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 domingo, 01 de julio de 2007  
[Reuniones] - El Grupo 47 y la literatura alemana moderna
Y la banda siguió tocando
No sólo los grupos de rock vuelven a unirse. También los escritores, como demostraron Günter Grass, Martin Walser y Joachim Kaiser

Esther Andradi - Especial / Señales

La premisa no puede ser más contundente: “El sofá azul”, programa de la segunda cadena oficial de televisión alemana va a filmar la conversación de tres pesos pesados de la literatura. La cita es en el Berliner Ensemble, el mítico teatro que fundara Berthold Brecht, y a juzgar por la cantidad de gente que se apretuja en los pasillos, más que un evento literario parece la convocatoria a un concierto rockero. Los escritores Günter Grass y Martin Walser junto al crítico Joachim Kaiser, los Rollings Stone de la literatura alemana, han sido invitados para recordar los 60 años de la creación del Grupo 47, el mismo que sentó las bases de la literatura en lengua alemana de la posguerra. El tiempo es tirano, le gusta decir a la televisión, y en este caso, cualquier tour puede ser el último encuentro de estos grandes: Walser acaba de cumplir 80 en marzo, Joachim Kaiser festejará el próximo año y Grass se apronta a enfrentar su octava década en octubre. Coincidiendo como siempre con la Feria Internacional del Libro de Frankfurt, donde desde hace años forma parte casi del inventario, como la champaña que irremediablemente lo recibe para brindar por su aniversario.

MTB, el calzado deportivo de moda en Alemania, imita el andar de los Massai. Martín Walser, autor de “Caballo en fuga” entre otros libros, y uno de los primeros integrantes del Grupo 47, lleva esos zapatos que quedan en primer plano frente a la cronista en esta tarde de junio, con mucho calor, demasiado si se piensa que aún no ha irrumpido el verano. La sala donde alguna vez Brecht presentara sus puestas de “Madre Coraje” o la “Ópera de los Tres centavos” está ahora repleta de gente que ha venido a admirar a dos grandes escritores y a un crítico literario de aquellos que leían de a de veras, como se dice en Ataliva, mi pueblo. Los tres sintetizan la experiencia del Grupo 47, disuelto hace ya 40 años, a la sombra de la guerra de Vietnam y con los adoquines de la revolución estudiantil, que en Alemania fue vanguardia y se adelantó en un año a la de París. Y sin embargo, aún retumba la experiencia fundante de aquellos años, como esas bandas que hicieron historia y una siempre sueña con un último concierto. Una función que los reúna. Una gira. Como para confirmar que el tiempo no pasa y una sigue teniendo veinte.

Antes de comenzar la conversación, unas imágenes de archivo son el aperitivo que despierta el apetito. Ahí están, registrados en la memoria del celuloide, poetas y literatos fundadores de la literatura en lengua alemana de la posguerra. Por siempre veinteañeros y en blanco y negro. Un Enzensberger imberbe, la bella Bachmann, el Grass con sus bigotes insolentes, las cejas escobilladas de Martin Walser, el joven Max Frisch, el temible Marcel Reich-Ranicki, y Joachim Kaiser, un crítico que ya entonces se perfilaba como quien devino. Tolerancia y sentido común por un lado, y por el otro el deseo apasionado de iluminar el reino del arte y sus secretos, el único crítico en lengua alemana capaz de hablar de música y literatura y teatro con la misma cabalidad. Joachim Kaiser esta tarde oye los escarceos de Grass y Walser durante un largo rato, hasta que interviene. Una puede imaginarse cómo fueron entonces sus primeras participaciones en el Grupo, con esa suficiencia contenida y al mismo tiempo la absoluta certeza de criticar preguntando. Este hombre, que fue director jefe del prestigioso diario Süddeutsche Zeitung desde 1959, recibió en el 2001 el Premio Hildegard von Bingen por su carrera en los medios, algo así como el Pulitzer en lengua alemana.

