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 miércoles, 22 de agosto de 2007  
Crónicas regionales
Santa Teresa, pequeño y bonito
Creció como un centro estratégico para la circulación de mercaderías con el auge del ferrocarril

Miguel Angel Mancini / La Capital

Santa Teresa.— Como la mayoría de los pueblos de Santa Fe, esta localidad, pequeña y bonita, se originó con la llegada del ferrocarril, cuya construcción estuvo a cargo de la Compañía del Gran Ferrocarril del Sud de Santa Fe y Córdoba a partir de 1888, con el objetivo de unir el ramal Rosario-Buenos Aires hasta La Carlota (Córdoba), pasando por Venado Tuerto.

La empresa tenía una subsidiaria con el nombre de Compañía de Tierras, que era la encargada de comercializar los predios a lo largo del incipiente ferrocarril. Luego de comprar los terrenos necesarios al estanciero José Carreras, el lugar comenzó a nacer de la mano de los colonizadores y se iniciaron las gestiones para la aprobación de la traza definitiva el 19 de marzo de 1889 por parte del gobernador José Gálvez.

Santa Teresa está enclavado en lo que se conoció como Pago de los Arroyos, mucho antes de que se establecieran los límites provinciales, por los numerosos cursos de agua que lo atravesaban de este a oeste. Esa zona se extendía desde el río Carcarañá hasta la Cañada de las Hermanas, en la provincia de Buenos Aires. Al irse formando las poblaciones, algunas tomaron su nombre, como el caso de Rosario de los Arroyos y San Nicolás de los Arroyos. Uno de ellos, el Pavón, hoy es el límite norte del distrito santateresino

“Con la llegada de los rieles Santa Teresa se constituyó en un centro ferroviario estratégico y a partir de 1900 llegó a registrar hasta 12 trenes diarios, transportando principalmente cereales, hacienda y minerales”, reveló el investigador local Omar Abel Scena, autor de una reseña histórica del pueblo.

“Con el movimiento de mercaderías y el auge de negocios el pueblo alcanzó una intensa actividad, donde los viajantes fueron los principales protagonistas. El único hotel, que tenía unas 35 habitaciones, estaba colmado en forma casi permanente por las visitas que éstos hacían a sus habituales clientes. Por entonces cada fábrica vendía en forma individual y sus representantes recorrían toda la zona usando a Santa Teresa como lugar de alojamiento”, recordó.

Si bien el pueblo experimentó los vaivenes económicos del país, su población siempre estuvo en el orden de los 3.000 habitantes y su economía fue agrícologanadera. “En los años 70 hubo una notable disminución y llegamos a tener 2.500 vecinos, pero actualmente estamos en 3.200 según los últimos registros. Sin embargo, calculamos que ya suman 3.800, al menos por lo que se desprende de las numerosas fuentes de trabajo que se generan entre cerealeras, talleres y comercios”, indicó el presidente comunal Gustavo Calabró.

Futuro alentador. En ese sentido, el funcionario admitió la necesidad de que se radique alguna empresa de magnitud, al tiempo que reveló que esa situación permite proyectar y futuro parque industrial, que “aunque sea de reducidas dimensiones está en un punto clave para esa función porque cerca de las rutas 90 y 18. Además tendrá todos los servicios esenciales y complementarios”.

Con sus calles en gran parte pavimentadas o afirmadas, tiene algunos aspectos que la diferencian del resto de la provincia: la plaza y la capilla. La primera tiene una arboleda de plátanos podados de una manera tan singular que representa un ícono distintivo; La segunda rompe la tradicional ubicación porque fue construida al final de la avenida principal, fuera del plano del casco urbano.

Antes de la colonización los primeros núcleos poblaciones de la zona fueron las estancias, que por lo general albergaban entre 50 y 80 criollos que trabajaban y vivían en el lugar. Luego, con la tarea de las compañías inglesas se fue configurando el pueblo cuyo plano fue el mismo que se utilizó para fundar los pueblos San Urbano, Elortondo, San Jorge, Maggiolo, Arias Ledesma, Canals, Olmos y Carreras.

En lo que hoy es la estancia La Ernestina, sobre un camino de tierra que lleva hasta la localidad de Peyrano, antes de que existiera Santa Teresa, había una pulpería cuyos dueños fueron Félix Hormazabal y Eduardo Picabea. Hormazabal acostumbraba a escribir en cuadernos todo lo que acontecía en los alrededores, relatos y vivencias del pasado, con lo que generó el único registro sobre el fin de una época de llanuras despobladas y el comienzo de la creación de los pueblos por el paso del ferrocarril.


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La avenida Sarmiento es la entrada a la localidad.

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