Año CXXXIV
 Nº 48.947
Rosario,
jueves  23 de
noviembre de 2000
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La huelga. Desocupados cortaron ayer un puente en la capital provincial
El humo de los piquetes y los gases de la represión sacudieron a Santa Fe
Hubo caos vehicular, dos rehenes, heridos y más de 60 detenidos. Exigían puestos de trabajo y el pago de una deuda

Carlos Roberto Morán

Con gases lacrimógenos, perros y bastonazos, la policía desalojó ayer a la tarde el viaducto Oroño, en Santa Fe, que piqueteros mantuvieron cortado por más de seis horas en demanda de planes laborales. Los desocupados mantuvieron como rehenes a dos funcionarias que trataron inútilmente de intermediar. La policía informó que once efectivos sufrieron heridas de distinta consideración y que alrededor de sesenta detenidos quedaron a disposición de la Justicia federal.
En lo que va del año, es la segunda vez que piqueteros cortan el puente ubicado sobre la laguna Setúbal, que conecta con la ruta nacional 168 que lleva al túnel subfluvial. Los cerca de cien desocupados que reclamaban por planes de trabajo presuntamente comprometidos por la Municipalidad santafesina extendieron la medida entre las 9.25 y las 15.25, momento en que la policía inició el desalojo del lugar. A esa hora la fila de vehículos varados (especialmente en el lado este) se extendía varios kilómetros.
El corte se inició con la ya clásica quema de cubierta por parte de unos 50 piqueteros del barrios Santa Rosa de Lima, a los que luego se sumaron unos veinte vecinos de Alto Verde. En los momentos de mayor tensión fueron cerca de cien los manifestantes. Uno de los grupos fue liderado por un dirigente de apellido Dávalos, quien encabezó diversos reclamos frente a la Casa Gris, incluso con la instalación de carpas, para exigir puestos de trabajo.
Dos funcionarias, Amalia López Rosas, gerenta de Empleo de la delegación Santa Fe del Ministerio de Trabajo, y Alejandrina Gómez Lassaga, secretaria de Promoción Comunitaria de la municipalidad capitalina, que intentaron intermediar en el conflicto fueron retenidas en el lugar en calidad de rehenes. Los piqueteros exigían la presencia del intendente Marcelo Alvarez y de su secretario de Gobierno, Juan José Maspons, a quienes acusaban de no haber cumplido la promesa de proporcionarles empleo, además de reclamarles una suma fija que se les adeudaría.
Mientras esto sucedía, la policía iba tomando posición en la zona. En primer término lo hicieron efectivos de la seccional 3ª, al mando de su titular, el comisario Mario Negri, quienes comenzaron a separar a los piqueteros de los ya irritados conductores de los vehículos detenidos. Luego llegaron integrantes de la Guardia de Infantería, que provistos de cascos, escudos y armas largas, se ubicaron inicialmente lejos del sector donde se registraba la protesta.
Durante horas los piqueteros exigieron infructuosamente la presencia del intendente y de su secretario de Gobierno y el inmediato pago de una deuda que -sostenían- alcanzaba los 5.800 pesos. Ante la negativa a sus demandas, los ánimos se fueron encrespando con el correr de las horas, al igual el de los cientos de automovilista y camioneros que esperaban a la vera de la ruta, en una jornada de mucho calor.
El gobernador Carlos Reutemann, en declaraciones que formuló ayer por la mañana en Santa Fe, sostuvo que con esa acción se estaba extorsionando a las autoridades, pero que pese a ello y aun comprendiendo las protestas de todos quienes estaban afectados por tan drástica medida, se negaba a hacer desalojar el puente porque de lo contrario y de inmediato me van a calificar de represor.
Como la situación tendía no sólo a prolongarse, sino a agravarse por la paralización del tránsito, el juez federal subrogante Eduardo Tejerina dispuso el desalojo del viaducto pasadas las 14.30. En el lugar esperaban órdenes más de doscientos policías, incluyendo efectivos de la sección perros. Luego de una serie de intimaciones, el comisario mayor José Storani, subjefe de la policía provincial, acompañado por el titular de la Unidad Regional I, comisario mayor Alberto Ferrero, ordenó el desalojo del puente, por entonces envuelto en una densa humareda negra.
Si bien la operación se realizó de manera rápida, lo cierto es que las refriegas fueron múltiples y no pocos policías y piqueteros resultaron con heridas, felizmente leves en todos los casos. Los enfrentamientos y las corridas se multiplicaron a lo largo del puente y en sus cercanías. Mientras la policía reprimía con gases lacrimógenos, bastonazos y perros, los piqueteros replicaban arrojando ladrillos y piedras, así como botellazos y hasta algunos cócteles Molotov.
Pero también camioneros, pasajeros de colectivos y automovilistas sufrieron las consecuencias de estos hechos. Hubo parabrisas rotos y vehículos golpeados cuando los manifestantes comenzaron a manifestarse por la costanera este, un obrador y hasta el barrio El Pozo, ubicado a unos dos kilómetros del viaducto.
Pasadas las 15.30 la circulación en el puente comenzó a normalizarse, mientras continuaban pasando ambulancias y móviles policiales con sus sirenas encendidas y el viaducto presentaba las marcas causadas por la verdadera batalla campal que allí se terminaba de librar.



Los manifestantes habían cortado un puente.
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