Javier Parenti
Estaba ahí. La esperaba y lo esperaban a él. Y en la última jugada Cobelli le dio la alegría a Newell's. A todos los leprosos que festejaron el agónico empate ante un muy duro Vélez. No el del punto sino del invicto de la era Ribolzi, del que esperan aferrarse hasta al menos dos fechas. Sí, porque hoy en el parque Independencia lo único que piden es que le ganen a Central. El cartel indicador del descuento marcó tres y parecía que todo estaba perdido. Es que Vélez se había adueñado del territorio, había marcado una superioridad demasiado evidente en el mediocampo y cortado al rojinegro, que en el segundo tiempo se quedó sin Manso y tuvo que arrimarse a la fuerza, con ganas. Encima, poco antes del final había clavado un golazo. El del Ratón Zárate, el que le pegaba muy fuerte a la esperada recuperación leprosa. Pero la bocha final traía destino de gol y de empate. Merecido por cierto. Si bien el control fue de Vélez las jugadas más claras de gol correspondieron a Newell's. Desde el inicio hasta el final. Y esa valiosa joya del fútbol puede más que cualquier desarrollo del juego. Porque los números son los que valen, los que se festejan y los goles son los que le dan vida a la ilusión de sumar triunfos. Y los dirigidos por Ribolzi habían salido con todo a buscar la victoria. A los veintitrés segundos Cobelli encaró en diagonal y arrancó el primer aplauso, aunque luego los de Liniers fueron haciéndose patrones de la pelota y empezaron a preocupar. Aunque pronto el partido comenzó a caer en un pozo del que fue muy difícil sacarlo. Hubo que esperar casi media hora, en la que la mayor atracción lamentablemente estuvo en la popular leprosa con corridas y disparos. En la cancha, sólo un tiro libre de Castromán y un derechazo de Pavlovich junto al palo. La etapa final trajo cambios. Newell's se quedó sin conductor con la salida de Manso, que sumado a la añoranza por Lucas Bernardi, lo dejó tecleando. Entonces tuvo que reemplazar calidad con ganas y empuje. Pero no le alcanzaba. Vélez era más con las figuras de Cubero, Castromán, Buján y Morigi. Así complicó a la lepra, que aguantó firme con Fuentes como abanderado del esfuerzo defensivo. A Newell's no le alcanzaba con el aliento del hincha. Con el pedido de ganarle el clásico a Central. Estaban todos entusiasmados hasta que Zárate le borró la sonrisa con un tiro libre bárbaro al ángulo, aunque ayudado por un Cejas que no se esperaba el remate y quedó pagando. Quedaba poco. Y la garra que quiere imponer el Ruso Ribolzi, aquella que lo caracterizó en su época de jugador, le dio al equipo el primer empujón. Y la esperanza se cristalizó en la última pelota. Esa que Fuentes bajó y que Quintana cabeceó abajo, en el área, y que cayó en el pie derecho goleador de Cobelli antes de besar el palo y sacudir la red. Y fue empate. Con justicia, con esperanza y que ilusionó a sus hinchas. Esos rojinegros que ahora sólo esperan que le ganen a Central.
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