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 sábado, 09 de junio de 2007  
Imágenes de un recreo diferente
Con aros de básquet y mesas de ping pong, la Escuela Arzeno le cambió la cara a la hora de los juegos

Marcela Isaías / La Capital

“Ahora el recreo es más divertido, peleamos menos, jugamos y no salimos sólo para ir al kiosco a comer”. Esas son las palabras que elige Franco Cicchirillo, de 12 años, para describir un proyecto escolar que se propuso cambiarle la cara a los recreos. ¿Las herramientas?: sogas, aros de básquet, elásticos, mesas de ping pong y rayuelas. La Escuela Nº 83 Juan Arzeno es la protagonista.

Como toda buena idea, comenzó con alguien que dio el puntapié inicial, luego creció con más propuestas. Una de las vicedirectoras, Nora Furfari, fue la que invitó el año pasado a los abuelos a jugar con los alumnos. La iniciativa de Nora creció y este año se sumaron otros entretenimientos.

“Compramos aros de básquet, sogas, elásticos y la cooperadora nos ayudó mucho con dos mesas de ping pong”, dice la directora Graciela de Barbato, acompañada por dos vices: Margarita Bucceta y Analía Foresi. Tal como relatan se trató de pensar otra opción a decirles siempre que “no se puede correr” a los chicos.

Las alternativas que buscaron fueron de bajo costo y de las que han sobrevivido a todas las épocas: saltar a la soga, al elástico o a la rayuela. La iniciativa buscó cambiarle la cara a los recreos, prevenir golpes y caídas, e invitar a integrarse a nenes y nenas, nada menos que a través del juego.

Y la verdad es que así lo entienden los chicos. Daniel Mauselli, Ana Laura Ferreyra y Maite Martinucci tienen 12 años, están en 7º y aseguran que la soga “es lo mejor del juego”, y agregan: “Ya que no nos dejan correr, esta es una manera de pasarla bien, de estar más en grupo y divertirnos”.

La Escuela Arzeno —Ovidio Lagos al 1100— tiene 750 alumnos, que aprenden en dos turnos, desde el nivel inicial hasta el 7º año. No escapa a los problemas comunes a los establecimientos numerosos, donde los recreos a veces se convierten en espacios donde los accidentes son moneda corriente. Por eso esta idea es más que bienvenida.

Pero hay más. Las maestras dejan de ser una especie de agentes de control del patio para integrarse a la recreación. Alicia Faletti es docente de 6º y 7º año y una de las que no demora en saltar a la soga. La misma directora se une al ping pong de los recreos.

“Lo bueno es que los chicos se organizan solos y se encargan de guardar todo hasta la próxima campana”, dicen las directivas y recuerdan que en poco tiempo, la escuela sumará un nuevo rincón de cuentos y títeres para los más chicos.

Las mesas de ping pong son la excusa para llegar a horario y pelotear un rato antes de entrar a clases, además son promotoras de minicampeonatos que se realizan los sábados por la mañana en la escuela.

Mientras Naschel Crespi Cámpora, Paulo Méndez y Guillermo Ferreira de 6º juegan al ping pong coinciden en que el mismo les “permite compartir un rato con amigos”.

Quizás las más charlatanas de las entrevistadas es un grupo de nenas, de 9 años, que cursan 4º año y que se disponen a jugar al elástico. Son Agustina Vacs, Agustina Rosso, Agustina González, María Angeles Astorga y Lucía Sabesinsky. Entre risas y miles de indicaciones a este medio de lo que hay que apuntar, explican que aprendieron a jugarlo en la casa, en la escuela o bien que se los enseñó la mamá. Al final, una de ellas pide la palabra e indica: “Preguntanos lo que quieras, que con lo que anotes podrás escribir tu nota”, augurando así que se trataba de una buena historia para contar.
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Sin diferencia. Los chicos de la Escuela de Ovidio Lagos al 1100 aseguran que se divierten más que antes y que saltar a la soga es una de las opciones preferidas.

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