Año CXXXVII Nº 49443
La Ciudad
Política
Información Gral
El Mundo
Opinión
La Región
Policiales
Cartas de lectores



suplementos
Ovación
Señales
Economía
Escenario
Turismo
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Salud 11/04
Página Solidaria 11/04
Turismo 08/04
Mujer 08/04
Economía 08/04
Señales 08/04
Educación 07/04
Estilo 07/04

contacto

servicios
Institucional

 domingo, 15 de abril de 2007  
Aprendizaje: el sufrimiento como causa del fracaso
Qué hacer para detectar a tiempo la dificultad del niño

Si se atiende a las situaciones —diferentes y desiguales— por las que atraviesan la mayoría de los hogares, no se puede dejar de pensar en la incidencia que las mismas tienen sobre los alumnos en el inicio de un ciclo lectivo. Los acontecimientos cotidianos ya sean deseados o no —como la llegada o el alejamiento momentáneo o definitivo de integrantes a la familia, amigos o compañeros; los obligados cambios de domicilio; las medidas de fuerza; el nivel de estrés familiar; el ritmo vertiginoso de la vida occidental; las invitaciones de la sociedad de consumo; la dificultad para poner límites y los inestables proyectos educativos, requieren de acomodaciones y duelos permanentes por los cambios o pérdidas que generan junto al desgaste de energías.



Algunos síntomas

Ante el deseo de hallar soluciones, el acento recae a menudo sobre los tiempos/espacios que tales procesos requieren. Así lo demuestran las preguntas que a diario se plantean en el consultorio y en las entrevistas escolares con padres. Es sabido que en los niños y adolescentes la sensación de soledad, impotencia y desvalorización, el sentirse no escuchado, negado, discriminado, marginado, botín de guerra o rehén, provocan tristeza, actitudes de repliegue, cambios de conductas, incomprensión, depresión y especialmente un profundo desinterés por aprender. Respuestas semejantes pueden obtenerse ante aquellos secretos familiares, hechos terribles para el grupo que no les permite ponerlo en palabras por el dolor o la vergüenza que provocan.

De todas maneras los síntomas mencionados suelen ser más fáciles de detectar y atender que cuando recurren a formas “socialmente valoradas”, enmascarando aún más el sufrimiento. En este contexto resulta indispensable señalar que todo sujeto que hace síntoma en los espacios de aprendizajes que ofrece la escuela no sabe qué es lo que lo empuja a actuar de la manera en que lo hace (pulsión), o qué se lo impide (inhibición), por lo tanto hay un opacado y no tan silencioso sufrimiento que clama, al menos, por ser escuchado.

Ante estos hechos, las familias y también las instituciones escolares, en su afán por “ocuparse”, suelen tomar medidas poco favorables, como concretar penitencias, ofrecer premios, prometer imposibles o aumentar las exigencias en lugar de buscar soluciones adecuadas “a cada momento” juntamente con profesionales especializados.

La situación se complejiza cuando los adultos homologan un momento de crisis en los aprendizajes de sus hijos —período de bajo rendimiento—, con bajos niveles de éxito en la vida; fantasmas parentales que inciden especialmente en la pérdida de autoestima. Las dificultades se acrecientan aún más si es el mismo alumno quien confunde “sus malas notas” con ser “alumno malo”, “hijo malo” o “persona mala”.

Ante el desinterés por conocer, la falta de comprensión, los reiterados incumplimientos, las bajas calificaciones que pueden estar acompañadas por temores, trastornos en el sueño, alergias, anginas reiteradas y enuresis, apelar a la razón, la reflexión y la voluntad puede ser contraproducente. Se está en presencia de un sujeto que sufre, y no sabe cómo hacerse oír. Pide auxilio de la manera que puede.

Si se desatienden los aspectos inconscientes se favorece el desplazamiento del síntoma, corriendo el riesgo que se fije en otra parte y “con mayor astucia”. No puede olvidarse que tales manifestaciones en sí mismas encierran un sentido ignorado por el propio alumno.

 Un abordaje erróneo acrecienta la posibilidad de que “un problema temporal”, se convierta en sucesivos y/o eternos “fracasos escolares”, con el alto costo emocional que esto implica.



Ada Serio

Psicopedagoga clínica

Asistente social
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo



  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados