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 sábado, 10 de noviembre de 2007  
El recuerdo de una luchadora víctima de una masacre
La jueza de Paz de Santa Isabel es reconocida por su militancia social en favor de los humildes

Carlos Walter Barbarich / La Capital

Santa Isabel.— Este pequeño pueblo del departamento General López no sale del asombro tras la pesadilla que sufrió el miércoles a la noche cuando Angel Pedro Lemos desató una masacre selectiva para vengar la muerte de su hijo. Es que entre las víctimas fatales de la locura estuvo una de las mujeres más queridas del lugar, la jueza de Paz Olga Cuminetti de Sylvester, Mumi.

Desde que empezaron a conocerse los macabros detalles del hecho en el que Lemos mató a tres personas, dejó herida a otra y luego se suicidó sobre la tumba de su hijo, lugar junto al cual ayer a la mañana fue sepultado en la más estricta reserva, los pobladores de Santa Isabel no hacen más que hablar de lo ocurrido y de Mumi.

Seguramente pasarán muchos años para que la comunidad olvide este fatídico miércoles. Hace dos años, Pedro Rafael Lemos murió tras recibir un escopetazo que le disparó Héctor Daniel Arangel. Para la Justicia fue un homicidio culposo y el autor fue condenado por eso a pasar 4 años y medio en prisión. Desde aquel momento, el padre del chico muerto juró venganza. Y la cumplió hace tres días.

Los crímenes. En su raíd de locura, Lemos viajó los 15 kilómetros que separan a Santa Isabel de Villa Cañás y asesinó a la madre de Arangel, Lidia Arista, de 50 años, y a la pareja, Héctor Armesto, de 51. Lo hizo delante del hijo de ambos, de 8 años. Después volvió a su pueblo y fue hasta la casa de Mumi Sylvester, a quien mató de tres balazos.

Tras ello llegó hasta la casa del padre de Arangel, pero no lo encontró. Entonces baleó a su pareja, Marta Torres, quien salvó su vida de milagro y ayer continuaba internada aunque fuera de peligro.

El final de la historia fue en el cementerio local. Frente a la tumba que guarda los restos de su hijo, Lemos se descerrajó un tiró en el corazón. En la lista de su venganza planificada, dicen, quedaron al menos otras seis personas por matar.

Una vida de servicios. Hace más de 40 años Mumi y su esposo, Norberto Osvaldo Sylvester, se radicaron en Santa Isabel. Habían llegado desde Rosario con una mochila cargada de ilusiones y el corazón abierto a la comunidad. El era un joven médico que hizo un culto a la salud comunitaria y prueba de ello es la cantidad impresionante de vecinos que recuerdan al médico de todos pero fundamentalmente de los pobres.

A tal punto llegó su trascendencia que, a pesar de haber fallecido en 1980, muchos aún lo recuerdan con nostalgia. “Para Norberto no había horario que valga. A los que no tenían plata los atendía sin pedir nada a cambio y también colaboraba con las entidades de bien público”, relato Raúl Trognot, cura párroco del pueblo.

Imbuida de ese espíritu solidario, Mumi siguió adelante con su vida tras la desaparición de su esposo. Tenía una ardua tarea por delante, como la de criar sola a sus seis hijos. Prontamente trazó una estrecha relación con el padre Raúl y, según su testimonio, “ella era como una hermana” para él. “Siempre dispuesta a ayudar a los que menos tienen y hasta de criar otros chicos aparte de los suyos. Fue la primera en fundar un comedor infantil en el pueblo y tuvo una activa participación en la creación de una hogar para niños”, recordó el párroco.

No sólo el sacerdote lamentó la pérdida de Mumi en la masacre de Villa Cañas y Santa Isabel. Decenas de testimonios dan cuenta de su gran vocación de servicio. Para Norma, una vecina allegada a la jueza de Paz, “Olga era un ser especial. Para ella todos eran iguales. A pesar de haber sido la jueza del pueblo, era una más”.

Otro vecino, Juan Miculan, remarcó que “era una mujer querida por todos. Realmente no sé porque semejante saña por parte de Lemos para matarla”. El hombre, propietario de una heladería, escuchó los tres disparos que terminaron con la vida de Olga, pero nunca imagino que estaban dirigidos a la jueza del pueblo.

Según la quiosquera del hotel Central, en pleno corazón de Santa Isabel, “este hecho enluta a todo el pueblo y seguramente tendrá que pasar mucho tiempo para poder superarlo”.

Política de verdad. El padre Raúl no tiene dudas al hablar de Olga. “Un ejemplo de vida y compromiso social con los más postergados. Ella misma preparaba los bolsos con comida para ayudar a los pobres. Y ojo que lo hacía de su bolsillo porque no era política en el sentido de tener un cargo”.

“Era una política de verdad porque su objetivo de vida era transformar la realidad a favor de los necesitados”, resaltó el padre Raúl para luego agregar que “su misión cristiana la cumplió con creces tras su paso por esta vida”.

Olga era hincha de Juventud Unida, el club más popular de Santa Isabel. De su Rosario natal se trajo la pasión por Newell’s Old Boys, pero lo que más la identificaba era su pasión por el peronismo, su admiración por Evita y Juan Domingo Perón. “Era muy peronista mi vieja, una luchadora por la justicia social”, cuenta con orgullo Constanza, una de sus hijas.

Fruto de su matrimonio Mumi tuvo seis hijos: Norberto, Ramiro, Yanina, Constanza, Marcos y Wilfredo, quienes gozan del respeto y la estima popular.

Anteayer los restos de Mumi fueron sepultados tras ser velados en la parroquia isabelense al igual que cuando falleció su esposo allá por el lejano 1980. Raúl explicó que “se realizó en la iglesia por lo que significó Mumi para el pueblo y prueba de ello es la cantidad de personas que vinieron a darle el último adiós. El 6 de diciembre iba a cumplir 67 años”.
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La jueza Olga Cuminetti de Sylvester junto al presidente comunal Juan Lombardi.

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