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 domingo, 01 de abril de 2007  
[medios] - "Coronda, ciudad interna”
Un puente de comunicación
La revista de los detenidos en la unidad 1 vuelve a saltar los muros con otro número

Leo Graciarena / La Capital

El cuarto número de “Coronda, Ciudad Interna”, la revista que desde finales de 2005 escriben los internos de la cárcel más importante de la provincia, ya saltó los muros y está en la calle. Pero este no es un ejemplar más en la vida de la revista. Se trata, en realidad, del primero que es realizado íntegramente por los detenidos de la Unidad Penitenciaria Modelo inaugurada en 1933. Ellos la escribieron, la diagramaron y la corrigieron. Cuatro números después de su presentación inicial, el 21 de diciembre de 2005, el año de la masacre de 14 internos, “Ciudad Interna” está consolidada como “un espacio autónomo que llevó más de doce años de lucha”, como resaltó Jorge Cuccia, también conocido como Crespillo, en la presentación del número 4.

Es imposible pensar en la publicación sin mirar hacia atrás. “La creación de esta revista, más que un proyecto es un desafío. Somos un grupo de muchachos que estamos privados de nuestra libertad física, pero nuestras mentes son tan o más libres que las de muchos que disfrutan de la vida libre. Aceptamos este desafío, para mostrar a quien tenga oportunidad de leer «Coronda, ciudad interna» sepa que acá también hay seres humanos, y con muchas ganas de salir adelante”, como rezaba a manera de carta de presentación el primer editorial de la revista.

Hoy, cuando se está a un paso de un nuevo aniversario de la masacre de 14 detenidos el 11 de abril, en la revista se cumple uno de los principales objetivos del proyecto: la palabra de los internos circula dentro y fuera de la prisión. Un granito más de arena que se suma a las mesas de diálogo promovidas por la Coordinadora de Trabajo Carcelario (CTC) a partir de la gestión de Fernando Rosúa en el Servicio Penitenciario provincial, y prolongadas en la actualidad por el director del organismo, Jorge Bortolozzi.



Voces en cuestión

Esta revista significa una de las pocas experiencias autónomas de producción de un medio gráfico tras los muros de una prisión. Quizás estemos hablando de la única en Argentina. “Ciudad interna” es edificada por un grupo de hombres que pelea por entablar un puente de comunicación. Primero entre sus pares y después con una sociedad que los excluye. Y eso ellos lo saben. Por eso, la revista está inserta en una serie de talleres —computación, arquitectura, alfabetización, entre otros— que apuntan a que los detenidos egresen con algo más que el título de “ex preso”, que sólo les sirve en la vereda marginal de la calle.

Por las páginas de la revista, que tiene una tirada de 6 mil ejemplares y cuesta sólo 2.50 pesos, se dieron a escuchar las voces de muchos sobrevivientes del 11 de abril de 2005; se entabló una rica polémica en torno a la escuela dentro de la Unidad 1; se expuso al ala dura del Servicio Penitenciario y se entabló un debate interesante con la sociedad corondina. Una ciudad que se jacta de ser “cuna de guardiacárceles”, pero que omite a la población de más de mil internos que pasan sus días en su interior. Buena parte de ellos sin sentencia firme o conviviendo con un procesamiento judicial. “Hay gente que dejó de saludarme porque les llevé una revista de Ciudad Interna”, contó a manera de anécdota un docente de los claustros corondinos en la presentación del número 4 en el salón de actos de la prisión.

La presentación del último ejemplar de la publicación fue emotiva y tuvo un tono de agradecimiento. Fue el viernes 16 de marzo, en el corazón de la cárcel. “Nadie pensaba que íbamos a llegar tan lejos”, confesó Osmar Villalba, haciendo amplia gala de su apodo, “Sonrisas”. Se les brindó su reconocimiento a los comunicadores Daniel Ekdesman y Matías Ayastuy, quienes comandaron hasta fines del año pasado los talleres de periodismo; a Yanina Pikula, quien los introdujo en un área compleja: el diseño de la revista. También estuvieron miembros de la CTC (quienes se encargan de la distribución), el director de la prisión, Claudio Bertero, y muchos de los colaboradores que diariamente entran al penal como una bocanada de aire fresco para desarrollar los talleres con los detenidos.

Y también fue el turno de la entrega de diplomas del curso de informática básica, en Windows y Word, a una docena de internos. “Queremos pedirle al director que deje a los muchachos de los pabellones del fondo que participen de la revista”, dijo uno de los graduados dirigiéndose a Bertero mientras recibía el diploma de manos de sus pares. “Ellos también tienen derecho a participar de la revista”, explicó el muchacho de poco más de 20 años, el promedio de edad que manda entre los detenidos en Coronda.

Pero el momento más emotivo fue cuando Walter Z., un interno también de apenas 20 años, recibió un reconocimiento especial. Cuando Walter llegó a Coronda hace dos años no sabía leer ni escribir y, aunque todavía le cuesta un poco, aprendió. “Ahora voy a poderle escribirle una carta a mi mamá”, dijo el pibe mientras María, la madre que una vez al mes le lleva el bagayo (paquete con provisiones) a la visita de los domingos, soltaba las lágrimas contenidas. “Es muy duro. Yo cobro un plan que casi se me va entero en mantener a mi hijo y después tuve que salir a trabajar por horas para poder darle de “Ya tenemos el quinto número terminado”, fue lo último que se escuchó antes de los guardias se llevaran a cada interno a su pabellón. Para los que la quieran leer, “Ciudad Interna” está en la calle.
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Detrás de las paredes. La revista supone una instancai inédita de diálogo.

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