Año CXXXVII Nº 49326
La Ciudad
Política
Información Gral
La Región
El Mundo
Opinión
Policiales
Cartas de lectores
Mundo digital



suplementos
Economía
Ovación
Señales
Turismo
Escenario
Mujer


suplementos
ediciones anteriores
Turismo 10/12
Mujer 10/12
Economía 10/12
Señales 10/12
Educación 09/12
Autos 30/11
Salud 29/11
Página Solidaria 29/11
Estilo 18/11
Chicos pero grandes 11/11

contacto
servicios
Institucional

 domingo, 17 de diciembre de 2006  
[Nota de tapa] - Retrato de familia
Mi abuelo el revolucionario
Esteban Volkov es nieto de León Trotsky y vivió con él en México. De paso por Rosario, relató cómo el estalinismo atentó y luego asesinó a uno de los líderes de la revolución rusa

Lisy Smiles / La Capital

En Esteban Volkov el trotskismo es algo genético. Vsevolod (Seva o Esteban) Platonovich Volkov, según su nombre de nacimiento, es el nieto del revolucionario León Trotsky. Con él vivió alternativamente siguiendo los pasos del exilio familiar. Así llegó a México cuando era un adolescente, y ahora con 80 años recuerda detalladamente uno de los atentados contra su abuelo y también el día en que lo asesinaron.

Habla de Trotsky como intelectual y líder de la revolución rusa, pero también lo nombra simplemente como su abuelo, aquél que les encargó a sus custodios que cuidaran al niño. "El les decía que cuidaran que yo no me metiera en política", dice Volkov, mientras en su tono se sospecha cierto orgullo ante el sesgo protector de Trotsky.

Volkov estuvo en Rosario ante la proyección de "Trotsky y México, dos revoluciones del siglo XX", un documental testimonial donde se desarrolla la historia del revolucionario relacionada con México y los acontecimientos de la primera parte de siglo XX (ver aparte).

Los primeros años en la vida de Volkov no fueron fáciles. Sin duda, el asesinato de su abuelo fue algo que lo conmocionó, pero también el eslabón final de una cadena de hechos trágicos que dejaron huellas imborrables es este hombre que habla pausado y con un marcado acento mexicano.

-¿Desde su nacimiento hasta la muerte de Trotsky vivió años difíciles?

-Sí, el asesinato de mi abuelo fue algo conmocionante para mí. Pero también es cierto que estaba un tanto acostumbrado a las catástrofes familiares.


Viajes obligados
Volkov nació el 7 de marzo de 1926, en la histórica ciudad de Yalta (Ucrania). Allí estaba su madre, Zinaida (hija de la primera mujer de Trotsky), porque padecía tuberculosis y era un lugar de descanso. Su marido, primero exiliado en Siberia, luego es arrestado y desaparece en Gulag. El siguiente sitio que habitó Esteban fue un departamento en Moscú, la residencia familiar. Pero en 1931 llegó el primer viaje obligado: Turquía, más precisamente la isla Prinkipo, ubicada a media hora de Estambul.

Recuerda claramente la casa que habitaron. "Allí mi abuelo escribió su autobiografía y «La historia de la revolución rusa», una obra clave. La mayor parte del tiempo se la pasaba en su despacho. Era un lugar bello, el mar era transparente. Yo tenía cinco años", cuenta Volkov.

Un par de años después, "Seva" fue llevado a Berlín, ya que su madre estaba allí bajo tratamiento médico. Pero a poco de llegar se entera que ella fallece, "luego supe que se había quitado la vida, esa época y ese lugar coincide con la llegada de Hitler al poder", detalla.

Amigos estrechos de sus abuelos lo llevan a Viena, donde vivió en un internado para niños, pero aclara. "manejado por psicoanalistas, de la escuela freudiana". Luego, vendría París. Jan Frankel, secretario de Trotsky, lo buscó en Viena y lo llevó junto a su tío León Sedov y su mujer.

Pero una vez más el pequeño "Seva" vivió una situación conflictiva. El hijo de Trotsky fallece en una sospechosa intervención quirúrgica y su viuda se empeña en retener al pequeño. Trotsky lo reclamaba con insistencia. "Era una mujer muy terca, quería adoptarme por la fuerza", comenta como recordando aquel ambiente de tristeza. México fue su próximo destino, tras gestiones que su abuelo encaró ante el gobierno francés.


León y Natalia
José Stalin no cesaba la persecución sobre Trotsky. Los exilios eran cada vez más cortos y distintos países le negaban asilo político. Hasta que México aceptó cobijar al revolucionario ruso. Trotsky y su mujer Natalia Sedova llegaron a México en enero de 1939. Su actividad política e intelectual no cesó pese al hostigamiento. Era consciente de la persecución que lo asediaba.

En un principio se hospedaron en la casa de Frida Kahlo y Diego Rivera, en México DF. Luego se mudaron a otra ubicada en la calle Viena, número 19. Hasta allí llegó "Seva". Era agosto de 1939, un año antes del asesinato de su abuelo.

-¿Cómo fue el encuentro?

-Fue como llegar a una gran familia, llena de jóvenes de distintas nacionalidades. El abuelo era una especie de patriarca, era un ambiente donde se respiraba mucha vida. En esa casa yo era el más chico, tenía 13 años. Para mí fue un cambio muy grande. Apenas llegué lo primero que me enseñó Natalia fue a llamarlos en ruso. Yo hablaba en francés

-¿Usted presenció un atentado contra Trotsky, meses antes de su asesinato?

