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 sábado, 10 de noviembre de 2007  
Viajeros del Tiempo
Rosario 1905/1910

Guillermo Zinni / La Capital

Los días de visita. Los días de visita son una moda que tiende a desaparecer. Las visitas se hacen y se reciben cada vez menos y se las reemplaza por los tés ofrecidos y devueltos en los “halls” de los lujosos hoteles modernos. Es algo que nos viene de Inglaterra y que florece en nuestros climas. Es el género cosmopolita, adoptado por tantas mujeres y tantos hombres que parecen hoy atravesar la vida como en un viaje, de campamento en campamento. Sin embargo, hay todavía rincones del mundo donde se conservan todavía las tradiciones. Se reciben todavía hoy tarjetas que llevan este letrero: “La señora X recibirá el cuarto martes y el segundo sábado hasta el 1° de mayo”. Pero antes la señora X tenía fijo un día por semana y hoy tiene dos por mes solamente. La dulzura del hogar y la alegría de las visitas hoy no son más que bimensuales. ¿Y cómo será después? La vida pasa con tal rapidez entre las exposiciones, conciertos, conferencias, esto y aquello que ya no se puede permanecer en casa más que unos pocos días al mes. Se recibe poco y se recibe de prisa, entre las cinco y las seis de la tarde, y salvo en el caso que se trate de un té, el menú de golosinas es menos copioso. También la moda de los trajes ajustados nos exige esta discreción, y por conservar las señoras el constante cuidado de evitar la obesidad se obligan a comer poco. Pero comer poco no quiere decir comer mal. Si el menú es escaso, si es ultrabuscado, gana en calidad lo que pierde en cantidad. Una ama de casa cuidadosa de su renombre dene a sus huéspedes el primor de una fruta exótica, lo imprevisto de un pastel sutil, lo inédito de un bombón exquisito, y les debe también la gracia de un decorado especialmente florido. Flores por todas partes: rosas y claveles, violetas, grandes ramas de eucaliptus y de pino, sin contar las plantas verdes, entre las cuales el esbelto bambú tiene este año todas las preferencias.

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