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 domingo, 07 de octubre de 2007  
[lecturas] - las dietas y los obesos como tema literario
Rebelión en la granja

Novela
  • El peso de la tentación, de Ana María Shua

    Emecé, Buenos Aires, 2007, 266 páginas, $ 39.

    Desde Adán y Eva tentación y pecado han sido causa de expulsión de alguna clase de paraíso. No obstante, y a pesar de la nostalgia por lo perdido, el modelo mítico no cesa de repetirse. “Tentación”, según María Moliner, es el “impulso espontáneo o provocado por alguien o algo, de hacer cierta cosa que hay razones para no hacer”. Hay sobradas razones para no comer de más, pero en Marina Rubin de Carletti, protagonista de “El peso de la tentación”, el “impulso espontáneo” acaba en una irresistible transgresión que, tras su expulsión del paraíso de los flacos, pagará con el castigo de la dieta.

    Marina es una mujer común de clase media, casada, madre de dos adolescentes, quien decide internarse en Las Espigas, clínica privada cuyo solo nombre connota delgadez. Su historia clínica revela el ríspido itinerario de la adicción, a la par que expone la historia de las dietas para adelgazar durante la segunda mitad del siglo XX. El peregrinaje incluye dietistas, homeópatas, iriólogos, acupunturistas, terapeutas diversos y otras búsquedas intercaladas en los 33 capítulos que estructuran la novela, meticulosa radiografía de una mujer, como todos susceptible de caer en la tentación, y por eso mismo sujeta al bien perdido y a tolerar toda clase de efecto secundario. Nada es casual en una sociedad en la que rige la oferta y no la demanda: la superabundancia de oferta alimentaria acabará creando nuevos obesos, dicen los intersticios de la trama.

    En “Las Espigas” los internados se llaman Acampantes; pero no se trata de un campo abierto sino de uno alambrado, semejante a un campo de concentración. Lugar cerrado, micromundo con sistema de seguridad propio, la clínica es una isla fuera del mundo “real”. No obstante la presencia de una jerarquía represora, caben en este medio gestos solidarios: existen pacientes becados, hecho que incorpora otro sesgo interesante, el fenómeno de la irrupción de la obesidad en la pobreza.

    Pero en otro plano crece la corrupción, un mercado negro que puede abarcar tanto la provisión de un banquete acorde al monto del soborno, como un tráfico menor que muestra el espejo invertido de una de las postales urbanas hoy más frecuentes: el ciruja hurgando alimentos en la basura.

    La trama, por momentos disparatada, sostiene la tensión de un suspenso que no excluye el horror aderezado de humor sarcástico a veces, irónico otras, capaz de mitigar la difícil realidad que intenta transmitir. La carnadura humana de los personajes se percibe en reacciones, gestos, posibilidad de asombro, resignación; no se escatima el sablazo verbal, sin rodeos se dicen las más crudas verdades o mentiras; se intenta una convivencia posible a base de trueques, audacia, postergación o avance, astucia, terreno ganado o perdido.

    Pero siempre, aunque se piense invulnerable, habrá una grieta capaz de derrumbar el edificio más pintado. Y este sistema no es la excepción: se muerde la cola cuando los internados más jóvenes se rebelan a la manera de la granja de Orwell, que desmonta una dictadura para fundar otra.

    “El peso de la tentación” está escrita según un registro coloquial rico, despojado de eufemismos, que puede ser crudo o seductor, según la cualidad del objeto o peripecia narrada. El método para adelgazar se presenta grotesco, salvaje, pero resulta efectivo. Se rescata el libre albedrío, la posibilidad de elegir, tal vez el único aprendizaje que se puede extraer de la permanencia en Las Espigas: “obedecemos para ser libres”, dicen los pacientes.

    Quizás se es libre en la medida que se elige lo que es bueno para cada sujeto en particular; o en todo caso vale reconocer que no existe otra clase de libertad que encontrar una forma de adaptación, y aquí se dibuja nítida la silueta del simio que, por una razón práctica de supervivencia decidió humanizarse, en “Informe para una academia”, de Franz Kafka. Marina reingresará al modelo de vida real donde probablemente con el tiempo repita el ciclo, pero habrá incorporado un nuevo aprendizaje: la memoria de lo vivido, alerta roja, posiblemente la preserve de reincidir.
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