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 viernes, 22 de diciembre de 2006  
Tras 21 años en el poder, murió el bizarro dictador de Turkmenistán
El presidente Niyazov gobernó con mano de hierro un país desértico pero que abastece de gas a Europa

Ashgabat. - El autoritario presidente de Turkmenistán, Saparmurad Niyazov, murió ayer por un ataque al corazón después de gobernar 21 años con mano de hierro, generando un riesgo de inestabilidad política en el país energético, que algunos temen pueda impactar en la provisión de gas de Europa. Niyazov se hizo célebre como un dictador extravagante y bizarro, que reprimió a los opositores y recibió condenas de grupos de derechos humanos y de gobiernos occidentales.

Como Turkmenbashi (padre de todos los turcomanos), Niyazov había creado a su alrededor un cuento de las mil y una noches. El culto a la personalidad del dictador de Turkmenistán podía sólo compararse en el mundo al que se profesa al mandatario norcoreano Kim Jong Il. En la plaza de la Independencia de la capital, Ashgabat, una estatua dorada del presidente, ubicada sobre un promontorio a 95 metros de altura, gira continuamente en dirección al sol: ninguna sombra debe caer sobre su cara.

Sin embargo, tras la muerte de Niyazov, de 66 años, el futuro del país estalinista de Asia Central es incierto. Las posibles luchas por el poder entre los sucesores del autoerigido líder podrían poner en peligro los suministros de gas a Europa. Al fin y al cabo, Turkmenistán es el país con las terceras existencias de gas más grandes del mundo.

En principio, el Consejo de Seguridad del país traspasó ayer todos los poderes al viceprimer ministro, que siguiendo la vieja tradición soviética organiza también los funerales por Niyazov. Que con esa decisión quede solucionada la cuestión sucesoria es algo para lo que todavía habrá que esperar. Desde un traspaso de poder sin incidentes hasta disturbios o una guerra civil, todo parece posible en opinión de los politólogos rusos.

Niyazov, un ingeniero térmico, era el líder de Turkmenistán desde 1985, cuando el territorio era todavía una república soviética. Con la independencia de 1991, se convirtió sin solución de continuidad en jefe de Estado del nuevo país. Mientras en otros lugares de la Unión Soviética aparecieron signos de democracia, Niyazov se confirmó en el poder en 1992 en las únicas elecciones presidenciales con un 99,5% de los votos. Desde 1999 regía sencillamente como presidente vitalicio.

El déspota no sólo tapizó el país con monumentos y retratos de sí mismo, sino que en 2001, el "padre de todos los turcomanos" regaló a sus hijos su propia Biblia: "Rujnama", cuyo conocimiento es obligatorio incluso para recibir el permiso de conducir. Mientras tanto, sin embargo, de las riquezas del gas y el petróleo, se benefició sólo una pequeña elite.

La megalomanía de Niyazov no paró ni siquiera ante el idioma turcomano, y puso los nombres del mes y de los días de la semana al servicio del culto a su persona. Por decreto, rebautizó enero con su nombre, a marzo lo llamó como a su madre y al resto de los meses como a personalidades o acontecimientos del país.

Con los dólares provenientes del negocio del petróleo y el gas, Niyazov convirtió a Turkmenistán en un Estado policial totalitario. La oposición, en todo caso, actuaba emigrada desde Europa occidental. El "padre de los turcomanos" será inhumado el domingo en su ciudad de origen, Kiptshak, donde en vida hizo construir su mausoleo y, al lado, la mayor mezquita de Asia Central. (DPA)
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Niyazov junto a su colega ruso Vladimir Putin.

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