Año CXXXIV
 Nº 48949
Rosario,
sábado  25 de
noviembre de 2000
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La policía se movilizó 24 horas para sofocar una secuencia de robos a comercios
Un día de desbordes y represión
Con Itakas y lanzagases, decenas de patrullas dispersaron a delincuentes marginales que intentaron asaltos masivos en las zonas sur y oeste. Hubo 3 policías baleados. Para el gobierno fueron hechos ajenos al paro

Producción periodística: Eduardo Caniglia, Osvaldo Aguirre, Lucas Ameriso,

Ayer a la tarde la zona de Grandoli al 3700 adoptó la fisonomía de un campo de batalla. El intento de un grupo de personas de robar en una casa de deportes derivó en un cruento enfrentamiento cuando intervino la policía, que dispersó con munición antidisturbios y gases lacrimógenos a quienes quisieron cometer el robo. Estos, a su vez, replicaron a pedradas y algunos utilizaron armas de fuego, con las que hirieron a dos uniformados. Antes de este hecho, a partir de la madrugada, se había registrado una secuencia de delitos menores en comercios cerrados. El más serio fue en el depósito de un hipermercado Tigre, donde un centenar de personas, pretendió apoderarse de mercadería. Pese a que la policía impidió que ingresaran, se desató una refriega a tiro limpio en la que resultó herido el jefe de la comisaría 16ª.
La tensión de la tarde tuvo otro capítulo violento a partir de una concentración frente a un supermercado de Seguí y Felipe Moré de más de cien personas, que fueron cercada por una decena de patrullas y finalmente dispersadas luego de dos cargas policiales. El saldo a final del día fue tres hombres de la Unidad Regional II heridos de bala y la impresión de que si los desbordes no tuvieron efectos más graves fue porque la policía se anticipó y lo impidió. Cinco personas, una visiblemente muy malherida, fueron detenidas.

El desbande de barrio Tablada
Por las continuas ráfagas de disparos y la cantidad de personas que involucró, el hecho más cruento fue el de la zona sur. En la zona de Abanderado Grandoli al 3700 la policía se trenzó en un combate abierto con los vecinos de una villa. Según una alta fuente de la Jefatura, los incidentes fueron el desenlace de un intento de asalto a un comercio y se iniciaron cuando un grupo de habitantes del asentamiento precario abrieron fuego contra los policías para facilitar el escape de los ladrones, lo que obligó a los efectivos a reprimir a los presuntos agresores. Sin embargo, algunos vecinos de la villa negaron esta versión: aseguraron que no tenían vinculación con el ilícito y que solamente habían acudido a un supermercado a reclamar bolsones de comida. En la refriega resultaron heridos dos policías y cinco personas fueron detenidas.
Según señaló el subjefe de la Unidad Regional II, comisario inspector Roberto Roldán, todo se inició cerca de las 14.30. A esa hora un grupo de personas de la villa Manuelita cortaron el tránsito a la altura de la calle Spiro, quemaron cubiertas y desde allí se dirigieron a la casa de deportes Beltrami de Grandoli al 3700. Allí forzaron la persiana con la intención de saquear el comercio, pero cuando estaban en eso patrullas de la Guardia de Infantería los sorprendieron.
Entonces, los saqueadores abandonaron corriendo el lugar en medio de una lluvia de piedras, que tiraban habitantes de la villa, según la versión policial, para cubrir el escape de los ladrones. Allí sobrevino la mayor tensión: se escucharon estampidos de armas de fuego desde del interior del asentamiento. Algunos testigos indicaron que al menos dos hombres aparecieron detrás de un tanque de agua en desuso ubicado a la altura de Grandoli al 3700 y abrieron fuego contra los agentes. En la balacera resultó baleado en un glúteo el oficial Guillermo Morgan, secretario privado de Roldán, con una bala de pistola 9 milímetros. También el cabo 1º Rubén Juárez, del destacamento 24ª.
A las tres y media de la tarde, la calle Grandoli entre 24 de Septiembre y Presidente Quintana parecía una ciudad sitiada. Policías apostados en las esquinas con sus escopetas apuntando hacia la villa, detonaciones, gritos de desesperación y un ambiente enrarecido por los gases lacrimógenos que unos minutos antes la policía había disparado contra los vecinos de la zona definían el paisaje.
Mientras esto ocurría, dos mujeres gritaban frente a los micrófonos de los medios: Robamos porque no tenemos para comer porque no estamos cobrando los cien pesos que nos daba el gobierno. Los disparos no cesaban y los cronistas corrían detrás de un grupo de policías que habían ingresado a las casas precarias situadas sobre la calle Spiro.
Poco después, los agentes traían a un muchacho con el rostro ensangrentado. Se trataba de Marcelo Salinas, que fue fue introducido en un móvil policial y trasladado a un centro asistencial. Los parientes del joven, exaltados, se abalanzaron sobre los uniformados, que respondieron con bastonazos para dispersarlos.
Los familiares de Salinas se quejaban de que el muchacho había sido golpeado con brutalidad por la policía. Mi primo estaba tomando mate cuando entraron los milicos. Le tiraron un balazo de goma en el pecho y le dieron un culatazo en la cabeza, decía una mujer llorando, que, sin embargo, reconoció que el muchacho se había apoderado de unas zapatillas en la casa de deportes Beltrami.



Grandoli al 3700 fue escenario de refriegas.
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