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 domingo, 07 de octubre de 2007  
Para releer a Alejandra Pizarnik
Alicia Genovese cuestiona las visiones que "sobrevaloran la ironía y la parodia" en desmedro del conjunto de la obra

Osvaldo Aguirre / La Capital

“Es muy difícil hablar sobre Alejandra Pizarnik. Pareciera que ya está todo dicho. Hay muchísima crítica que se ha venido produciendo, sobre todo desde los años 80, y que ha cambiado el foco de lectura por varias razones, entre ellas la aparición de nuevos textos de Pizarnik”, dice Alicia Genovese. Pero esa dificultad es quizá la mejor razón para poner en discusión a esa escritora y su obra.

Alicia Genovese vive en Buenos Aires, donde ha trabajado como docente, periodista e investigadora. Esta semana participó en el Festival Internacional de Poesía, pero en la anterior estuvo también en Rosario, para intervenir en un homenaje a Alejandra Pizarnik que se realizó en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia, en el 35º aniversario de su muerte.

Para Genovese, la aparición de “Textos de sombra y otros poemas” (1982), el libro póstumo de Pizarnik, y sobre todo las nuevas lecturas que comenzaron a producirse en ese momento iniciaron un viraje en la valoración de la obra. “Se elabora una imagen de Pizarnik que no es la que cualquier lector puede hacerse a través de los primeros libros, hasta «El infierno musical»”.

Esa lectura “sirvió para desmitologizar la imagen de Pizarnik como niña suicida, pero se cometieron algunos excesos, por ejemplo una sobrevaloración de lo que es ironía y parodia en la obra”, dice Genovese. Así, “se pone el acento en los textos últimos, de los cuales ella publicó muy poco”.

Por otra parte, “en los años 80 hay una eclosión de poetas en Argentina, y Pizarnik, así como Alfonsina Storni antes, fue una lectura obligada; su cercanía, su contemporaneidad, fue muy importante, para bien y para mal”. En ese sentido, “había una cantidad de escritura poética, básicamente de chicas, con una mimetización con el discurso pizarnikeano: las mejores terminaron por encontrar otra voz”.

La autora de “La doble voz” (1998) sostiene que Pizarnik sigue teniendo incidencia en la producción actual de poesía. “No es tampoco que sea la voz de la época —opina—. Ahora, a partir de talleres literarios y del contacto con jóvenes, veo que es una lectura de iniciación. Y me parece bárbaro que sea quien le abre la puerta a los jóvenes para entrar en la poesía en lugar de esas obras tan antiguas que lamentablemente todavía circula en la escuela”.

“Hay una imagen un poco distorsionada —agrega— porque pareciera que Pizarnik es una niña irónica y soez, que con ese humor es que se hace poesía. Y no pasa por ahí. Si se leen bien los textos y se ve esa constante pelea entre las dos Alejandra, esa niña cruel y soez, que no es niña, por supuesto, es un poco como ella se autorefiere, y la otra, la Pizarnik que pelea para corregir una palabra, para cambiarla, para rehacer un texto, puede verse a la verdadera escritora, la que produce los poemas”.
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