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 domingo, 13 de mayo de 2007  
Para beber
Para beber: cambios Climáticos

Gabriela Gasparini

Los efectos que el cambio climático iba a tener sobre nuestra vida cotidiana, hace rato que dejaron de ser meras conjeturas de científicos obsesionados con el tema para ser una realidad palpable. Todas corremos a guardar el auto para salvarlo de las piedras apenas vemos el cielo oscuro; dejamos de guardar toda la ropa de verano cuando el calendario avisa que llegó el invierno y viceversa, porque las fechas ya no indican nada. Y qué decir de la humedad y los pelos (ya no existe una crema anti frizz que aguante); y ni bien ponemos un pie en la calle parece que acabáramos de sacar los dedos del enchufe. Más de una habrá pensado seriamente en volver a los pañuelos en la cabeza que tan lindos le quedaban a Grace Kelly. No hablemos de las inundaciones, y toda la seguidilla de calamidades surgidas de la conjunción entre la naturaleza y la falta de preocupación de quienes están al frente de los organismos que deben ocuparse de velar por el bienestar de los ciudadanos.

   Vamos a centrarnos en nuestro tema que es el vino, que ya está sufriendo por el calentamiento global, y que si bien el problema afectará a todo el planeta, los que ya ven cómo la situación se modifica más rápido de lo pensado son los viticultores europeos y estadounidenses.

Los más beneficiados con el cambio en el mapa vinícola son los países del norte de Europa. Ya no será algo raro probar tintos noruegos, polacos y daneses, o buenos blancos holandeses. Las uvas van trocando su lugar de asentamiento, mudándose varios cientos de kilómetros hacia la región septentrional del continente para dar ahí sus mejores frutos. Y la realidad va modificando las relaciones comerciales, a partir del cultivo de cepas en lugares que antes se veían como imposibles. Para dar algunos ejemplos, a la Riesling parece que le va a costar mantener su reinado alemán, pero se prevé un futuro brillante para esa uva en Escandinavia. Las salvadoras de la industria teutona no serían otras que la Merlot y la Cabernet Sauvignon. Esta nueva distribución trae aparejada la crisis que empieza a hacerse notar en Italia. Allí los productores de Chianti van perdiendo el mercado alemán, que ahora elabora tintos que pueden competir sin complejos con los de la península. Pero no todo es papel picado y serpentinas para los alemanes. Su famoso Eiswein va camino a la desaparición si la temperatura sigue subiendo.

Este vino dulce necesita inviernos bien fríos, de hecho la recolección de las uvas se hace a varios grados bajo cero, pero eso parece que a corto plazo serán sólo recuerdos que quedarán en la memoria de los nostalgiosos.

   Mientras tanto, en España aseguran que las zonas vinícolas ubicadas al sur, y en especial el Penedés, pueden llegar a desaparecer dentro de 40 ó 50 años. En cambio, Galicia se verá favorecida por los grados que subirá la temperatura y sus caldos serán más aromáticos, con más cuerpo y de calidad superior. Y, además, podrá adoptar nuevas cepas que en la actualidad no encuentran en esa región el clima adecuado para desarrollarse como la Chardonnay y la Cabernet Sauvignon.

  Todas estas variaciones térmicas han provocado estrés térmico en las vides que maduran antes o se pasifican cuando no debieran, como así también una transformación en el gráfico de las enfermedades propias de cada zona, y un incremento del azúcar y de la graduación alcohólica.

El grave problema de la sequía fue el centro de atención en las últimas jornadas sobre clima y viticultura. En ellas se propuso cambiar la cultura de elaboración en los países mediterráneos, que deberán implementar distintos métodos de riego para que la falta de agua no malogre sus cultivos.

   Como siempre ocurre, hay quien gana. Una de las beneficiadas es Gran Bretaña, con temperaturas más benignas, sus uvas muestran sus bondades como actoras imprescindibles de una producción que ha mejorado ostensiblemente sus vinos. En tanto, sobre nuestra región todavía no hay demasiadas predicciones porque, según aseguran quienes realizaron los estudios, el comportamiento climático es más constante, característica que se traslada al vino que producimos.

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