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 domingo, 06 de mayo de 2007  
En su regreso a la pantalla grande el director enciende la polémica
Renán: "En el nuevo cine argentino hay más directores que no sirven que los otros"
Anticipó "Tres de corazones", de próximo estreno en las salas locales

Pedro Squillaci / Escenario

Con su voz ronca inconfundible, Sergio Renán atiende el teléfono desde la mesa de un café en el corazón de Buenos Aires. "Si a usted no le molesta el ruido del bar podemos charlar", dice con la buena predisposición de un caballero. El tema convocante es su flamante película "Tres de corazones", de próximo estreno en la ciudad, pero también su regreso como director en la pantalla grande y su mirada crítica sobre la nueva camada del cine argentino: "Como en toda generación son más los directores que no sirven que los que sirven".

-¿Qué significa este regreso a la pantalla grande después de diez años de no hacer cine en la Argentina?

-Significa un compromiso quizá reforzado por el tiempo, ya que mi última película fue española ("La soledad era esto"). Ahora vuelvo al cine nuestro con una película con rasgos de universalidad, pero en muchos aspectos es particularmente argentina.

-¿Por qué eligió inspirarse en el cuento "El taximetrista", de Juan José Saer?

-Yo soy un fanático de Saer. Tuve el privilegio y placer de ser su amigo, y el único dato doloroso que tiene este estreno es que la película se venía postergando estando él con vida, y él tenía mucha expectativa con respecto a la filmación. Lamentablemente se estrena cuando ya murió, por lo que le dedico la película.

-¿Qué lo movilizó de esa historia?

-La lectura de ese cuento en particular fue poderosa. El eje anecdótico me atrapó, tiene momentos que me movilizaron mucho y un desenlace que conservé con respecto al original. Y digo que conservé porque como en todas las películas que filmé sobre novelas o cuentos no es precisamente una reproducción anecdótica del cuento en que se basa.

-¿Por qué lo atrajo el tema del triángulo amoroso y la relación de poder que subyace toda la trama?

-El triángulo amoroso es el contexto en que se mueve lo esencial. El poder, los sentimientos que genera, la necesidad, el rechazo, el deseo de venganza y la impotencia están muy omnipresentes para mí como tema. Fíjese que mi debut como director fue en teatro haciendo "Las criadas", en una obra paradigmática basada en este tema, que es la necesidad que el poderoso tiene del débil.

-¿Con tanta experiencia a cuestas, cómo es su mirada sobre el nuevo cine argentino?

-Es una mirada que tiene matices muy diferenciados de acuerdo a de qué jóvenes directores hablemos. Como en toda generación son más los directores que no sirven que los que sirven.

-Me refiero a nombres como Albertina Carri, Adrián Caetano, Gustavo Postiglione...

-Entiendo, y creo que algunos son notoriamente talentosos y manejan las herramientas narrativas del cine con mucha calidad. Pero en otros casos, los puedo calificar de interesantes y prometedores, pero encuentro una cierta sobrevaluación en la mirada crítica que se corresponde generacionalmente con la de los autores de ese nuevo cine argentino.

-¿Pero le gusta o no le gusta mirar esas películas?

-Puedo asegurar algo que es incomprobable, pero quienes me conocen lo saben, y es que no tengo sentimientos competitivos. Y cuando miro películas de jóvenes directores hay casos que disfruto mucho, pero en otros no alcanzo a entender el nivel de aprobación crítica que merecen lo que a mi juicio son no más que interesantes ejercicios de cine.

-¿Usted reconoce a su cine como clásico o lo ve como un cine de riesgo?

-El concepto creo que hay que analizarlo desde distintas miradas. Uno de los datos valiosos que tiene el denominado nuevo cine argentino es el compromiso de sus directores con las historias que narran y no colocar el potencial éxito del producto como eje del trabajo. Y desde ese punto de vista, mi eje es igualito. Es decir, yo filmo con una sola intención: en todos los casos cuento la historia que deseo contar y lo suelo hacer, con mayor o menor felicidad, sin el menor tipo de concesión a lo comercial.

-¿Se considera un cineasta experimental?

-Bueno, desde el punto de vista de la experimentalidad narrativa, hay películas que cambian de acuerdo a la índole de la historia, pero creo que tienen una identidad perceptible y se pueden ver ciertas reiteraciones tanto desde lo temático como desde los códigos narrativos. No puedo definirla innovadora, porque no lo es, pero el manejo de la trama y la potencia de la identidad de los personajes que trato de dar, subordinando la narración al manejo de cámaras, tiene un cierto progreso en cuanto a la imaginación visual. Y creo que la tengo yo y todos los directores, ya que en la mayoría de los casos uno va plasmando en sus trabajos la experiencia que recoges sumado al cine que ves. Pero no me considero un renovador de nada, creo que la renovación de lo estético sin duda es un valor agregado cuando el resto de lo que compone una narración cinematográfica está bien, si no, en sí mismo, no me basta.
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Renán basó "Tres de corazones" en "El taximetrista", del escritor santafesino Juan José Saer.

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