No me voy a dejar ganar por la enfermedad, dijo Patricia, consciente de que padece cáncer de ganglios. Tiene 19 años y una fuerza de voluntad envidiable. Confía en que un trasplante de médula ósea pueda salvarla, pero su familia no puede afrontar los 60 mil dólares que cuesta la intervención. En su casa (son seis) nadie tiene obra social, por eso su padre, después de buscar por cielo y tierra, se presentó en la Justicia para reclamar recursos por parte del Estado.
El derrotero de Patricia empezó hace casi un año, en diciembre de 1999, cuando le diagnosticaron linfoma de Hodgkin (cáncer nodular). La enfermedad fue descubierta en una radiografía que debió tomarse para acceder a la carrera de profesorado en educación física.
No sabía bien qué tenía, contó a La Capital en el comedor de su casa del barrio Fonavi de Rodríguez al 2800. Faltaban horas para su graduación del colegio secundario Urquiza. Hasta ese momento jamás había notado que alrededor de su cuello y en el pecho tenía ganglios, pero después se convirtieron en una obsesión. Al principio, No quería ir a la fiesta, relató. Los médicos ya habían detectado en la biopsia que se trataba de un cáncer maligno.
Nadie le dijo la verdad hasta el lunes inmediato a la despedida. Su hermana se animó ese día y, desde entonces, todo cambió. Empecé con quimioterapia, estudios, cuidados especiales, dijo sin reparos. En total fueron seis sesiones de tratamiento hasta mitad de año (por parte de la Municipalidad). En la quinta, tuvo una recaída y el médico del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez, Sergio Ciarlo, decidió suspender la terapia. Fue cuando descubrieron que el mal es refractario: los nódulos reaparecían.
El avance es rapidísimo, por eso hay que estar controlándose siempre, contó como si hablara de algo ajeno. Patricia cambió de tratamiento y surgió la posibilidad del autotrasplante de médula. Por eso se realizó la criopreservación de células, que es el paso previo a la intervención.
En julio último, la familia envió notas al Centro Unico de Ablación e Implante de Organos (Cudaio) con el objetivo de solicitar un subsidio, pero había que esperar, dijo. Alguien se tiene que ganar el Quini para que haya plata ¡Qué estupidez!, reflexionó.
La respuesta llegó en noviembre, pero fue negativa, es decir: No hay presupuesto. Ante el consejo de médicos y psicólogos, el papá de Patricia pidió un recurso de amparo para poder concretar la operación.
La joven confía que con el trasplante va a mejorar su calidad de vida. Te la alarga un poco más, pero no me va a curar, expresó. La esperanza es lo último que se pierde. Hay muchos que se hacen el autotrasplante de médula y se olvidan de que estuvieron enfermos, agregó.
Como una psicóloga
Patricia la tiene clara. Hasta participa de charlas destinadas a enfermos que no pueden superar la idea de estarlo. Cuando, por efecto de la quimioterapia, comenzó a perder el cabello, decidió raparse.
Para lograr la financiación de la intervención, el padre de la adolescente se presentó ante la Defensoría Civil a cargo de Lilia Estela Constant, quien solicitó a la jueza civil Nº8, Liliana Giorgetti, que dicte una medida autosatisfactiva. Esto permite al magistrado dictar una resolución en cuestión de horas teniendo en cuenta que, en principio, a la parte demandante le asiste razón.
En sus argumentos, Constant sostuvo que la negativa a dar una respuesta satisfactoria al pedido de la familia está teñida groseramente de arbitrariedad que descalifica la índole supuestamente legítima del acto para dejarlo en su pura desnudez odiosa y arbitraria.
Hoy la jueza Giorgetti convocará a la joven a una audiencia con el propósito de lograr resolver la cuestión sin necesidad de un fallo judicial. Patricia sueña con seguir la carrera que eligió, volver de lleno al vóley, practicar deportes, salir, moverse libre, sin ataduras, y vivir feliz.