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 sábado, 07 de julio de 2007  
Artesanos: decorativa y funcional
La ceramista y artista plástica María Isabel Calvó diseña vajilla que escapa de las líneas rectas y los tonos convencionales

Textos: Paulina Schmidt

Cerámicas hay muchas, exclusividades pocas. Con diseños simples y manteniendo la calidez de una pieza hecha a mano, la ceramista y artista plástica María Isabel Calvó pone en juego su experiencia en materiales, esmaltes y terminaciones. “El valor agregado de la cerámica artesanal es la personalización de objetos utilitarios y decorativos que armonizan con el entorno cotidiano”. La artista charló con Estilo acerca de su experiencia en combinar materiales y su incursión en la escultura.

Una habitación repleta de objetos de su autoría demuestran la producción de los últimos tres años de trabajo. Los tonos más sobresalientes son el azul china, caramelo, verde botella (oscuro) y rojo rubí. Colores estridentes y detalles finamente cincelados adoptan la forma de flores, hojas o ramas. La vajilla es personalizada y cada pieza lleva un diseño exclusivo que por lo general escapa de las líneas rectas y los modelos tradicionales. “A los doce años ya jugaba con arcilla y a los quince, luego de aprender la técnica de batik —pintura en tela—, probé con la cerámica. Siempre me gustó pintar, dibujar y todo lo relacionado con el arte, pero al principio no me identificaba con esta vocación”, explica la artesana, quien además es técnica química egresada del Politécnico.

Luego de trabajar por un tiempo en un laboratorio de fundición de metales y hacerse un lugar como única mujer dentro la empresa, la artesana descubrió que la cerámica era la única actividad en la que verdaderamente se sentía cómoda. En la escuela Provincial de Artes Visuales se especializó en cerámica, pintura y escultura. “Cada técnica tiene algo especial y específico, por eso es tan importante estudiarlas a todas”, dice.

Mientras incursionaba en el mundo de las artes, comenzó a dedicarse también a la escultura decorativa consciente de que sólo podía obtener una recompensa emocional a cambio de sus obras. Sus trabajos merecieron premios y menciones en distintos salones de la ciudad y de Buenos Aires, y actualmente se desempeña como vicepresidenta del Salón de la Cerámica que todos los años convoca en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia.

“Desde que comencé anhelaba el momento en el que pudieran reconocerme por mi trabajo como ceramista y creo que ahora lo estoy disfrutando”, afirma María Isabel, quien ya lleva casi treinta años dedicados a diseñar y crear objetos decorativos y artísticos. La producción de ramos y canastos marcó un hito en su trayectoria porque llegó a comercializarlos en todo el país y tuvo un taller funcionando con tres hornos y quince empleados a cargo.



Secretos del oficio

De acuerdo a los conocimientos obtenidos como técnica química y como artista, actualmente produce y separa su trabajo en tres áreas diferentes: una línea multifuncional, una decorativa y otra artística. Con diseños simples combina distintos materiales y esmaltes, y proyecta terminaciones y líneas de diseño renovadas. Cada objeto es único y posee un alto valor estético. Juegos de té, vasijas, platos y bandejas mantienen la calidez de una pieza hecha a mano y armonizan con el entorno.

Profundamente admiradora de las culturas primitivas y del arte oriental, la ceramista estudió durante un tiempo el idioma japonés. “Toda la cultura está relacionada con una filosofía de vida que difiere radicalmente de nuestras costumbres y ceremonias. De ellos incorporé las formas puras y sencillas en piezas que transmiten serenidad. Cuando comencé eran sólo decorativos, hoy son objetos útiles y funcionales, livianos y de menor tamaño, y difieren de la tradicional vajilla de las generaciones pasadas”.

La historia de la técnica que utiliza se entrecruza con casi todos los pueblos del mundo. Los chinos fueron los primeros que incorporaron técnicas más sofisticadas a la cerámica, incorporando las piezas en hornos. Luego cada civilización adoptó métodos diferentes. Si bien la materia prima es la arcilla en combinación con agua, sílice, plomo, estaño y óxidos metálicos, el trabajo de la cerámica puede variar según la técnica. La loza, por ejemplo, se trabaja a una temperatura que oscila entre 1020 y 1040 grados; el gres requiere 100 ó 200 grados más y utiliza una arcilla no calcárea y sal, a diferencia de la cerámica convencional. En cambio la porcelana se funde a más de 1250 grados y se utilizan los óxidos de potasio, magnesio y aluminio.

Calvó crea sus piezas de loza y gres, según la técnica Rakú, que se logra mediante una pasta especial que soporta el shock térmico que produce sacar un objeto del horno, luego colocarlo en aserrín y por último enfriarlo con agua. Esto le otorga un efecto antiguo.

Debido a sus conocimientos de química, la ceramista prepara la mayoría de las pastas, combina color, textura y acabados.
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