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 domingo, 19 de agosto de 2007  
Costa atlántica
La ruta de la cerveza

Todos los años, centenares de miles de personas recorren la ruta provincial Nº 11 en la provincia de Buenos Aires. Sin embargo, pocos saben que 120 kilómetros de la Interbalnearia son el epicentro de una movida que bien podría transformarse en una de las más particulares rutas gastronómicas: el camino de la cerveza artesanal. En Gesell, Santa Clara del Mar y Mar del Plata se pueden hallar pequeños lugares de expendio de las más insólitas variantes de la bebida, y fiestas que no reconocen límites de temporada.

Entre los cambios culturales que los argentinos protagonizaron en la última década y media está la irrupción de la cerveza como costumbre cotidiana. De la mano de los jóvenes primero, y luego sin límite de generaciones, la espumosa bebida ganó terreno en las mesas. Pero, como siempre suele suceder, a cada fenómeno masivo sobreviene su variante gourmet.

La cerveza artesanal se diferencia de la “común” en que no tiene gas carbónico inyectado, ni espumantes, ni conservantes. En su manufactura sólo se usa malta, agua, levadura y lúpulo.

En todo el país hay más de 4.000 cervecerías artesanales, algunas con producciones que se cuentan por decenas y otras de mayor escala, que luchan día a día por mantener su espíritu intacto pese a los grandes volúmenes que manejan. Tan importante como el número de fabricantes es la diversidad de las propuestas, lo cual le otorga a la cerveza artesanal el encanto de sumergir a sus cultores en un universo que no parece tener fin. Rubias, rojas, negras, alemana, holandesa, irlandes, danesa, un abanico de posibilidades donde el ensayo y el error son los determinantes de la elección de cada consumidor.

Si bien el mapa cervecero está disperso por los cuatro puntos cardinales, es en este pedazo de la Costa Atlántica bonaerense donde se encuentran algunos de los establecimientos más emblemáticos, abiertos todo el año como para brindar un pretexto más para quienes deciden transitar la 11 sin importarles el clima.



Punto de partida

Villa Gesell es el primer punto del recorrido cervecero junto al mar. La profunda influencia de la cultura germana de sus fundadores trae aparejados ciertos festejos muy típicos. Uno de ellos es el Winterfest, una celebración organizada por los descendientes de alemanes que cada mes de agosto calienta las noches de invierno con música, danzas típicas y concursos de tomadores de cerveza.

Pero, más allá de este evento puntual, los bosques geselinos esconden dos lugares que bien pueden oficiar de puerta de entrada —y, por qué no, de sitios para alzar los primeros chopps— en el espumoso sendero.

El Viejo Hobbit es una casa de picadas ambientada al estilo de los relatos de Tolkien. Allí, cuando cae el sol comienzan a circular la Baya de Oro (una ale suave y ligera), la Gimly (roja de tonalidad intensa) y las cervezas saborizadas con miel, chocolate o piel de naranja. La otra opción es El Picadero, famoso por su Ale Genuina Picadero Forest, elaborada con malta pilsener de un rojo intenso y un sabor que combina sutilmente lo dulce con lo amargo.

Luego de 100 kilómetros aparece Santa Clara del Mar. A contramano de la gran mayoría de las localidades balnearias bonaerenses, la cantidad de habitantes de esta pequeña ciudad aledaña a Mar del Plata disminuye con los años. Esta dinámica poblacional le ha brindado el privilegio de ser uno de los últimos refugios de la tranquilidad junto al mar.

Caracterizada por sus coloridas casitas en una llanura donde no existen las medianeras, Santa Clara vio nacer el fenómeno de la cerveza artesanal en la Argentina, de la mano del hijo del fundador de la ciudad. Juan María Orenzans, hace ya tres décadas viajó a Seattle y volvió con un nuevo hobby, que sería la piedra basal de una industria artesanal que hoy es el sello de su localidad.



Parador de carreros

La Posta del Angel —un antiguo parador de carreros— es heredera de aquella tradición iniciada por Orenzans, y punta de lanza del pequeño circuito gastronómico que complementan las cervecerías Corsario Negro y Leyenda. Además de su condición de pionera en la producción, Santa Clara ostenta otro pergamino que avala su reclamo de transformarse en capital nacional de la cerveza artesanal, así como Villa General Belgrano lo es de “la común” (palabras que los fanáticos pronuncian con un cierto desprecio). Aquí, desde hace casi 10 años, todos los meses de enero se celebra la Fiesta de la Cerveza Artesanal, evento de creciente convocatoria de público y cada vez mayor participación de productores.

Esta fiesta es una especie de Oktoberfest gratuita, con el horizonte del mar como referencia, la música como fondo y las infaltables degustaciones como protagonistas. Los últimos 20 kilómetros llevan a Mar del Plata. Conocida por sus otros atractivos, que la convierten en un destino de todo el año, “La Feliz” también tiene lo suyo que decir en cuanto a cervezas.

Seguramente, “la cerveza” marplatense es la de Antares, un establecimiento con trascendencia nacional. Aquí se elaboran casi 10.000 litros al mes, que llegan a comercializarse en bares de toda la Costa, de Buenos Aires y de la Patagonia. La carta de esta casa se nutre de un extenso surtido, donde se destacan la Kolsch, la Scotch, la Cream Scout, la Honey Beer, la Barley Wine, y la Porter.

De esta manera, la costa de la provincia de Buenos Aires muestra una nueva faceta, desconocida para la gran mayoría. Una cara que se muestra sonriente durante todo el año y que, tal vez, sea producto de las bendiciones de aquellas divinidades a las que en la antigua Mesopotamia atribuían el mágico fenómeno de la fermentación.
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La costa atlántica es el epicentro de la movida cervecera.


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