El primer encuentro del Grupo tuvo lugar en 1947 en Bannwaldsee, un pueblito de los Alpes alemanes y en casa de la escritora Ilse Schneider-Lengyels, hoy totalmente olvidada. Apenas dos años después de terminada la guerra, los Aliados no permitían concentraciones de ningún tipo, pero el Grupo se reunió igual. Nació entonces, bajo el signo de la desobediencia. A partir de ese momento sus miembros se citaron sistemáticamente durante dos décadas en diferentes lugares. En Alemania y en el exterior. Funcionaban como un taller literario. Allí llegaban autores y autoras por estricta invitación del coordinador, el escritor Hans Werner Richter, quien elaboraba la orden del día. Las sesiones se extendían de nueve a diez horas, se leían los manuscritos, que después, los colegas oyentes, descuartizaban o coronaban. Lo peor que podía pasar, recuerda Joachim Kaiser, era que el texto no produjera debate, que cayese como la lluvia. Ni fu ni fa. Ni carne ni pescado, como se dice en alemán. Ni llantos, ni furia, ni gloria. El olvido.

El grupo 47 se propuso barajar y dar de nuevo. No se invitó ni a los antiguos escritores alemanes ni tampoco a los emigrados, así que por un lado fue acusado de comunista y por otro de antisemita. “Pero no éramos ni uno ni otro”, se defiende Grass. “También fui criticado por nacionalista, no lo olvides”, anota Walser, quien declaró alguna vez que le resultaba insoportable la división alemana, porque sólo un país unido puede hacerse cargo de su historia.

“Se nos criticaba por decir aquello que se pensaba, pero que no había que hacer público”, apunta Grass. “Era normal que pasara —añade—, todos nosotros fuimos marcados por la guerra, éramos sobrevivientes...”

Al grupo se unieron pronto el suizo Max Frisch, la austríaca Ingeborg Bachmann y el mítico Peter Weiss, con su “Marat Sade”, que tuvo allí el bautismo de fuego. Paul Celan sufrió críticas terribles, Günter Grass fue consagrado durante la lectura del primer capítulo de “El tambor de hojalata”. Y la presencia de Böll, anota ahora Kaiser. “El gran Heinrich Böll, que devolvió la confianza a las letras alemanas en el extranjero con una obra soberana, nítida, a la altura de los clásicos. Y no sólo por la literatura, también por sus intervenciones contra la Iglesia, los dogmas, la prensa sensacionalista... Los políticos descubrieron muy tarde el poder de esa literatura. Como siempre.”

Poco o nada de la literatura alemana de las primeras dos décadas de posguerra quedó fuera de la órbita del Grupo 47. A su sombra nacieron premios de consagración literaria, se establecieron las modernas editoriales y compiladores y se consolidó la crítica. Se llevaron adelante enfrentamientos históricos contra la prensa del grupo Springer, editores del Bild, uno de los periódicos de millonaria circulación el el país y profundamente opositor a la revuelta estudiantil, apoyada por escritores y escritoras.

¿Qué queda hoy de aquella gloria? Poco o nada, afirman. Antes había un impulso muy grande, se sentía la necesidad de inventar espacios, de practicar la cultura de la discusión, la controversia. Nada que ver con la resignación de estos días, el aislamiento, la desorientación... Y sin embargo cada generación tiene su tiempo y a cada una le toca aquello que debe resolver. Para eso está el intelectual, como diría Hans Magnus Enzensberger: para hacer su trabajo tan bien como le sea posible y no para lamentarse por su condición.

Entonces el tiempo se acaba, los spots enfocan al público de pie, aplaudiendo a los ídolos que suman casi dos siglos y medio sobre el escenario. Como en los conciertos saludan una, dos, tres veces. Tomados de la mano se inclinan, actores de una puesta imaginaria. La de vivir para escribir. Para que todo aquello que duela se convierta en lenguaje. Para sanar la piel, el cuerpo. Y devolverle el alma a un idioma.


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Fundador. Günter Grass, premio Nobel de Literatura y miembro del Grupo 47.


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