Laura Vilche
¿Podrá la escuela sobrevivir a la televisión?. Con este interrogante abrió el viernes su disertación en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), de Rosario, el sociólogo Luis Alberto Quevedo. Y la respuesta no se hizo esperar: La escuela incorporó el televisor y la computadora como soportes, pero todavía no maneja la cultura audiovisual y mucho menos la digital. Se quedó retrasada, en la cultura letrada. La industria, la empresa y los chicos dieron el salto a las nuevas tecnologías, la escuela aún no, dijo a La Capital el profesor de la Universidad de Buenos Aires (UBA), minutos antes de la charla. Quevedo habló también de lo que considera la falsa competencia entre los libros y el televisor, y echó por tierra el argumento de aquellos adultos que culpan a la caja boba de robarle a los niños y a los jóvenes la posibilidad de transformarse en lectores. Basado en los resultados de una encuesta que realizó a nivel nacional, Quevedo aseguró que actualmente leen más los chicos y los adolescentes que los adultos. ¿Por qué se cuestiona si la escuela podrá sobrevivir a la televisión cuando hace 50 años que conviven? Es una pregunta vieja que se interroga sobre dos instituciones muy fuertes de nuestra sociedad contemporánea: los medios de comunicación y el sistema escolar. La sociedad ha cambiado bastante en torno a las tecnologías de la comunicación. El equipamiento que había hace diez o veinte años en el hogar nada tiene que ver con el que hay ahora, el mejor ejemplo es la computadora e Internet. Sin embargo, la escuela no tuvo la velocidad de transformación que tuvieron los medios. No ha tenido facilidad para incorporar esos medios concebidos como nuevos lenguajes. O sea, no hablo de que la escuela no pudo introducir el televisor o la computadora, porque de hecho lo hizo, sino que no supo manejarse con los nuevos formatos de la cultura audiovisual, se quedó en la cultura letrada. Hace unos años usted planteaba que había que hacer una declaración universal de analfabetismo, donde se reconociera que la mayoría de los adultos eran analfabetos audiovisuales, ¿se refería a este aspecto? Claro. Hace 10 años decía eso, y lo sigo sosteniendo, pero además agregaría que en la actualidad estamos también en estado de analfabetización digital. Las nuevas generaciones se relacionan con otros tipos de relatos. Es cierto que no todo el mundo tiene acceso económico a estos cambios cualitativos y cuantitativos, pero es sorprendente que al analizar quiénes se apropian de estas nuevas tecnologías nos encontramos con las franjas de edades más jóvenes. Nos están tendiendo una trampa en la que vamos cayendo... ¿Quiénes, los chicos? Claro, ellos se sentarán en las aulas con nuevos saberes y destrezas que no tenemos los adultos. Sabrán organizar el pensamiento y la cultura de una forma distinta, y esto, es lo más estructural. Porque no se trata de pasar lo que dice el libro a la computadora, eso es sólo una parte del tema, un cambio de soporte. Lo que hay que tener en cuenta es que los chicos tienen un pensamiento multimediático: piensan con imágenes, figuras, fotos, textos, fragmentos de textos. Entonces digo que la industria dio el salto a las nuevas tecnologías y las empresas, la sociedad y en particular los chicos, también. Pero la escuela se quedó retrasada. Y creo que el desafío no es una opción: o la escuela aprende a internalizar los nuevos formatos o se queda afuera. Cuando habla de escuela, ¿también se refiere al nivel universitario? También. La UBA sigue manejando la tiza y el pizarrón y si se hiciera una encuesta sobre cuántos manejan Internet, los alumnos ganarían infinitamente por sobre los docentes. Nosotros somos gutenberianos, fuimos formados en la cultura de los libros, pero debemos aceptar nuestra reconversión. Reconozco que a mí mismo me cuesta. Me es más fácil ir a la biblioteca a buscar un dato, que a Internet, que es mucho más rica que mi biblioteca. Depende cómo nos formatearon a nosotros. ¿Cómo pueden entonces las instituciones educativas subirse al caballo de los nuevos formatos? Se requieren políticas públicas. Me parece bien que desde el gobierno nacional se instale un portal educativo o se abran créditos para el equipamiento hogareño de computadoras, pero falta una reforma educativa que plantee la restructuración del saber. Por ejemplo, cómo se reconvierten los docentes conceptualmente. Cómo se deja de ser un analfabeto audiovisual y digital.
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