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 domingo, 22 de abril de 2007  
Nuevo Alberdi: el agua dejó marcas que tardarán en irse
A casi un mes de la inundación, la gente que perdió casi todo intenta rehacer su vida

Silvina Dezorzi / La Capital

"Yo no me quería ir. Porque como sea, esto que ves lo levantamos hace muy poquito. Recién estábamos empezando, con un sacrificio y la madre", dice Marta Szkamarda, de 33 años. Esas son las primeras, amargas palabras de la mujer, mientras muestra cómo quedó el monoambiente que comparte con su marido y cuatro chicos después de la inundación que las lluvias de marzo provocaron en Nuevo Alberdi. Decir que perdió buena parte de lo poco que tenía suena un lugar común, pero la frase recobra significado no bien se mira, desde adentro, lo verdaderamente poco que es eso.

Después de que el agua trepara casi un metro en las casas, lo que se ve a 20 días de la inundación no dista de la postal de cualquier otro barrio humilde: carros que van y vienen, chicos que parten (es mediodía) hacia el comedor, perros que deambulan, zanjas con agua podrida (y un nivel de agua peligrosamente alto) y toneladas de basura por donde se mire.

El trabajo con horario no abunda en la zona, por lo que los televisores que quedaron en pie emiten un run-run omnipresente. El trajín más duro en los hogares para volver a habitarlos ya pasó, pero quedan las huellas inequívocas de que fue duro el trabajo, y en algunos casos poco menos que inútil.

"Lo que era de madera se pudrió", afirma Norma Gómez, de 33 años y madre de seis hijos. Como prueba muestra las marcas que quedarán en la pared, ahora mohosa, mientras sigan en pie. También su familia (que incluye a otros miembros en piezas diseminadas por el terreno) perdió ropa, colchones, dos televisores, dos camas y un ropero.

En la casa de Marta, una sola habitación de material terminada en enero pasado donde vive toda la familia, el agua no sólo "lavó el piso" porque se llevó el cemento, sino que arruinó definitivamente la cocina, el ropero, el televisor y toda la ropa, incluida la de cama.

Antes de volver a entrar "le dimos con todo" para "sacar la mugre que trajo el agua", cuenta José Luis Funes, su marido. Y aun así, la humedad no se va: el piso (ahora de tierra) no se seca, las paredes aún chorrean y cada llovizna agrega problemas.

El panorama no varía demasiado de casa en casa. La mayoría vive de un plan Familia, changas y cirujeo. Perdieron buena parte de los muebles y la ropa, pero lo que más se escucha lamentar (si no lograron ponerlos a resguardo, que fue prioridad) son los electrodomésticos, sobre todo los televisores: la TV es, por lejos, el bien más preciado en casi todas las casas. Y uno de los primeros que se esfuerzan por reponer.

A eso se sumaron "alimañas" como ratas, alacranes y culebras, que ahora los vecinos, con ayuda de Control de Vectores (cuyos inspectores recorren el barrio), intentan eliminar.

Sin embargo, el fantasma de la leptospirosis también ronda las calles y con mayor rapidez. En Nuevo Alberdi la enfermedad no es sólo un temor, sino una realidad que se palpa a cada paso.

La gente la llama "la enfermedad de las ratas" y cuenta cuántos vecinos ya fueron internados con diagnósticos compatibles. Es más, el miércoles pasado Juan Javier Magallanes, quien vive muy cerca del canal Ibarlucea, lloraba la muerte de su hermana, mientras la madre de Adrián Bardavaso, Marta, temblaba porque su hijo había quedado en el Hospital Alberdi presuntamente contagiado.

"Nos están dando pastillas : antibióticos, supuestamente para prevenir", dice Marta.

La mujer teme que una "precaución tan grande" por parte de los médicos pueda indicar "una cosa más grave que lo que se dice", pero por ahora tiene más miedo que respuestas. Un miedo emparentado con el que corre por el barrio cuando se anuncia tormenta o simplemente empieza a llover.
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Las familias intentan reponer lo que el agua se llevó.

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