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 viernes, 22 de diciembre de 2006  
EDITORIAL
La maternidad renacida

Uno de los efectores de salud más emblemáticos y significativos de Rosario se ha mudado y el traslado trajo aparejada una actualización elogiable, tanto en el plano tecnológico como el muchas veces menospreciado aspecto humano. El Estado asume de tal modo el rol necesario en la dura lucha por la recuperación de la dignidad perdida.

Rosario está en pleno crecimiento en planos múltiples, pese a la dolorosa persistencia de bolsones de pobreza que quedaron crudamente expuestos tras la destructiva acción del granizo en el mes pasado. Pero así como la naturaleza se ensañó con la ciudad y le causó mucho daño en lapso breve, el mismo efecto tuvo la aplicación durante largo tiempo de modelos económicos que dejaron de lado a las mayorías sociales, creando marginalidad y desempleo. Los pasos adelante que se han dado hasta ahora son pequeños en relación con la larga distancia que resta recorrer para escapar definitivamente del abismo, pero son concretos y se hallan a la vista de todos: uno de ellos, valioso por el rango simbólico que lo inviste, es el virtual "renacimiento" de la tradicional Maternidad Martin, espacio entrañable para los rosarinos.

En 1937, casi setenta años atrás, una mujer llamada Angela Joostens de Martin decidió donar a la ciudad una maternidad y se ocupó en persona de dotarla del equipamiento más moderno de la época. Allí vieron la primera luz miles de conciudadanos. Pero todo cumple su ciclo y merced a la elogiable iniciativa estatal la maternidad ha sido trasladada al quinto y sexto pisos del Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias Rosario (Cemar), en un marco de notables avances tecnológicos que no soslayan el aspecto humano.

En su nuevo ámbito, oficialmente inaugurado el 28 de noviembre pasado, las comodidades de que gozan las parturientas son de características excepcionales. Y así, la carencia de espacio que padecían anteriormente se ha transformado en un ámbito amplio y confortable donde pueden dar a luz en la crucial compañía de sus seres queridos, sin carecer por tal razón de ninguno de los elementos de seguridad del más actualizado de los centros de salud.

La medicalización, entonces, ha retrocedido para dar lugar a una concepción más humana del parto y lo valorable es que tan bienvenido logro -acorde con las más recientes tendencias en la materia a nivel mundial- se ha concretado en un efector del Estado.

La palabra dignidad asoma rápidamente a los labios para describir lo que tan exitosamente ha sido ha plasmado. La salud, ese derecho inalienable de los pueblos que los modelos equivocados transformaron en un bien al que sólo podían acceder quienes pagaban, recupera con actos como el descripto la dimensión que nunca debió perder: la de la solidaridad y la generosidad en estrecho abrazo con la ciencia.
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