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 domingo, 15 de julio de 2007  
[Muestra] - En el Museo Diario La Capital
La conjura de los artistas
“Los pintores amigos” reúne obras de destacados plásticos rosarinos en un diálogo de concepciones diversas alrededor de un famoso óleo de Augusto Schiavoni

Sara D'Angelo

Las últimas muestras expuestas en el Museo Diario La Capital comparten algunos rasgos. Acaso el más evidente sea la heterogeneidad de los lenguajes y soportes: instalaciones, videos, fotos, objetos y dibujos se codean recurrentemente en estas intervenciones multidisciplinarias. Los artistas, jóvenes en su mayoría, son rosarinos. Todos militan en las filas del arte contemporáneo. El ideólogo, y muchas veces curador, es Fernando Farina, director del museo. Cada muestra está acompañada por un texto que contribuye a orientar el recorrido del espectador.

“Los pintores amigos”, la exposición actual que puede visitarse hasta el 22 de julio, tiene sin embargo un rasgo que la singulariza, aludido de entrada por la más fantástica obra de Augusto Schiavoni, cuya impactante materialidad preside e introduce el conjunto. “Con los pintores amigos” —así se llama este óleo— alude, hasta donde la pintura puede hacerlo, a los motivos para invitar a cada uno de los artistas que integran la exposición: Max Cachimba, Leandro Comba, Claudia del Río, Roberto Echen, Daniel García, Mauro Guzmán, Andrea Ostera, Georgina Ricci, Alejandra Tavolini y Marcelo Villegas.

Roberto Echen compartió la curaduría, asumiendo, esta vez, un doble rol de artista y curador. En diálogo con Señales expresa su satisfacción de participar en esta propuesta, y dice que “uno la podría pensar como un lugar restringido, como el lugar de apoyo, por eso se llama «Los pintores amigos». Yo creo, como queda bien claro en el texto que acompaña a la obra, que la amistad pasa por ciertos lugares, que son lugares artísticos fundamentalmente”.

“¿Quiénes son los amigos?”, se pregunta Echen. Y dice: “Evidentemente en la muestra está claro. Está a la vista que ni siquiera son pintores, excepto Daniel García, que es quien más se puede acercar al concepto de pintor, el único pintor real que hay en la muestra es Schiavoni, y es un pintor en el tiempo de la pintura. El resto de nosotros, somos artistas que trabajamos en distintos lenguajes, yo incluso desde algún lugar tampoco sé bien qué significaría en este caso el término artista, pero lo que sí sé es que nos une algo como el arte, el arte contemporáneo, un proyecto, un pensamiento sobre el arte; cuando digo un pensamiento, no es un único pensamiento, es un piso conceptual desde el que trabajamos. Creo que es a eso a lo que llamamos amistad”.

“Con los pintores amigos” sirve también para ubicar esta muestra en una sutil genealogía. En efecto, la historia del arte de Rosario se ha beneficiado del productivo nucleamiento de sus artistas desde los 30, cuando a instancias de Berni se creó la Mutualidad Popular de Estudiantes y Artistas Plásticos de Rosario, que nucleó también a maestros del arte argentino de la talla de Leónidas Gambartes, Juan Grela y Anselmo Piccoli. Esta tradición conoció otro de sus momentos fuertes en el Grupo Litoral en los años 50.

Asignar un sentido integral a la muestra, pretensión por otra parte probadamente estéril, de las vanguardias a la actualidad, le cuesta incluso a Daniel García, aunque reconoce que “se arma un juego de relaciones” entre las piezas. “Por empezar, están representadas un montón de tendencias del arte contemporáneo, no son todas pinturas, algunas lo son en un sentido ampliado, y de otras se puede decir que tienen a la pintura como un marco de referencia”, dice.

“Entre las distintas clases de obras, que van desde objetos, fotografías, instalaciones hasta videos y pinturas —agrega—, a mí me interesó particularmente ese diálogo, cómo convivían perfectamente obras de distinta concepción, de distinta materialidad y de distinta estrategia de aproximación al arte. Sin embargo funcionan muy bien en el mismo ámbito. Me quedé muy contento con el diálogo que se daba entre mis dos pinturas y la pintura de Schiavoni, él es para mí el mejor pintor de Rosario, y ha sido un referente siempre, y estar en una misma muestra con un cuadro de él es para mí un honor”.

El texto que introduce la exposición es deliberadamente ambiguo. Fue escrito para que el espectador lo lea antes de ingresar a la experiencia de la muestra. Sin embargo, su cuidada dosis de oscuridad desnuda la construcción incierta del corpus, su no explicitado código: hay obras que hacen referencia al exhibicionismo o a la violencia panóptica del psicópata que todo lo vigila, y otras, constituidas en presencias más enigmáticas, cuyo sistema de referencias es menos transparente. El texto cita también dos frases que ayudan a comprender algunas ideas centrales en este laberinto: “La pornografía no tiene nada que ver con el sexo” y “El sexo no tiene nada que ver con la pornografía”.

Para aportar a una mejor comprensión de esta consigna, Echen dispara: “El arte, sobre todo el arte contemporáneo, se vincula a la pornografía. Si hay algo que uno podría afirmar del arte es que no es pornografía, sin embargo, el arte puede trabajar la pornografía porque la sitúa en otro espacio, de hecho algunos de nosotros trabajamos esos temas. Puedo decir que Daniel García está expuesto en este momento con una obra que hace referencia a algo que podría estar cercano a la pornografía, también la obra de Claudia del Río y la mía pueden ubicarse en ese lugar. Justamente porque ese corrimiento, que a veces puede parecer mínimo, pero que por mínimo que sea desplaza de un campo a otro, el corrimiento hacia el arte transforma. Esa es la relación. Cualquier persona que haya visto una película porno del tipo que sea, si le encuentra algo vinculado al sexo, tendría que ponerse a pensar qué cree él que es el sexo, qué piensa sobre el sexo, realmente podría ser un documental”.

Tanto la muestra, en su materialidad expuesta, como la teorización de los curadores y el testimonio de los artistas abren el campo al debate estético. También, en una segunda lectura, al debate ético, y quizás ésta haya sido la secreta ilusión, la apuesta de máxima de todos los conjurados en este proyecto. Hace ya casi un siglo que hemos tenido que reconocer la impericia del arte para imitar la vida. El sentido, desde entonces, no es uno, ni evidente a la mirada. Requiere de nuestra acción, de nuestra perspicacia, nuestra complicidad, nuestro compromiso.

Acaso sea esa la segunda lectura que “Los pintores amigos” reclaman.
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Distintos y relacionados. Dos de las obras convocadas en "Los pintores amigos".


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