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 domingo, 08 de abril de 2007  
Maritano, Scotti, Gorodischer y Lenardón
Cuatro mujeres apasionadas por escribir novelas
El año pasado cada una publicó un libro. Qué sienten cuando escriben. Secretos de quienes dedicaron su vida a la literatura.

Florencia O'Keeffe / La Capital

Para ellas, escribir es un deseo irreprimible, una necesidad visceral, la gran atracción. Lectoras voraces desde que fueron niñas, llegaron a la narrativa como una consecuencia lógica y natural de la pasión que sentían por los libros. Todas supieron desde pequeñas que querían ser escritoras. Y nada las detuvo.

Gloria Lenardón, Angélica Gorodischer, Alma Maritano y María Angélica Scotti, son autoras de varios libros, tienen trayectoria y reconocimiento. El año pasado, las cuatro publicaron novelas, un hecho que destacan como auspicioso, que refleja que el amor que tienen por la palabra escrita sigue intacto y cargado de vitalidad.

   Cuando se les pregunta por qué eligieron la novela como género literario, en sus respuestas aparecen cabos que se enlazan: trascender lo cotidiano, vivir en un mundo paralelo, rebelarse al destino.

   En un día lluvioso y amenazante, amparadas en la calidez del hogar de Gloria Lenardón, las escritoras rosarinas hablan, cafecito de por medio, de su pasión por la novela, de su vida como mujeres que se ocupan o se ocuparon de su casa, marido e hijos, que tuvieron otro trabajo para colaborar con la economía familiar, pero que de todos modos se las ingeniaron para dedicar buena parte de su tiempo a lo que más les gusta: escribir.

—¿Por qué eligieron la novela?

   —Gorodischer: La novela me resulta enormemente atractiva; empecé a leer desde muy chica, a los 5 años. A los 7 decidí que iba a ser escritora y que empezaría con una novela de aventuras, la que no escribí nunca. Después, cuando me tomé las cosas más en serio, lo inevitable fueron las novelas. Me gusta más la novela que el cuento, aunque empecé escribiendo cuentos porque soy un poco impaciente. La novela es atractiva porque puedo vivir como una esquizofrénica sin ser patológica; puedo barrer la vereda y estar en ese mundo paralelo, y no pasa nada.

   —Maritano: También empecé a leer desde chiquita y siempre quise ser escritora. Tenía la necesidad de fabricar algo que me diera placer, que me gustara tanto como leer, aunque mi madre combatía eso y prefería que largue los libros y me dedique a bordar un mantel. Por eso fue algo atractivo que además tenía el gusto de lo prohibido. Para mí, la novela no es ficción sino esa otra realidad en la que vuelco mis deseos, mis frustraciones. En la novela tenés toda la libertad del mundo y eso es genial. Supongo que construyo una realidad paralela porque no me conforma la que vivo.

   —Lenardón: Bueno, por eso escribimos (risas)... Yo fui una nena que vivía en un pueblo y que llegó a la literatura por la revista Para Ti. Mi mamá no la compraba, sino la señora de la esquina; yo espiaba al vendedor de revistas y cuando lo veía llegar me iba enseguida a lo de la vecina. Leía las historias, que eran por entregas, y me moría por saber qué pasaba...Después mi hermana empezó a comprar por correo los libros del Mirasol y pasé violentamente del Para Ti a los dublinenses de Joyce; ahí supe lo que era la literatura y no pude volver jamás al Para Ti (risas)..

   —Scotti: Escuchándolas, pienso en la intensa relación de la novela con las mujeres y en eso que mencionábamos recién de que cada escritora ha tenido dos compañeros en la infancia: la soledad y los libros... Yo vivo cada novela como una aventura, por eso digo que quienes no han escrito nunca una novela no saben lo que se pierden... (risas) Y como dicen las chicas, cuando escribo novela instalo como una vida paralela; para mí, es una forma de vivir.

   —Una novela puede llevar meses o años, ¿cómo transitan esa etapa en la que están escribiendo?

