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 domingo, 15 de abril de 2007  
Los bárbaros ganan por goleada

Por Julio Villalonga
Espanta ver la cantidad de muertes inútiles que se han producido en la Argentina en los últimos años. Muertes absurdas porque podrían haber sido evitadas si no fuera que existen razones estructurales que las provocaron.╠

■□Veamos algunos ejemplos. La rebelión de la Semana Santa de 1987 dejó un saldo de al menos 11 muertos, entre militares y miembros de las fuerzas de seguridad. La asonada se originó en la decisión del entonces mayor Ernesto “El Nabo” Barreiro de no presentarse a declarar en una causa por violaciones a los derechos humanos cometidas durante la última dictadura. El caso de Barreiro sirvió de pretexto a los “carapintadas” que, con el liderazgo del entonces teniente coronel Aldo Rico, se sublevaron en los cuarteles de Campo de Mayo. Los muertos se produjeron en escaramuzas con fuerzas leales al gobierno de Raúl Alfonsín y en accidentes.╠

■□El 23 de enero de 1989 un grupo de integrantes y adherentes al Movimiento Todos por la Patria (MTP) ingresó al cuartel del Ejército en La Tablada, donde fue emboscado. Allí murieron 39 argentinos, entre militares, policías e insurgentes. Los seguidores de Enrique Gorriarán Merlo _el ex jefe militar del ERP_ aseguraban que pretendían detener un inminente golpe “carapintada”. Los agentes de los servicios infiltrados en el MTP y el voluntarismo de sus líderes fueron el caldo de cultivo del trágico cóctel.╠

■□También se produjeron muertos durante los saqueos ocurridos entre abril y mayo de 1989. Esa fue una patética guerra de pobres contra pobres.╠

■□El 17 de diciembre de 1990, una nueva rebelión militar, esta vez conducida por el coronel integrista Mohamed Alí Seineldín, fue reprimida a sangre y fuego por las tropas leales al gobierno y a cargo del general Martín Balza. ¿El saldo? Otros once argentinos muertos.╠

■□En las 48 horas que pasaron entre los días 19 y 20 de diciembre de 2001, 33 personas murieron en enfrentamientos entre manifestantes y policías en varias ciudades del país, la mayoría de ellas en la Capital Federal. La convulsión social más grave de muestra historia moderna produjo la caída del gobierno presidido por el radical Fernando De la Rúa, integrado por una coalición que había despedido del poder al otrora todopoderoso menemismo.╠

■□En junio de 2003, dos piqueteros fueron asesinados por agentes de la policía bonaerense en el Puente Avellaneda y el presidente interino, Eduardo Duhalde, rapidamente decidió la convocatoria a elecciones generales.╠

■□Como verá un lector atento, no hemos tenido en cuenta en este “racconto” varios conatos y enfrentamientos sociales que, sumados, provocaron decenas de muertos en las últimas dos décadas en distintos lugares del país. Tampoco incluímos el luctuoso saldo de la guerra civil que enfrentó en los '70 a las fuerzas represivas con las organizaciones guerrilleras, las cúpulas sindicales combativas y los referentes intelectuales de la izquierda. Ni a los muertos durante la extravagante guerra contra el Reino Unido por la posesión de las Islas Malvinas.╠

■□Las muertes han tenido peso en la política argentina desde nuestro nacimiento como Nación. En el siglo XIX, los cadáveres se contaban por decenas de miles en Europa como resultado de sucesivas guerras imperiales. Lo mismo ocurría en aquel entonces en América latina, tanto en los procesos de emancipación como de consolidación de los nuevos Estados. La barbarie era moneda corriente y la civilización, la aspiración de unos pocos. Era un “touch of age”.╠

■□Como queda en claro en nuestros días, una y otra, la civilización y la barbarie, siguen en pugna sin que podamos producir una síntesis superadora. Es muy grave que sigan muriendo argentinos por enfrentamientos irracionales. El profesor Carlos Fuentealba no debía haber muerto por pedir un aumento de salarios. Eso ocurría hace mucho, en un tiempo en el que las transmisiones por satélite no existían, ni la manipulación genética de los granos o el calentamiento global.╠

■□Si al lector le resulta ingenuo el planteo, me disculpo de antemano. Por supuesto que también mueren muchos niños de hambre en la Argentina y otros miles viven en condiciones africanas. O los mismo ocurre en rutas y calles en una proporción escandalosa.╠

■□De igual modo sigo pensando que muere mucha gente que no tendría que morir, si se me permite la arbitrariedad. Y que, además, esto sucede por la grotesca irresponsabilidad de dirigentes de todos los ámbitos que prefieren enviar un pésame cada tanto antes que lastimar algunos intereses cada semana. Y digo que mientras esto siga siendo así, los bárbaros seguirán ganando por goleada.
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