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 sábado, 30 de diciembre de 2006  
Cargos jerárquicos en la ciencia y en las facultades

Ellas son mayoría. En la sociedad, y también en la universidad, donde según cifras del Ministerio de Educación de la Nación, representan poco más de la mitad de la matrícula que cursa estudios en las casas de altos estudios del país.

Sin embargo, pareciera que las altas esferas de conducción de la academia todavía son espacios de fuerte presencia de los varones.

En el estudiantado, el 52 por ciento de los alumnos del sistema son mujeres, aunque esa cifra se eleva al 57 por ciento cuando se habla de los diplomados, lo que revela a las claras un mejor rendimiento académico que los hombres. En la Universidad Nacional de Rosario (UNR), y según el último boletín estadístico, tan sólo 4 de cada 10 alumnos son varones.

Pero estas cifras cobran otra dimensión cuando se habla de los cargos jerárquicos en las facultades e institutos universitarios.

Fundada en 1613, aunque autorizada para otorgar títulos de grado recién 9 años más tarde, la Universidad Nacional de Córdoba tuvo que esperar casi 4 siglos para ver sentar en el su sillón principal a una mujer.

“Lamentablemente, cada vez que una mujer alcanza un cargo de gestión o político de consideración es noticia, o al menos llama la atención, pero creo que es más una cuestión cultural que de machismo”, expresa la presidenta del Consejo de Investigaciones de la UNR (Ciunr), Silvia Angelone.

Para la investigadora de la casa rosarina, los distintos cargos o actividades que se deben desempeñar en la vida no son cuestión de género, sino de idoneidad, capacidad, compromiso y participación.

“Cualquier persona que cumpla con estos requisitos, sea hombre o mujer, tiene las mismas posibilidades de asumirlos correctamente”, sentencia Angelone, al punto que augura que en poco tiempo, y para sorpresa de muchos, “vamos a ver mujeres albañiles, rubro que en la Argentina hoy está reservado exclusivamente a los hombres, como pasó años atrás con las ingenieras.

Pero además de los espacios de gestión universitaria, también los principales puestos del ámbito científico parecieran estar reservados a ellos. Por ejemplo, de los 9 cargos jerárquicos del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), hay sólo una mujer.

Otro dato interesante es el que evidencia la desproporción de las categorías, según el género, entre los profesores universitarios beneficiados con el programa de incentivo a la investigación. De casi 20 mil investigadores a nivel nacional, el 60 por ciento son mujeres. Pero este indicador presenta diferencias entre las distintas categorías de investigadores, ya que las mujeres son mayoría en la más baja (64% de la categoría V), pero sólo el 30% de la más alta (I).

“Si bien distintos informes advierten que los principales puestos académicos son ocupados por hombres, no es menos cierto que cada vez más se siente la presencia femenina en estos espacios, esto está creciendo en los últimos años, y no sé si llegaremos a las proporciones de los países nórdicos europeos, pero la tendencia es a incrementarse”, indica al respecto la titular del Ciunr.

En cuanto a la realidad de la UNR, Angelone señala que en la universidad local, la tercera parte de los decanos son mujeres (Raquel Chiara en Medicina, Claudia Balagué en Bioquímicas, Alicia Castagna en Económicas y Liliana Ramírez en Agrarias, sobre un total de 12 facultades). Además, casi la mitad de los secretarios universitarios son mujeres, y en el Consejo de Investigadores, de los doce delegados titulares (uno por facultad) siete son mujeres.

Así, los números finos indican que, pese a que es común la designación de mujeres al frente de los ministerios de educación, las universidades son aún ámbitos en donde ellas encuentran cierta resistencia al ocupar los principales cargos de gestión.

Sobre este fenómeno, la especialista Hilda Habichayn considera que esta situación se explica fundamentalmente porque “continúa la discriminación de las mujeres, pues éstas no participan de los canales del poder”. “La universidad pública argentina no escapa a este esquema, y es así que las mujeres en lugares de decisión son escasas, algunas pocas decanas, y algunas directoras de institutos o carreras”, ejemplifica Habichayn, coordinadora académica de la maestría “Poder y sociedad desde la problemática del género”, del Centro de Estudios Interdisciplinarios sobre las Mujeres (Ceim), de la UNR.

“La distribución sigue siendo la misma, aún en facultades en las cuáles las mujeres son mayoría tanto en el claustro de docentes como en el de estudiantes”, completa.

Hace exactamente un año, un grupo de investigadoras y expertas en género de España rotularon a las universidades de este país como “machistas y patriarcales”, en referencia al la presencia femenina en las esferas de poder académico. Un techo de cristal que se basaba, entre otros datos, que de los 72 rectores españoles, sólo cuatro eran mujeres.

Para Habichayn, por su parte, las casas de altos estudios de la Argentina no estarían lejos de sus pares europeas, ya que para la investigadora de la UNR, las universidades son espacios donde reina el androcentrismo. “La experiencia que hemos tenido en la organización de nuestra maestría, los escollos y la desvalorización que hemos sufrido son un ejemplo de esto”, destaca la especialista en género, para quien no basta que una mujer llegue a ser rectora o decana.

“Lo que sí es importante es la posición que esa persona tenga ante la problemática de discriminación de las mujeres, pues esa mujer al frente de una casa de estudios puede ser un ejemplo más de mujeres con un pensamiento y una práctica androcéntrica”, sentencia la especialista en género, Hilda Habichayn.
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