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 sábado, 12 de mayo de 2007  
Educando con el ejemplo

Marcela Isaías / La Capital

“La escuela del mundo al revés es la más democrática de las instituciones educativas. No exige examen de admisión, no cobra matrícula y gratuitamente dicta sus cursos, a todos y en todas partes, así en la tierra como en el cielo: por algo es hija del sistema que ha conquistado, por primera vez en toda la historia de la humanidad, el poder universal...”, así arranca Eduardo Galeano el primero de los capítulos (“Educando con el ejemplo”, se llama) de su libro “Patas arriba”.

   Y enseguida cita algunos ejemplos de modelos del éxito que produce este mundo y su escuela: “El mundo del revés premia al revés: desprecia la honestidad, castiga al trabajo, recompensa la falta de escrúpulos y alimenta el canibalismo...” Los ejemplos del mundo que describe Galeano se encuentran todos los días a la vuelta de la esquina, o con sólo hojear el diario.

   Cuando aprender y enseñar en condiciones dignas son derechos garantizados en la Constitución y en cientos de leyes que la complementan, concretarlos por esta vía del derecho implica muchas veces una pelea diaria con los mismos que producen y aprueban esas normas.

   El ejemplo de la lucha de los maestros santacruceños frente a un gobierno que termina de aprobar una ley de educación y otra de financiamiento educativo, y mantiene a los docentes con sueldos básicos de 161,10 pesos y a sus alumnos sin asistir a clases, es quizás el más elocuente de estos días.

   Pero hay otros más cercanos. Uno de ellos es la incertidumbre de aprender en escuelas que ruegan que no llueva más para no inundarse o que terminen la instalación de gas a tiempo para no congelarse.

   ¿Y cómo se aprender en un estado de incertidumbre?

   “Te despertás todos los días, te preparás para ir a clases y te preguntás: ¿Estará la escuela hoy?”. Tan simple como convincente es el relato que elige Ileana Martín, una de las alumnas del 4º año de la Técnica Nº 628, para explicar cómo se estudia en una escuela a la cual desde hace tres años la acecha el fantasma del desalojo.

   Pero para la joven tiene otra incógnita a resolver: “El gobierno dice que quiere sacar a los chicos de la calle, si es verdad que no lo haga cerrando escuelas, sino cuidándolas”.

   Ileana tiene 18 años, estudia en esta institución de Salta al 1300 desde los inicios de su secundaria, se recibirá de técnica en computación al final de este año y sueña con entrar a la Escuela de Policía.

   El planteo de la joven de no saber si tendrá su escuela al otro día refleja el descuido y negligencia de la educación pública de hoy.

   Sin embargo, tiene más para decir: “A nosotros nos enseñan que un gobierno es casi como una casa de familia, donde además de derechos hay deberes que cumplir, por ejemplo no olvidarse de pagar la boleta del agua. ¿Cómo es posible que el mismo Estado sea el que se olvide de pagar el alquiler?”, se pregunta la alumna a propósito de la deuda que la provincia mantiene desde hace seis años con el dueño del edificio.



Desilusión y bronca



  María Amelia Acosta (21) asegura que siente lo mismo que su compañera de clase, pero en especial “mucha desilusión por quienes gobiernan, porque muchas veces han dicho que esto se solucionaría y luego no se cumplió”.

   “Me da bronca que no se pague”, agrega Mariano Patolan (17), que espera recibirse este año para comenzar a trabajar.

   Mariano valora la fuerza colectiva surgida de esta triste experiencia de estudiar en la incertidumbre. “Ahora todos, con los profesores incluidos, hablamos más de lo que nos pasa, y eso está muy bien”.

   Rocío Cenitagoya (20) y Vanesa Torres (18) piensan igual que sus colegas y rescatan que “haya más compañerismo y unión entre todos”.

   Joel Heredia, de 16 años, es el único de 9º año y, interesado por saber de qué se trata la conversación con este diario, se suma a dar su opinión.

   “Yo vengo de una escuela privada, y aquí encontré confianza desde el primer día que llegué y me dijeron que abrirían una página nueva en mi vida. Me dieron confianza y abrieron los brazos, eso te lo da la educación pública”, dice Joel para argumentar por qué se decidió a defender su escuela.

   El alumno de 9º destaca otros valores junto a sus compañeros de 4º: “Uno se da cuenta de lo que tiene cuando lo pierde, no queremos que nos pase eso. Tenemos profesores que nos escuchan a cada uno y cuando hay un problema la directora nos invita a hablarlo. Eso es muy bueno y no se paga con nada”.

   Una verdadera clase de democracia. Quizás sea esa la primera conclusión a la que se arriba luego de conocer un poco más de cerca la defensa emprendida por alumnos, docentes y directivos de la Escuela Técnica Nº 628 para no ser desalojados del lugar donde trabajan y aprenden.

   La última noticia sobre el futuro de la escuela llegó un día antes de que la Justicia ejecutara el desalojo. La nueva promesa de la provincia de depositar en 72 horas (a contar desde el miércoles pasado) detuvo esta decisión judicial.

   Lo que no podrá detener será que quede registrada en la memoria colectiva la increíble impunidad de quienes miran para otro lado cuando hay que defender la escuela pública. Claro está, junto al protagonismo que alumnos y docentes emprendieron en la misma defensa.

   Es que, por suerte, como dice Galeano: “Está visto que no hay desgracia sin gracia, ni cara que no tenga su contracara, ni desaliento que no busque su aliento. Ni tampoco hay escuela que no encuentre su contraescuela”.
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