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 domingo, 17 de diciembre de 2006  
Interiores: Alternativas

Jorge Besso

Todos los sentidos que rodean a la palabra "alternativa" de una u otra forma se vinculan con la idea de opción, es decir que para que algo o alguien tenga alternativas en su camino por la vida deberán estar dadas por las opciones que ese algo o ese alguien pueda efectivamente disponer. En cada nacimiento se ponen en juego un abanico de alternativas que varían considerablemente según se nazca en los márgenes más marginales de la sociedad, o en los centros privilegiados. Entre ambos quedan las capas medias que las políticas de los neo conservadores casi hacen desaparecer en nuestro país de los noventa, y también en otros en décadas vecinas. El resultado de nacimientos tan distintos hace que los recién llegados al planeta aterricen en situaciones distintas:

u Los que llegan sin el pan bajo el brazo.

u Los que llegan con el pan bajo el brazo.

u Los que llegan con money bajo el brazo.

Como se puede ver son alternativas diferentes, ya que los primeros arriban sin pan y sin trabajo, los segundos lo hacen con pan, es decir con trabajo, y los terceros con dinero por lo que el trabajo no es un problema. En el caso de los sin pan serán muchos más los imposibles que los posibles, al punto que el hambre, las enfermedades o cualquiera de los infortunios que las sociedades les ponen a disposición terminarán por dar por realizado el único destino que les tenían reservado: la muerte. En una extrema simplificación, el poder y los poderes confluyen para que todas las alternativas posibles se reduzcan en una sola: llegar para irse, porque nacen sin tiempo y sin espacio.

En cuanto a los que nacen con pan, está claro de que disponen de más alternativas que los anteriores de forma que, gracias a la educación, deseos, firmeza, y como mínimo algo de fortuna, pueden encontrar los logros a partir de arrancarle algunas alternativas a la vida. En todo caso repetirán los movimientos y los surcos de sus antecesores, o acaso llegarán más lejos, sobre todo si han tenido la generosidad de dejar en su paso por la existencia lo que quizás sea el mayor de los legados: dejar más alternativas para los otros.

Los que llegan con la platita bajo el brazo cuentan con el menú de alternativas más amplio. En principio, para los hijos de los afortunados casi todo es posible. Pero si los del primer grupo están determinados a habitar en el infierno terrestre (que es el verdadero), los del último grupo están condenados al paraíso. El problema es que como el paraíso no existe ni en el cielo ni en la tierra, a pesar de todo, para nada están exentos de toparse con alguno de los infiernos posibles que no son pocos.

De una u otra manera en las sociedades de todos los tiempos, pero sobre todo en aquellas que no sólo no distribuyen la riqueza sino que propagan la pobreza, sucede que algunos toman en sus manos las alternativas fuera de la ley. Un camino directo y violento hacia los objetos, las personas o el dinero. Para todos estos el destino más habitual será la cárcel, por lo general una y otra vez. Lo cierto es que los mundos están llenos de cárceles y guetos poblados por marginados y marginales que, con toda probabilidad, terminarán siendo marginados.

Todo un sector de la sociedad viaja por la vida con una certeza que como tal no necesita de evidencias, respecto de la cual jamás se permiten la posibilidad de cuestionarla o ni siquiera examinarla. Es aquella sentencia que proclama: los presos entran por una puerta y salen por otra. Con toda probabilidad para volver a entrar, ya que más allá de la complejidad del problema hay algo seguro: las únicas puertas que la sociedad les abre son las de la cárcel. Que luego se las abran para que salgan no es más que para que vuelvan a entrar, siendo en definitiva la cárcel el único lazo seguro que la sociedad les ofrece. Es decir, una vida sin alternativas. Dicho pensamiento (más bien no pensamiento) que ve al otro y a los otros sin alternativas constituye la base de todas las ideologías de la intolerancia, muchas de las cuales se jactan de ser perfectamente racionales.

Hace pocos días me topé con un chiste racista que no pude evitar. Alguien me dijo: "Querés que te cuente un chiste racista". "No", dije. Pero fue inútil. Como corresponde, la lógica del racismo no deja lugar al otro. Por lo tanto se despachó con el cuento: "¿En cuántas partes se divide la cabeza de un negro?" me preguntó; "No sé", le respondí. "Depende de cuántos hachazos le den", me disparó.

Está más que claro que aquí negro se refiere no sólo a la negrés, sino muy especialmente a la negrés social de todos aquellos marginados o a marginar cuya única alternativa, salvo las excepciones que confirman la regla, es limpiar o ser limpiados. Sin embargo el meollo del chiste es la parte que se refiere a las partes. La cabeza de un negro no tiene partes según la profundidad de la inteligencia blanca. Por lo tanto es una suerte de mono ambiente que emparenta en forma directa con la cabeza de un mono, a lo sumo capaz de alguna monería y de algún trabajo mínimo con un buen adiestramiento.

El breve y contundente chiste representa a la mejor extirpe del humanismo blanco que como se sabe son los colores del Ku Klux Klan, monstruos pertenecientes a la galería de los racistas top, que en estos días según se puede leer en un impresionante trabajo periodístico de la revista EPS del diario El País educan a sus niñitos blancos proveyéndoles de muñequitos negros para que en sus juegos los cuelguen de los árboles.

La pregunta verdaderamente difícil es: "¿Esos pieles blancas de almas negras tendrán alternativas?" Muy difícil, a su turno y ya crecidos, educarán a sus muñecos con los mismos muñequitos.
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