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 domingo, 24 de junio de 2007  
Sociedad: la feminización del management

Cada vez con más frecuencia asistimos al acceso de un gran número de mujeres a puestos de carácter directivo. El fenómeno es tan amplio que va desde la gerencia de una empresa hasta la presidencia de un país. En el campo de las organizaciones, algunos lo han dado en llamar “feminización del management”. Se trata de un modo de dirección de personas más cercano a la escucha abierta, la comprensión de la perspectiva del otro, la contención, más “nutricional” y alejado del estilo “yo mando, usted obedece”. A lo largo de la historia muchísimas mujeres no han alcanzado el grado de notoriedad que ameritaban en el ámbito de las ciencias, de las letras, de las artes, por razones de índole socio-político-económico. Cabe preguntarnos, más allá de los inalienables derechos, si mejoramos algo con la nueva situación.

Dando por sentado que en el plano intelectual hay tantas mujeres como hombres talentosos, un primer aspecto promisorio podría ser el de una mayor propensión a las actitudes proactivas.

El panorama actual de las organizaciones se caracteriza por mercados turbulentos en medio de escenarios dominados por el cambio constante. Ante tales circunstancias, el modelo masculino de planificación y control no resulta apto para responder ante tales acontecimientos. El hombre, con su mayor carga obsesiva, suele hacer de los planes una panacea, ya que se ilusiona con poder manejar los eventos del devenir. Pero la irrupción del azar lo deja atónito, exhibiendo un rostro que trasunta entre la perplejidad y el asombro. Y es que lo indeterminado, en el mundo actual, no avisa con anticipación y menos se fija si habíamos previsto incluirlo en el planeamiento.

La mujer a menudo reacciona rápida de reflejos, sin quedar enredada en el dilema de lo que fue y lo que podía haber sido.

Podríamos decir que algo de su ser está hecho de la misma materia que la incertidumbre lo que la habilita para no quedar paralizada, o al menos demorada, “rumiando” ante los “desvíos” entre lo programado y lo implementado. Un segundo aspecto superador podría darse con las ya citadas competencias interpersonales.

Mayor sensibilidad, mayor empatía, mayor capacidad de motivación, mayor gusto por la producción colectiva y la participación de todos los miembros del equipo de trabajo. Todo ello, siempre y cuando no tome lo peor del universo masculino (el autoritarismo, la prepotencia, la jactancia) y no logrando trascender más allá de un mero papel de “jefecita” o de “dama de hierro” al más puro estilo fálico.

De ser así, lamentablemente, sólo encontraríamos más de lo mismo.





Germán Risemberg

Director del Instituto Argentino

de Estudios Empresariales

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