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 domingo, 06 de mayo de 2007  
Pareja: en la diversidad está la riqueza
¿Qué se espera de una relación? Cómo traban el vínculo las demandas

Responder a la pregunta “¿qué quieren las mujeres en una relación de pareja?” requiere de un largo listado. La mayoría de ellas manifestarán que desean a su lado a un hombre que les inspire confianza y que lo sientan protector, una persona a quien puedan sentir como un compañero para la aventura de vivir; alguien a quien cuidar y aconsejar; una persona que cuide de ella y le prodigue mimos; un amigo con quien conversar de igual a igual; una amiga para confiar secretos y chismes; una persona con quien consultar los problemas que no puede resolver por sí sola; una hermana que escuche sus pesares sólo como sabe hacerlo una hermana; un hombre romántico, buen amante, que sepa seducirla amorosamente y que conozca cómo proporcionarle placer sexual, pero que también sepa comprender su falta de deseo; alguien tolerante y servicial con sus suegros y un buen padre para sus hijos.

Y si nos preguntamos “¿qué quieren los hombres?”. También de ellos vamos a tener un extenso registro de aspiraciones: una mujer que trabaje y no resulte una carga para el marido transformándolo en el único proveedor; que pueda tener otros intereses de modo que no lo coloquen como único centro de sus vidas; que ejerza el rol maternal cuando las circunstancias lo requieran; que se ocupe de las cosas atinentes al hogar, que al llegar a su casa lo atienda y le brinde una situación confortable; que se dejen mimar cuando ellos estén dispuestos a hacerlo; que comparta su gusto por el trabajo y los deportes; que en lo posible tenga intereses, y, sobre todo, que siempre que él lo solicite esté dispuesta sexualmente y responda con entusiasmo y rápidamente a sus pedidos y fantasías.

Si coincidimos en que estas demandas (en la generalidad de los casos), ya sean explícitas o implícitas, conscientes o inconcientes, son propias de hombres y mujeres, debemos convenir que nuestras expectativas con respecto al otro son ilimitadas o por lo menos exageradas. Y que lo seguro (no diría siquiera lo probable) es que resultemos defraudados en nuestros deseos.



El uno para el otro

Desde los albores de la relación, cuando caemos enamorados y declaramos ese amor con frases como “sos todo para mí”, estamos formulando que esperamos la reciprocidad de esa entrega: debemos ser el uno para el otro.

Estas formulaciones dejan de lado a todos los demás. Aclaran, de manera que no deja lugar a dudas, que si yo te elijo, espero de vos que seas todos aquellos vínculos a los que renuncio, todas aquellas personas a las que abandono, el mundo que sacrifico en aras de este amor, los posibles amantes, las aventuras que no conoceré.

En la declaración amorosa subyace esta pretensión totalitaria de hacer del otro nuestro deseo, quien tiene la misión de cubrir todas nuestras faltas, de darnos todo lo que necesitamos, de hacernos felices. “Debes ser todo aquello a los que por vos he renunciado. Si yo he sacrificado el mundo que me rodeaba al elegirte, ahora debes ser ese mundo”.

Este totalitarismo inevitablemente desembocará en reproches por no ser todo lo que se exige. Problema de la pareja de no poder ser más que uno de todos los actores que el otro pretende; problema de la pareja monogámica que, repito, de manera consciente o inconsciente, desea encontrar en el otro la diversidad de la poligamia.

Esta pretensión lleva a reprochar al otro no estar a la altura de los deseos, y a veces, a reemprender la búsqueda de otro que satisfaga las ilusiones. Demás está decir que esto no podrá brindar los frutos esperados.

La sabiduría consiste en aceptar tanto nuestras limitaciones como las del otro y que en este mundo polifacético en el que vivimos, si extendemos nuestra mirada podemos encontrar la diversidad y la riqueza que anhelamos sin exigírselas a nuestro compañero. Y así la pareja, despojada de una carga imposible, puede demostrar todas las virtudes ..



Domingo Caratozzolo

Psicoanalista

www.domingocaratozzolo.com.ar
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