La mujer llegó a sacar la basura justo cuando el camión recolector se asomaba en la esquina y respiró aliviada. En ese sencillo acto, sintió que se sacaba un problema de encima. Pero, en rigor, es recién entonces cuando empiezan los inconvenientes. Rosario produce diariamente unas 800 toneladas de residuos domiciliarios, de los cuales sólo se recicla un 3 por ciento. Los dos rellenos sanitarios que tiene la Municipalidad en el Camino Viejo a Soldini ya están colmados y en pocos meses entrará en funcionamiento un tercero, que con 7 hectáreas de superficie se transformará en una montaña de basura de 18 metros sólo en los próximos dos años. Pero este es sólo el final de una historia que se repite por miles todos los días, después de que cada vecino deja su bolsita en la vereda. Para conocer el derrotero de la basura La Capital siguió, paso a paso, el proceso de la recolección hasta llegar al relleno sanitario.
El sistema de recolección de residuos tiene que funcionar como un reloj, no pueden quedar cosas libradas al azar, ilustró el director de Política Ambiental de la Municipalidad, Jorge Gallo. Un camión recolector de residuos puede albergar entre 16 y 21 metros cúbicos de basura, capacidad que en realidad se duplica, ya que una vez que ingresan al coche los desperdicios se compactan.
En zonas con mucha densidad de población un vehículo puede llenarse con sólo recorrer 40 cuadras; lejos del centro de la ciudad, el mismo camión puede triplicar su recorrido. En zonas como el microcentro o avenida Pellegrini un camión recorre sólo 40 cuadras, mientras que en las zonas de la periferia puede hacer cerca de 250, señaló el director de Política Ambiental.
Compactación
Una vez en el camión, las bolsas de basura son compactadas por presión a la mitad de su volumen y los líquidos que se desprenden van a parar a un depósito lindero al sector de compactación. Aquí comienza uno de los primeros problemas.
Estos líquidos son altamente tóxicos y, además, son corrosivos. Con el tiempo van perforando la chapa y, si los camiones no son debidamente reparados, van formando lugares como para escaparse. Así se puede ver comúnmente que algunos camiones dejan detrás una estela de estos líquidos en la calle, señaló José Membrado, ex consultor en contaminación ambiental del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
No es el único problema. Los residuos domiciliarios están formados en un 60 por ciento de materiales orgánicos, y este es, contrariamente a lo que se suele pensar, el mayor inconveniente que presenta el tratamiento de residuos domiciliarios. El plástico no genera más que problemas de limpieza: uno mira y el terreno está sucio, pero no está contaminado. Lo más problemático son las grandes cantidades de maquinaria y mano de obra necesarias para tratar la materia orgánica, aseguró Gallo.
Para ilustrar la situación sólo basta transformarla en cifras. La Municipalidad invierte cerca de 34 dólares por tonelada de residuos. Diariamente, esta suma asciende a 27.200 pesos, lo que en un mes significa 816 mil pesos que se desembolsan del erario.
El relleno sanitario de Gallego I que funcionó entre 1994 y 1997 hoy es una loma de desechos compactados cubiertos con tierra negra que ocupa 12 hectáreas de terrenos del Camino Viejo a Soldini (a 1.200 metros de Ovidio Lagos al 7500).
Enfrente se levanta el Gallego II, que con otras 12 hectáreas en pocos meses quedará en desuso, dejando su lugar al Gallego III. Este servirá, con su superficie de 7 hectáreas, para depositar los residuos domiciliarios de los hogares rosarinos durante los próximos dos años.
Un relleno sanitario es un sitio de disposición final de residuos. Hay varias formas en las que se puede depositar la basura. Puede ser a nivel de tierra al aire libre, en una cava donde se entierra, y la forma más moderna, la del relleno sanitario, explicó el director de Tratamiento de Residuos municipal, Pablo Seghezzo.
Al relleno sanitario municipal ingresan diariamente unos 150 camiones recolectores completos. Enfrente se levanta otro relleno sanitario, que dejó de funcionar en el 97. Es una loma de pasto duro que en 10 años perdió aproximadamente dos metros de altura por la putrefacción de los elementos orgánicos que la forman.
Cuando los camiones acceden al relleno pasan primero por un pesaje y después son conducidos al corazón del relleno, una montaña de casi 12 metros de altura donde trabajan sin respiro dos máquinas aplanadoras y una compactadora.