Cañada de Gómez. - Le vamos a hacer un monumento a este eucalipto, decía llamativamente contento Juan Ramón Alonso, mientras disfrutaba con su familia de un asado junto al arroyo que menos de 48 horas antes casi le arrebata a sus hijos y nietos. Perdimos todo lo que teníamos, pero lo importante es que estamos vivos y todo gracias a que nos trepamos al árbol. Eramos ocho ahí arriba mientras veíamos pasar autos, vacas, caballos, heladeras y todo lo que se pueda imaginar, contó Alonso mientras observaba un Renault 18 que había quedado estacionado en el patio de su casa luego que bajó el agua. Cuando vimos que se venía la creciente, mi hermana con los chiquitos intentaron salir pero sólo llegaron a la esquina. Como pudieron se subieron a un cartel y nosotros llegamos al árbol. A medida que subía el agua se iban soltando de a uno y nosotros los esperábamos en el eucalipto. Si se nos escapaba alguno no lo hubiéramos encontrado más, explicó para agregar que si nos agarraba durmiendo moríamos todos y hoy estarían apilando cadáveres. Una hija suya contaba, con la lógica angustia de saber que estuvo a punto de morir en las aguas, cómo se aferró al árbol junto a su bebé de un mes y medio, donde permaneció varias horas. Fue algo terrible, por un momento pensé que al árbol también se lo llevaba el agua. La desesperación de oir a mi tía que estuvo aferrada a un poste de teléfono desde las siete de la tarde hasta las 11 de la noche, señaló. Mientras La Capital registraba lo que los adultos narraban, un niño de no más de tres años que había estado la tarde-noche del miércoles arriba del eucalipto tironeaba el pantalón de este cronista para decir: Hombre, hombre, yo tenía miedo porque venía el agua, provocando la risa de la familia que festejó la ocurrencia del niño, ya que él también quería dejar su impresión sobre lo vivido. Otro miembro de la familia narró cómo se escuchaban los gritos de los vecinos. Pedidos de auxilio, ayes de dolor y llantos se mezclaban con el ruido del agua que arrastraba todo. Ayer cuando se reencontraban lloraban todos de contentos porque están vivos, sintetizó. Alonso no olvidará nunca la tarde-noche del 22 de noviembre. Tampoco olvidará el mediodía del 24, cuando con su familia, asado de por medio, homenajeó al eucalipto que está junto al arroyo Cañada de Gómez, ese mismo que casi se lleva a toda su familia.
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