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 miércoles, 22 de noviembre de 2006  
En silencio. Los síntomas son pocos pese a que puede dañar gravemente el hígado
Una enferma de hepatitis C relata sus vivencias en un libro
La autora espera que su experiencia les sirva a otros que padecen el mal

Edith Lucía Michelotti convive con el virus de la hepatitis C y ahora después de los efectos secundarios que le provocó el tratamiento para detener la enfermedad, decidió dar a conocer un libro a modo de cuento donde relata su experiencia y espera que sea útil para otros que la padecen.

  Edith aconseja salir a buscar la enfermedad, ya que no genera síntomas específicos, lo que muchas veces confunde tanto a los pacientes como a los médicos. “Yo llegué al diagnóstico porque lo busqué, insistí, estuve cinco años en manos de un gastroenterólogo que no detectó el virus y terminé exigiéndole a una médica clínica el análisis”, enfatizó.

  Por eso recomienda que ante la mínima sospecha, se le exija al profesional el análisis de detección de la hepatitis C, ya que la enfermedad puede confundirse con cualquier otra, incluso con una gripe. “Es sumamente importante detectarla cuanto antes, ya que la enfermedad evoluciona, primero fibrosis, luego cirrosis y por último cáncer”, explicó.

  Cuenta que en un principio le costó tomar conciencia de su enfermedad. Primero la conmovió la sorpresa, luego llegó la toma de conciencia y los miedos. “El primer día después de ser medicada estuve activa, pero ya al segundo tuve síntomas y alucinaciones, sentía que tenía cabras en el placard e incluso tuve la sensación de caminar por las paredes”, confesó.

  Edith indicó que las drogas (ribavirina e interferón) le ocasionaron muchísimos efectos secundarios, tanto a nivel físico como mental durante el largo tratamiento. “Los efectos de los medicamentos no son en todos los pacientes iguales, incluso mucha gente puede seguir trabajando. Pero otros como yo no tuvimos esa suerte”, reconoció.

  El asumir la hepatitis C no le resultó fácil, pero siempre pensó en no bajar los brazos. La depresión nunca la tomó como opción y enfatizó que “tirarse en una cama es lo último que se debe hacer”, y advirtió: “Muchos no entienden nada y te dicen «éste se tira a la nada, qué raro que anda, está trastornado, qué nervios que tiene, qué intolerante que está», pero no es uno, son los efectos de las drogas”.

  También admitió que mil veces pensó en abandonar el tratamiento. Recordó haber dicho: “Me siento como borracha, no puedo más, no sigo más, este tratamiento que se lo den a Magoya, hasta aquí llegué”. En esos momentos, explicó, el apoyo de los seres queridos es sumamente importante, y en su caso destacó principalmente la contención incondicional de su pareja durante sus 48 semanas de tratamiento.

  También encontró en la escritura su aliada para evadirse de los molestos síntomas que las drogas le ocasionaron. Así escribió “Enemigos silenciosos”, la escritura de sus sensaciones a partir del uso de los químicos le sirvió para olvidarlas, aunque sea por un rato. Este material se transformó en el primer libro escrito en castellano que plantea la problemática desde un lugar distinto, el punto de vista del enfermo.

  Si algo Edith quiere dejar como mensaje a los que padezcan hepatitis C es que “hasta el resultado negativo no paren, luchen porque realmente hay que apostar a la vida”.

  Y esto no lo cuenta desde la cura, ya que el análisis después de los seis meses de terminado el tratamiento le dio positivo. Al recibirlo, lloró, pero después se preguntó: “¿Me habrá dejado algo positivo esta experiencia?”. Sabe que sí, su enfermedad no desapareció, pero su hígado se ha mejorado. Sabe que todo no terminó pero confía en futuras alternativas.

  Edith también destacó la compañía a partir de las charlas con otros enfermos que conoció a través de distintos grupos de autoayuda. El de Rosario se denomina Una-C, y los interesados pueden comunicarse al 4550392 o vía correo electrónico a [email protected].


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