Ahí hubo un régimen nazi, dispara un empleado de la obra social de los jubilados. Aprietes, amenazas, presiones a los trabajadores y toda suerte de condicionamientos a las autoridades designadas para ejercer la intervención fueron moneda corriente en el Pami Rosario para resguardar la gran cuota de poder que desde hacía dos años estaba en manos de los tres gremios integrantes de la conducción de los policlínicos: ATE, UTI y UPCN. A casi cinco meses de la asunción del triunvirato que encabeza la nueva gestión, muchos aseguran que el manejo de poder de los sindicatos sigue casi intacto. Tanto es así que desde el mismo Instituto no faltan quienes confiesan que las nuevas autoridades están durmiendo con una yarará. Y ya se sabe. ¿Qué pasa cuando te despertás? Estás todo picado, dicen.
Más allá de esta apreciación, una auditoría de la Sindicatura General de la Nación (Sigén) detectó que la comisión que controlaba la administración de los policlínicos -integrada por representantes sindicales- era deficiente y no confiable, por ejemplo en los procesos de compra y contrataciones, en el manejo de personal y en el inventario de bienes muebles y de consumo. Pese a las imputaciones la estructura administrativa sigue siendo la misma: ¿cómo avanzaron los resultados de la auditoría en la Justicia?, ¿dónde están los sumarios o sanciones internas?, se desliza en voz baja en el Pami. Sin embargo nadie quiere hablar. ¿Por qué? Porque el que aparece denunciando está muerto.
Negociación de impunidades
Para muchos la gobernabilidad del Pami se basa hoy en un acuerdo entre la intervención y los gremios a nivel nacional. Todo nace de una negociación del Pami central con los sindicatos en Buenos Aires, donde se negociaron algunas impunidades, razonó una alta fuente del Instituto.
Según este razonamiento, el último moño del paquete fue la puesta en funcionamiento, el 18 de octubre pasado, del Comité de Evaluación Institucional en Rosario, donde participan tres representantes sindicales: Amílcar Orieta (UPCN), Raúl Praino (ATE) y Ricardo García (UTI), que fueron curiosamente las mismas personas que integraron el cuestionado Comité de Control de Gestión durante la administración anterior. No nos caímos, nos agachamos para tomar envión, rezaba un sugestivo panfleto distribuido por los sindicatos en la redesignación.
Sin embargo, la versión oficial es diferente. En la Uppri (la entidad que gerencia los policlínicos) todo el manejo administrativo, contable y financiero lo tiene la intervención; después ese comité evaluará y los gremios fijarán su posición, pero no tienen ninguna incidencia fáctica en las decisiones a tomar, afirmó uno de los interventores de la Delegación IX y miembro del mencionado comité, Julio Genesini. Si la representación elegida por los gremios no es la adecuada, es un cargo que habría que hacerles a las conducciones nacionales de los sindicatos, agregó.
Esa no parecía ser, hasta hace poco tiempo, la percepción de otro de los máximos responsables en el Pami local. Me gustaría tener más libertad para decidir y no estar tan condicionado, admitió hace tres meses el director de la Uppri, Luis Fernández Risso, quien también reconoció que en la propia resolución de la intervención ya había quedado planteado que no podría tocarse a ningún jefe de área o personal jerárquico. Y ocurre que, justamente, otra de las denuncias que se escucharon una y otra vez por los pasillos de Pami es que los ingresos y ascensos eran digitados por los sindicatos.
Palos en la rueda
En esta certeza se basa la afirmación de que la estructura administrativa sigue siendo la misma y que, si bien los gremios han visto recortado su poder de decisión, cuentan aún con el peso suficiente como para poner palos en la rueda a la intervención. Los conflictos ya no suceden puertas afuera, sino que están canalizados puertas adentro. No hay licitación que se ponga en marcha que no sea objetada y circulan amenazas, a las que no se da mayor trascendencia, de que van a hacer caer el sistema informático, confió una fuente que no quiso identificarse en el Instituto.
La reserva de la fuente no es casual. El que aparece denunciando está muerto, resumió. Para muestra basta un botón. El grupo de profesionales del Policlínico Pami II que el 18 de junio pasado realizó una denuncia pública en La Capital sobre la existencia de una patota sindical al frente del centro asistencial sufrió represalias: se les abrieron sumarios internos. Hoy, uno de los damnificados afirma que el poder sindical sigue siendo exactamente el mismo, aunque no se haga público.
Son tigres de papel, que se hacen los machos y son patoteros con el pobre trabajador que les debe el laburo y por eso lo aprietan de la forma más espantosa, porque ahí (en los policlínicos) hubo un régimen nazi, confesó un empleado del Pami local.
Pese al temor a los aprietes, existen voces dispuestas a contar cómo son las cosas. Además de la denuncia anterior, también se atrevieron a desafiar al poder gremial un grupo de empleados que se autodenominó el personal decente, trabajador y asqueado del Pami Rosario y, por estos días, una agrupación independiente que da en llamarse Por un Pami mejor.
Un volante reciente distribuido por esta agrupación pasa revista al acuerdo firmado en el 98 por los gremios con el ex titular del Pami Víctor Alderete, hoy en prisión, para la creación de la unidad descentralizada de conducción de los policlínicos de Rosario.
El sindicato como herramienta
Aunque desde entonces corrió mucha agua bajo el puente, el escrito denuncia: Las nuevas autoridades, que al asumir habían destituido a todo lo que tuviese que ver con la gestión Alderete, volvieron a ceder a la presión de estos delincuentes, que utilizan los sindicatos como herramientas, y los colocaron a cargo del nuevo Comité de Evaluación Institucional.
La confrontación en su momento también alcanzó a los afiliados de la Asociación de Médicos de la República Argentina (Amra). Cuando el 10 y 11 de septiembre pasados el gremio fue a elecciones para designar delegados en los policlínicos del Pami se encontró con una férrea oposición de ATE, UTI y UPCN. De la presión se pasó lisa y llanamente a las amenazas para evitar que los médicos votaran y hasta al retiro de una urna y documentación.
Sin embargo, ahora es el tiempo de la convivencia. Según explicó el representante de Amra Ricardo Allegretti, se está en una situación de equilibrio y las presiones han disminuido. Después de esas apretadas y de que se legalizó nuestra presencia en los policlínicos, la cosa está calma porque no les disputamos conducción, dijo.