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 martes, 08 de mayo de 2007  
Separar la Iglesia del Estado

Se habla, se dice, se escandaliza, se promueve, se disgrega, se declara, se mide, se ata y hasta se come. Ya estoy cansado de sostener con mi anglicano bolsillo las jugosas jubilaciones de los obispos romanos. Estoy cansado de historias, estoy cansado de juegos y de que un jefe de Estado (el del Vaticano) se interponga entre lo que yo pienso y a quién debo votar. Por ejemplo: O por qué tengo que no ser homosexual, o por qué no debo hacerme un aborto, si mi conciencia me lo permite. Somos un país "Jardín de Infantes", como dijo la genial María Elena Walsh. Adolecemos de imaginación, y entonces buscamos padres, no pares. Dejamos que nos manejen y porque la curia publicita en mi diario, esto no se publica. En definitiva: ¿hasta cuándo el Estado y sus ciudadanos van a depender de la Iglesia Romana? ¿No es un país laico? ¿Por qué pagar con mis impuestos a un obispo? ¿Ya se olvidaron de Storni, de Grassi, etcétera? Somos un pueblo sin memoria. Y eso es realmente lamentable. No somos iguales porque algunos son más vivos. Hay que separar Iglesia y Estado.

Lic. Mario González Dorado

DNI 13.255.818

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