   —Gorodischer: Es un estado de ánimo especial, muy emocionante. La novela se potencia a si misma y además potencia otras cosas. Escribo una novela y ya estoy pensando en la que sigue... Es muy conmovedor... En el proceso creativo todo sirve, todo lo que veo o escucho contribuye. En cuanto al modo de trabajar, yo me siento a escribir con horarios establecidos, como si marcara tarjeta en una fábrica, de lunes a viernes. No es que escribo todo el tiempo, tampoco estoy tan loca ... (risas)

   —Maritano: Pero es cierto que es medio enajenante. Cuando escribo no puedo despegarme del cuaderno de notas, genero una dependencia...como dice Barthes, entro en un estado de novela... una sensación que no se puede explicar. Creo que quien no lo vive no lo entiende.

   —Lenardón: Pienso que es como tejer, ¿no?; hay mujeres que tejen, que tienen algo entre manos... bien, nosotros tenemos entre manos una novela... Cuando escribo me siento en un estado de autorreflexión; miro algo chiquito del mundo, me centro en eso, doy cuenta de eso. Pero siempre es un intento y siempre siento que fracaso, que no lo hago como quisiera. Soy de las que persiguen ideas por años inclusive, pero no soy demasiado organizada, ni de tener horas establecidas de trabajo.

   —Scotti: En esta especie de vida paralela que se instala cuando escribimos, además de estar una involucrada, se involucra todo el entorno. El marido, los hijos, los amigos. Una de mis novelas me llevó casi 9 años y yo tenía a mi familia pendiente de eso. Un día me estaba duchando y llamé a una de mis hijas que era chiquita y le pedí que me anotara una metáfora en ese preciso momento (risas).

   —¿Han sido madres atípicas?

   —Maritano: Sin dudas.

   —Gorodischer: Mis hijos se extrañaban de la madre que tenían y creo que sufrieron el hecho de que no estuviera tan pendiente de ellos como de la escritura. Ahora que son grandes es diferente, pero cuando tenía 6, 7 u 8 años no estaban muy contentos.

   —¿Lo vivieron con culpa?

   —Scotti: Claro. La culpa nos acompañó siempre, de alguna manera...pero cuando una piensa que los está torturando se encuentra con que ellos han disfrutado de esos procesos..

   —Lenardón: Me parece que todas hemos sentido cierta culpa de ser escritoras y no estar ayudándolos en la tarea, por ejemplo; en general hemos duplicamos o triplicado la atención después porque nos sentíamos en falta...    

   —Maritano: No pudimos despegarnos de lo doméstico ni de tener otro trabajo que nos diera algo de dinero. Lo curioso es que ni el trabajo de la casa ni el de la escritura se reconocen como tales. Te preguntan: ¿Escribís, y de qué trabajás?... Todas hemos realizado paralelamente más de una actividad y eso es agotador.

   —Gorodischer: Ahora, por ejemplo, puedo recibir un dinero como derecho de autora, algo que me da una enorme felicidad, pero hubo tiempos de triple jornada, que sacaba mi máquina de escribir de abajo de la cama, a cualquier hora, que iba a una fiesta y me quedaba dormida en un sillón..”.

—Maritano: Me he levantado a las 5 de la mañana a escribir, antes de llevar a los chicos a la escuela. Pero no reniego del esfuerzo porque escribir es apasionante. Creo que hay que destacar que las mujeres que escribimos somo de clase media, de las que no hubiésemos soportado que nos mantengan; son muy pocas las que escriben y tienen muchísimo dinero.

   —¿Qué pueden decir del hecho de que publicaron cuatro novelas de manera casi simultánea?

   —Gorodischer, Lenardón, Maritano: No creo que podamos hablar de una literatura rosarina, de un movimiento literario local, eso no existe, pero sí es cierto que es una muestra de que las mujeres, definitivamente, hemos tomado la palabra.

   —Scotti: Sin dudas es un hecho auspicioso. Las mujeres somos las grandes consumidoras de libros, las que elegimos ver buenas películas, las que asistimos a las conferencias, a las muestras de arte, a los eventos culturales...Esta presencia femenina merece destacarse.  

  La charla transcurre, amena, entre recuerdos, reflexiones y hasta confesiones de unas que sorprenden a otras. Posan de acuerdo a las exigencias del fotógrafo y la casa de Gloria se transforma de a poco en un escenario improvisado para una sesión que parece no tener fin. Lo bueno es que a pesar de las inclemencias del tiempo y del apuro de cada una por llegar a su próximo destino, lo disfrutan. No tanto como escribir.
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