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 domingo, 24 de junio de 2007  
Interiores: ¿blanco o negro?

Jorge Besso

Es evidente que de la expresión blanco o negro lo mínimo que se puede decir es que no admite medias tintas. Este dicho también proclama que no se admiten las medias tintas, es decir una tinta a medias que disminuida en su negrura se aproximara al blanco, y por lo tanto conformará un gris que es lo que habita entro lo blanco y lo negro. Ambas expresiones son familiares, o sea muy corrientes, y comparten el mismo sentido de manera contundente: una de dos, o se es bueno o se es malo. O es verdad o es mentira. O se es fiel o se es infiel, y no hay grises en el asunto porque en cosas tan candentes no se admiten los términos medios.

Son muchos los temas (quizás todos) en los que se aplica la lógica de lo blanco o lo negro como una disyuntiva que no admite matices, ni mucho menos lugar para las dudas. Lo interesante es que la expresión, y por lo tanto el sentido que porta, no sólo dice que las cosas o bien son blancas o negras, sino que no pueden ser al mismo tiempo ni respecto del mismo tema blancas y negras.

“Blanco y negro” se llamaba una tienda de mi pueblo en San Jorge, en la mitad del recorrido entre mi casa y la zapatería de mi padre. La tienda estaba en una esquina en diagonal a la Biblioteca, cuya directora era mi tía Egle. En un día, no sé si negro o blanco, la tienda fue vendida e irrumpió la tranquilidad comercial del pueblo la firma Baravalle. Esta impuso una agresividad comercial quizás anticipatoria de los tiempos del llamado neoliberalismo, que vino a completar el diseño final del capitalismo top que reina en el mundo con efectos más negros que blancos.

Lo blanco y lo negro tienen prestigios muy distintos en tanto que lo blanco representa la pureza, lo virginal, en definitiva el bien; y por el contrario al negro se lo asocia a lo impuro, al pecado (también al luto) y por lo general representa al mal. Estos sentidos, más algunos otros, hacen que blanco o negro sean uno de los pares de opuestos más clásicos apuntando en contra de la ambigüedad de las cosas y de las indefiniciones, tanto de los individuos como de las sociedades.

El humano, al igual que en la mayoría de sus cosas, es un ser ambiguo de forma tal que la mayoría de los ejemplares no destilan una gran claridad, albergan contradicciones, y aun los especímenes que circulan por el mundo haciendo gala de claridad y pureza muchas veces se destapa que en el patio trasero hacen lo que condenan públicamente. Seguramente que una encuesta sería imposible que diera como resultado que en el mundo la suma de los blancos (puros) más los negros (impuros) no agruparía a la mayoría de la humanidad. En su lugar encontraríamos una mayoría de grises. Seres buenos, en ocasiones mentirosos, razonablemente fieles, parcialmente ubicados en la realidad, con una cuota de sentido común, capaces algunos días de dejar una moneda en el semáforo a alguien que está clamando. También seres moderados tanto en sus ingestas sólidas como en las líquidas. En definitiva razonablemente felices, con alguna capacidad de acordarse del otro aunque más no sea en el día del cumpleaños.

Se pudo leer en los diarios que Isaac Newton pronosticó en una carta publicada en 1704 (a partir de una serie de cálculos desprendidos de un fragmento bíblico) que el mundo se terminaría en el 2060. Quedan 53 años para comprobar si se cumple el vaticinio. Acierto o error. O blanco o negro. La inmensa mayoría de los que tenemos 50, o más años, ya no estaremos para morir junto con el mundo. Tampoco estarán los que tengan una suerte negra por ser el blanco de algún ataque de la clase que sea. Sin embargo con toda probabilidad el mundo siga a pesar de la cadena de despropósitos de gobernantes y de gobernados.

Porque muy a menudo las cosas no son ni blancas ni negras ni condenadamente grises. La vida suele estar en los matices. Precisamente matizar es un verbo usado especialmente en pintura, según parece desde el siglo XII. Consiste en la graduación y combinación de los colores dando lugar a las sutilezas, y en ocasiones a los rasgos menos perceptibles de una obra, tal como dice la Academia de la Lengua. Las opiniones y posiciones extremas suelen tener la apariencia de lo verdadero y de lo auténtico. O blanco o negro. Pero la apariencia de verdad no es la verdad. La verdad destila matices.


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