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 domingo, 06 de mayo de 2007  
Una disciplina que gana adeptos
Eutonía: un camino que lleva al autoconocimiento
Tiene como objetivos mejorar el tono muscular y regular el estrés y las emociones

Florencia O'Keeffe / La Capital

El estado emocional y la postura corporal están íntimamente relacionados. Entre ellos transcurre una trama de tensión que no se apaga nunca mientras estamos vivos. El estrés, la angustia, la enfermedad, los avatares propios de la vida, tensan esa cuerda invisible pero poderosa que puede provocar que los dolores sean aún más potentes, que la tristeza sea más profunda, que la ansiedad resulte casi insoportable...

Para lograr armonía y salud es necesario que fluyan, en forma constante, mente y cuerpo. Que esa cuerda sea lo suficientemente flexible para no quebrarse. En este campo, trabaja la eutonía, una disciplina que invita a detenerse en la estrecha relación que existe entre la postura del cuerpo, las emociones y la interacción con el entorno.

“En todo lo relacionado a la salud hay un déficit importante. Y es la necesidad de la gente la que promueve que existan disciplinas como la eutonía que ofrece respuestas allí donde parece que no las hay, que invita a encarar un proceso educativo mente-cuerpo, a observar esa integración”, destaca Alejandro Odessky, médico y director de la Escuela Argentina de Eutonía, y magister en psiconeuroinmunoendocrinología.

Los eutonistas, que cuentan con experiencia y formación adecuada, guían a sus alumnos en ese aprendizaje. Las clases son grupales pero también hay sesiones individuales donde se vivencian los principios de la eutonía que son: conciencia de la piel, de los huesos, del espacio interno y la incorporación de técnicas que permiten evaluar la flexibilidad muscular y la movilidad de las articulaciones, entre otros.

El maestro o profesor tiene una participación activa donde a través de la palabra y de sus propios movimientos conduce a los participantes para que logren los objetivos.

“Lo que nos proponemos es que a partir de un proceso educativo, de autoconocimiento, se reconozcan patrones habituales de movimiento y reacción, el modo en que se distribuyen las tensiones, el estado de las funciones neurovegetativas, las reacciones de los tejidos y órganos frente a las fluctuaciones del tono. En definitiva, se intenta educar la fluctuación del tono muscular”, puntualiza Odessky.

La eutonía está especialmente indicada en personas con ansiedad, fobias, trastornos del sueño, contracturas, enfermedades respiratorias crónicas, problemas cardíacos, trastornos gastrointestinales y estrés.



La experiencia vivida

“Fui uno de esos niños que de chiquitos siempre tenían problemas; sufría manifestaciones de enfermedades psicosomáticas, era asmático. Cada vez que me enojaba o molestaba por algo tenía reacciones físicas y emocionales un poco exageradas. Mis trastornos respiratorios me ocasionaron problemas óseos, articulares y musculares. Era sumamente sensible. En ese momento, me ayudaron con lo que había, y sobre todo, me medicaban para paliar los síntomas o me mandaban a hacer deportes que agravaban mi condición”, recuerda Odessky.

Esos pesares de la infancia y la juventud lo llevaron a bucear, a investigar, a buscar las soluciones que no le daban. “Así llegué a la carrera de medicina, y si bien obtuve un cúmulo de información que me resultó efectiva, necesitaba ahondar en mi problema. Fui conociendo gente interesante que me fue dando pautas para conocerme más, a un nivel de profundidad mucho mayor”, menciona.

Fue andando por esos caminos que Odessky se asomó a la eutonía, de la mano de discípulos de Gerda Alexander, la creadora de la disciplina que en tiempos de guerra en Europa observó la vinculación entre actitudes posturales y estados anímicos y logró pautas para mejorar esa interacción.



Desafiando el destino

Alexander había sufrido en carne propia las limitaciones de cuerpo ya que de joven contrajo fiebre reumática y endocarditis. Tuvo la suerte de crecer en un entorno familiar donde la música estaba siempre presente, lo que la llevó a sentir un especial gusto por la danza. Esto la obligó a crear formas de movimiento que no compliquen sus afecciones. Pasó largos períodos de reposo pero trabajó para conseguir movimiento más “económicos” y espontáneos que le dieran bienestar y mejoraran su salud.

Con ese espíritu, en 1987, Odessky creó la Escuela Argentina de Eutonía, con sede en Buenos Aires y seguidores en todas las provincias. "La idea de la escuela en este país tuvo que ver con la necesidad de profesionalizar esta práctica y lograr una carrera oficial en el ámbito educativo para transmitir estos conocimientos”, explica.

“Andamos por la vida con un montón de recetas que nos dieron o vendieron los otros. Por eso, la eutonía propone otra cosa fundamental: ser observador de uno mismo”, concluye.
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