José M. Petunchi
Central terminó la semana como la arrancó. Inmerso en sus problemas. Aunque esta vez tuvieron más que ver con la situación futbolística que con el aspecto institucional. Y los nubarrones que acompañaron al plantel cuando pasadas las 13.30 puso proa con destino a esta ciudad, no lo abandonaron nunca. Se posaron todo el tiempo sobre los jugadores auriazules, quienes coronaron una tarde negra. Un día en el que nada de lo poco que intentó le salió. Y lo pagó con un resultado tan lapidario como contundente. Lo que no es un dato menor, teniendo en cuenta que los tantengues integraban hasta ayer el grupo de los cinco equipos menos goleadores del torneo, con 12 tantos en 14 partidos. La pregunta que se repetía en el vestuario, cuando el resultado era un hecho consumado, era si Unión había jugado muy bien o si Central había jugado muy mal. Era una manera de buscar la explicación a semejante disparidad de juego y capacidad goleadora. Entre un Central que nunca tuvo ideas para llegar al arco defendido por Castellano, ni en el primer tiempo en que fue más cauteloso, ni en el segundo en que intentó ser más agresivo y profundo. Un equipo que perdía sistemáticamente en el medio y que era desbordado en defensa, por derecha, por izquierda y por el medio. Por donde el rival se lo propusiese, en definitiva. Y un Unión que tuvo una tarde de ensueño, un día en el que le salió todo redondito y a pedir de sus hinchas. El arranque había sido auspicioso para Central, porque manejaba mejor la pelota en el medio y tenía buena circulación, aunque carecía de profundidad. Pero a los 24' llegó el quiebre, y los tatengues empezaron a escribir su historia ganadora. Tras un centro desde la izquierda, los defensores canallas rechazaron mal y el peruano Jayo le puso una pelota bárbara a Silvera, quien libre de marcas en el área tuvo tiempo de acomodarse y elegir el lugar donde ponerla. De ahí en adelante la historia fue desigual. Central puso toda su dignidad y vergüenza en la cancha, pero también sus limitaciones y falta de ideas. Aún así estuvo en un par de ocasiones cerca del empate mediante un taquito casi casual de Ezequiel que se fue arriba, tras un despeje con los puños del Rifle Castellano y un remate de De Bruno. Mientras que los locales siguieron sacando ventaja a partir de su tranquilidad y su inteligencia para manejar el partido. Entonces no extrañó que diez minutos después, Tilger hiciera delirar a todos los tatengues. La jugada se inició con un desborde por izquierda de Silvera y un centro perfecto para la entrada solitaria de Matías Donnet Becerra lo corría de atrás, pero su remate fue desviado impecablemente por Tombolini, aunque el rebote le cayó servido al goleador, que la clavó en un ángulo.
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