después regalamos nuestro producto al público sabiendo que se puede horrorizar, conmover o regocijar. Eso es interesante porque no siempre tiene que ser un servicio ni debemos hacer las cosas según los gustos populares. Para eso están los que viven de eso a cambio de conceder al gusto de los demás y recibir una paga. Acá no se recibe nada y por lo menos uno tiene el disfrute de hacer lo que tiene ganas, señaló.
A pesar del sello que Giménez le imprime a sus puestas, aseguró que no creó una marca: No creo que La Cochera sea una marca, pero hay gente que sin querer siente la marca que les deja el grupo o que les dejé yo por un taller. No me gusta tener discípulos, no me interesa nada de eso, y no me quiero hacer cargo de esa parte porque no es mi propósito. Se trata de impulsar, pero no de hacer escuela, concluyó el artista.