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 domingo, 07 de octubre de 2007  
Córdoba: el camino jesuitico

Mauricio Pacheco

Al recorrer los parajes mediterráneos de Córdoba se pueden apreciar estancias que forman parte de la historia colonial de la Argentina. En el centro de la ciudad de Córdoba y a pocos kilómetros de la misma el “Camino de las Estancias Jesuíticas” y “La Manzana Jesuítica” constituyen un itinerario turístico cultural que permite descubrir la belleza agreste de los paisajes y los valores patrimoniales de estos históricos lugares construidos entre los años 1616 y 1725 por los monjes jesuitas. El carácter único de la misión evangelizadora y educadora pensada por San Ignacio de Loyola ha sido reconocido por la Unesco al incluir esta experiencia y sus testimonios arquitectónicos en la lista de Patrimonio de la Humanidad.



Circuito turístico



La organización que desarrollaron los monjes de la orden y su importante legado se pueden disfrutar en un circuito turístico que abarca distintos lugares. La Compañía de Jesús había sentado sus bases en lo que hoy conocemos como la manzana jesuítica de la ciudad de Córdoba. Allí se erigieron construcciones de gran valor arquitectónico como la Iglesia de la Compañía, el Colegio Máximo y el Convictorio, donde en la actualidad funcionan la Universidad Nacional de Córdoba y el Colegio Nacional de Monserrat, que los turistas pueden recorrer y acercarse un poco a la historia del país.

La orden ignaciana construyó seis estancias en la región serrana para lograr el mantenimiento económico de la manzana jesuítica. Durante el siglo XVII se levantaron los aposentos de Colonia Caroya (1616), Jesús María (1618), Santa Catalina (1622), Alta Gracia (1643), La Candelaria (1683) y San Ignacio (1725). Esta última se encuentra desaparecida y estaba ubicada en la zona de Calamuchita.



Para el relax



En cada uno de los establecimientos agro-ganaderos los turistas pueden disfrutar a cada paso de un ambiente de paz muy cercano con la naturaleza. Los corrales y potreros para ganado vacuno, ovino y ecuestre como el desarrollo de las huertas, campos para cultivo de trigo y maíz, tajamares y acequias para el riego de cultivos forman parte de una preservada red de producción que atrae a turistas internacionales. En este sentido, los misioneros también se dedicaban a la carpintería, herrería, curtiembre y tejidos, jabonería y panadería, y poseían hornos de cal y ladrillos.

La Estancia de Caroya fue la primera que construyó la Compañía de Jesús, se levanta en un caserón colonial rodeado de árboles a la sombra de las sierras chicas. La capilla es de dimensiones modestas y el patio está rodeado en sus cuatro lados por una galería que también se presenta en la fachada principal. En principio estaba sostenida por horcones de madera que luego se reemplazaron por pilares y arcos de mampostería, en un proceso de enriquecimiento arquitectónico por el que pasaron casi todas las estancias.

El aposento de Alta Gracia, de 1643, se encuentra en el corazón mismo de esa localidad, es seguramente la de mayor actividad en la actualidad y la de mayor afluencia de turismo internacional. El templo es hoy la iglesia parroquial de la ciudad y en la residencia funciona el Museo Nacional “Casa del Virrey Liniers”. Además, se destaca el famoso tajamar que ha pasado a ser un elemento identificatorio de Alta Gracia.

El recorrido es la ocasión de descubrir paisajes, tradiciones y costumbres que marcan la identidad de Córdoba. Cada una de las estancias tiene algo especial para que el turista pueda disfrutar. Jesús María se caracteriza por la producción vitivinícola, Santa Catalina se distingue por su sistema de riego y La Candelaria constituyó el mejor ejemplo de un establecimiento rural serrano productor de ganadería extensiva.

Las estancias jesuíticas de Córdoba son una muestra singular de la organización productiva de los religiosos de la Compañía de Jesús en el país, que ha llegado a nuestros días a través de una arquitectura esmeradamente preservada. En estos lugares se deleitará al encontrarse con un pasado riquísimo en valores culturales e históricos sino también con los paisajes y caminos que esta travesía obliga a desandar.



Manzana jesuítica



En la ciudad de Córdoba es posible descubrir la impactante obra de los jesuitas al caminar entre construcciones que remontan al visitante a otro tiempo. La manzana jesuítica era el centro neurálgico en su misión evangelizadora y pedagógica.

El legado de la orden religiosa se extiende por más de 400 años, en sus aulas los estudiantes todavía respiran un ambiente de conocimiento y en sus construcciones perdura intacto un estilo único y singular, objeto de estudio de los expertos por la fusión del arte nativo con el barroco europeo.

Los visitantes al caminar por sus claustros y salas abovedadas podrán maravillarse con la voluminosa librería jesuítica, apreciando las diversas ramas del saber de aquellos tiempos y valorando los minuciosos trabajos de imprenta. Hay seis salas que albergan libros traídos de Europa. Aunque llegaron a ser 10.000 libros, hoy en día hay 2.800 volúmenes sobre todo de teología, muchos de ellos escritos en latín.

Los turistas tendrán la oportunidad de encontrar, en los documentos del archivo general histórico de la universidad, testimonios de hechos y sucesos que escribieron nuestra historia. Al ingresar al salón de grados se podrán conocer las costumbres y las ceremonias académicas que tuvieron lugar en la Universidad desde el período colonial.

En una de las galerías del Colegio Monserrat, se exhiben instrumentos del siglo XIX que pertenecieron al gabinete de Física y que atestiguan el alto nivel científico en la formación del establecimiento.

Las salas de exposición albergan exhibiciones referidas a la historia de la Universidad de Córdoba y donaciones de particulares.

La impronta de la voluntad misionera todavía sobrevuela en cada rincón como un legado de las tierras cordobesas.
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Las ruinas jesuíticas sorprenden a los visitantes.


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