-Así fue. En la madrugada del 24 de mayo de 1940 irrumpió el pintor David Alfaro Siqueiros, un estalinista fanático, con otros 20 acompañantes armados con ametralladoras Thompson, bombas incendiarias y dinamita. Ametrallaron la recámara del abuelo. Fueron cerca de 200 disparos, desde direcciones distintas. Natalia fue la que le salvó la vida al abuelo que estaba medio adormecido porque tomaba calmantes. Lo primero que él pensó era que había alguna festividad religiosa, que eran fuegos artificiales. Natalia lo empujó, lo tiró al suelo, y lo arrinconó bajo una mesa, y no le llegaron las balas.

-¿Y usted dónde estaba?

-En la recámara de al lado, separé el catre donde yo dormía de la pared, me dejé caer en el rincón y me encogí todo lo que más pude. Pero se ve que como acto de cortesía uno de los asaltantes disparó también sobre el nieto de Trotsky. Fueron como seis u ocho tiros sobre la cama, pero apenas sufrí un roce de bala en un dedo del pie derecho.

-¿Sintió miedo por su abuelo, lograba entender lo que pasaba?

-El miedo se hizo pánico al fin del tiroteo, cuando entró alguien y dijo: "Ahí van las bombas". Salí corriendo del cuarto. Y me tropecé con uno de los asaltantes que huía, pero por suerte ni me registró.

-En uno de sus textos, Trotsky describe el atentado y que usted gritaba "¡Abuelo, abuelo!".

-Si, eso es cierto, lo que pasó es que al salir del cuarto me sentí un poco culpable de dejar a mis abuelos, entonces fue como que los quise advertir. Fue un grito de advertencia, como para ver si todavía estaban con vida, para que salieran de ahí. Por suerte no fueron bombas explosivas, sino incendiarias. Se ve que el propósito era matar a Trotsky y destruir los archivos. Claro, y también a la familia, algo a lo que el estalinismo se dedicó con obsesión.

-No mucho tiempo después asesinaron a Trotsky.

-Tres meses después, el catalán Ramón Mercader logró ingresar al círculo íntimo de los abuelos. Su infiltración fue planeada en Nueva York con una stalinista que era amiga de Silvia Ageloff, hermana de Ruth, secretaria de mi abuelo. La enamora, forma pareja y le indica que el patrón para el que trabaja lo manda a México, por negocios, y hacia allí van. El se mantiene al margen de la casa, mantiene cierta amistad con los guardias, para nada demuestra interés en tratar al abuelo. Pero sí va haciendo favores, les prestaba a los guardias su coche, los invitaba a comer a buenos restaurantes. Incluso me lleva a un día de campo, hicimos un picnic, me trae chocolates, un pequeño avión para armar. Incluso acompaña a unos amigos de mi abuelo en un viaje, creo que Natalia también va. Trata de crear más contacto, pero siempre distante de mi abuelo, para no despertar sospechas, fue muy hábil.

-Hasta que llegó el día en que Mercader entró a la casa...

-Repentinamente, él, que nunca había demostrado interés por la política, aparenta tomar posición en una polémica que había en el partido trotskista norteamericano. Y dice que quiere escribir un texto al respecto y con esa excusa pide que "El Viejo" (por Trotsky) le lea su artículo. Claro, la generosidad de Jacson, ese era el alias, con la familia hizo que el abuelo no se pudiera negar. Entonces fueron dos visitas; la primera, un preámbulo, un ensayo, conocer el lugar, el futuro escenario del crimen. La segunda vez fue a lo que iba, a los pocos minutos de entrar le asestó el golpe en la cabeza con el piolet (picahielo) que llevaba escondido. El abuelo ya en la primera visita había visto algo raro en ese personaje. Le dijo a Natalia que era un tipo extraño, su hábitos, no quitarse el sombrero, quizá esa misma curiosidad lo llevó a aceptar la segunda visita como queriendo indagar más. Pero no tuvo tiempo. Todos los guardias y los camaradas le decían que nunca debía estar solo en su despacho. Pero ante eso solía decir: "Prefiero correr los riesgos y tener libertad". De todos modos, si se hubiera evitado este atentado, hubiera venido otro. Stalin no hubiera cejado en su propósito de asesinarlo.

-Y a pesar de que Trotsky pidió que no dejaran que su nieto lo viera herido, usted lo vio.

-Yo regresaba de la escuela al poco tiempo de ocurrido el atentado. Y alcancé a ver al abuelo en el comedor, en el suelo, en un charco de sangre, con Natalia, y camaradas. Estaba la puerta entreabierta, me asomé, y sí, lo vi, y a pesar de que había dado instrucciones de que mantuvieran alejado al niño, todavía veo al abuelo ahí, son imágenes que quedan grabadas.
enviar nota por e-mail
contacto
Búsqueda avanzada Archivo


Ampliar FotoFotos
Ampliar Foto
Imagen. "Vi a mi abuelo tirado en el piso, sobre un charco de sangre. Es algo imborrable", recuerda Volkov. Trotsky malherido había pedido que el niño no lo viera.

Notas Relacionadas
Dos escritos de Trotsky sobre el pequeño "Seva"

Una pantalla con variaciones en rojo


  La Capital Copyright 2003 | Todos los derechos reservados