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 domingo, 01 de abril de 2007  
Terapias: cómo revertir los recuerdos dolorosos

Se da el nombre de abuso sexual infantil a la exposición única o reiterada del niño o niña, a estímulos sexuales para satisfacción de uno o más adultos. También puede ocurrir por parte de un niño mayor o un adolescente. Si es reiterado y por parte de un cuidador, va junto a la exigencia de secreto y tiene un efecto de culpabilización de la víctima.

El abuso sexual en la infancia puede darse en todos los contextos sociales y económicos, y constituye una problemática difícil de hacer visible, de complejo abordaje, y arduo tratamiento si se carece de los instrumentos específicos.

Muchas personas llegan a la adolescencia y a la adultez sufriendo las consecuencias traumáticas que pueden dejar huellas importantes en sus emociones, pensamientos, tendencias y relaciones, aunque tal vez hayan sido episodios aislados.

Si un niño o niña puede denunciar el abuso a una persona confiable, y encuentra una respuesta de pronta e incondicional contención y defensa de su integridad por parte de los adultos, las consecuencias serán mínimas y su curación podrá ser inmediata.

Los abusados pueden callar por miedo a que no les crean, por temor a las amenazas del abusador, o porque le tiene afecto y se sienten prisioneros en una relación perversa.

También pueden callar por temor a ser acusados, o a reacciones violentas de sus familiares hacia el abusador.



Culpa y silencio

El silencio traerá siempre aparejado un sentimiento de culpa y confusión. Si los síntomas que pueden ser indicadores de abuso sexual en un niño o niña (agresividad sin motivo aparente, depresiones, sexualización excesiva y precoz de sus juegos, inhibiciones, etcétera) son desoídos y no tratados pueden transformarse o menguar pasado un tiempo, pero dejando otras secuelas que pesan.

Al no ser atribuidas correctamente las responsabilidades (que nunca son de la niña o del niño), la víctima lleva consigo la sensación de haber hecho o participado de algo prohibido, y la duda o la convicción de haberlo provocado.

El recuerdo llena a la víctima de vergüenza, siendo en muchos casos el origen de inhibiciones duraderas en su vida sentimental y sexual, así como de una disminución de autoestima y confianza.

Este recuerdo puede permanecer en la conciencia o no, y como es muy grande la necesidad de olvidar; a veces puede emerger en forma de obsesiones, conductas inexplicables, pesadillas recurrentes o fantasías diurnas.

   

Sobrecarga emocional

Las más recientes investigaciones en neurociencias consideran al trauma psicológico como una sobrecarga mental y emocional que bloquea los circuitos cerebrales impidiendo su elaboración mediante el razonamiento, y haciendo que el recuerdo quede almacenado.

Es así como se pueden encontrar “guardados” recuerdos traumáticos de la niñez, acompañados de sensaciones y emociones que se vivieron en ese momento, como también las creencias negativas que despiertan esas situaciones.

Estas creencias se presentan como “naturales” y siguen vigentes sin que sea posible cuestionarlas. Por ejemplo, en el caso de hombres y mujeres que en su niñez o adolescencia han sido víctimas de violencia física o psicológica, o abuso sexual, suelen pensar que son “malos”, “culpables” o sentir ira e indefensión que pueden perdurar en su vida sin que se den cuenta.

Muchas manifestaciones físicas y psicosomáticas suelen tener relación con estos sufrimientos. Recordar el trauma y hablar de él puede resultar muy perturbador, sin que de ello se derive ninguna mejoría.

El desarrollo de nuevas y específicas herramientas para superar estos sufrimientos permiten el comienzo de una nueva etapa, en cualquier momento de la vida. Algunas se denominan terapias de avanzada, y una de las más indicadas para el tratamiento de las secuelas traumáticas es E.M.D.R.



Movimientos oculares

Este método integra elementos de varios enfoques terapéuticos, incorporando en el momento adecuado, la estimulación bilateral (de ambos hemisferios cerebrales) a través de movimientos de los ojos u otro tipo de estímulo sensorial. Este método fue creado en 1987 por la doctora Francine Shapiro.

En la actualidad esta terapéutica es utilizada por profesionales especialmente entrenados en cerca de 70 países, siendo elegido preferentemente, por ejemplo, en la asistencia a víctimas de guerras, atentados, o desastres naturales.

Los estudios neurológicos (mapeos cerebrales) realizados antes y después del tratamiento, muestran que con E.M.D.R. se restablece el equilibrio bioquímico del sistema fisiológico de procesamiento de información del cerebro.

Se trata de una forma de procesamiento acelerado de información que puede desbloquear este sistema, a través del mismo mecanismo utilizado por la mente en el aprendizaje y la memoria, identificado con el sueño REM. Se puede decir que la mente recupera sus capacidades y equilibrio natural.

  

Abordajes más precisos

Esta terapéutica es incorporada cuando el profesional lo estima indicado, dentro de las psicoterapias individuales o de pareja y familia, y posibilita a los consultantes acceder a cambios rápidos y profundos.

En el momento adecuado del tratamiento, y realizando previamente las evaluaciones psicológicas que permitan seleccionar los abordajes más precisos, el terapeuta ayudará al paciente a poner en marcha el sistema de procesamiento cerebral que en su momento fue imposible accionar.

Durante este reprocesamiento o elaboración se irán modificando emociones, sensaciones e ideas que en el caso del trauma suelen estar relacionadas con el miedo, la ira, la indefensión, la impotencia y el sentimiento de culpa.

Con esta técnica la parte que ha “quedado atrapada” es liberada y las creencias negativas se modifican a partir de esta liberación.



Patricia Cecilia D´Angelo

Psicóloga
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