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 domingo, 19 de noviembre de 2006  
[Lecturas]
Jugar la partida

Liliana Palazzini

Psicología. Adolescencias: trayectorias turbulentas, de M. C. Rother Hornstein (compiladora). Paidós, Buenos Aires, 272 páginas, $ 32.

Capítulo a capítulo, las páginas de este libro se vuelven laberintos que nos transportan por caminos sinuosos. La única sincronía es el acuerdo de los psicoanalistas en pensar las adolescencias subrayando distintas categorías teóricas con la intención de abordar este universo sensible, cambiante, versátil, complejo, conflictivo y, a veces, patológico. El título lo anticipa, y la foto de tapa, que muestra a tres pibes de mirada sostenida y gesto concentrado, se vuelve un preludio del pensamiento de los autores, bien alejado de los extremos: ni la idealización como tiempo lujurioso de la existencia ni el escepticismo como camino atravesado de duelos y pesares. Porque crecer y adolecer no son lo mismo. Si bien la adolescencia acarrea trastornos y angustias, más lo produce la ausencia de su despliegue.

Tiempo tumultuoso para los protagonistas de la escena, a los hijos les cabe el escarpado acceso a la vivencia de crecimiento valiéndose para ello de un trabajo de confrontación con sus progenitores. En los padres se reactivan algunos puntos olvidados de su propio transcurrir adolescente, lo que impregna el campo de deseos incumplidos, de sueños rotos, de anhelos que caen cual estrellas fugaces. Encrucijada inevitable en la que se encuentran, por un lado, la vivencia de potencia juvenil y, por el otro, la de envejecimiento que socava el narcisismo parental.

Los textos recorren temáticas de hoy y de ayer. Las sustanciales que componen el trabajo psíquico de crecer, tales como la confrontación generacional, la remodelación identificatoria, la constitución del afuera, entre otros; y las aleatorias anudadas a sufrimientos específicos, a traumas acontecidos capaces de dibujar en su derrotero múltiples motivos de consulta: manifestaciones de anorexia, depresiones, intentos de suicidio, dificultades en el rendimiento intelectual, consumo de drogas, somatizaciones, o las formas de desconexión adolescente como el aislamiento. Consultas que en su mayoría parten de la preocupación de los padres y llevan, cuando el análisis es posible, a una experiencia excepcional para ambos miembros de la pareja analítica. La disposición al cambio, la valentía para la indagación, el deseo de saber sobre sí mismos, el alivio de las angustias obtenido hacen del trabajo con adolescentes una tarea difícil, llena de sobresaltos pero gratificadora como pocas para un psicoanalista.

En este libro se ha pensado la adolescencia como espacio exigido y exigente en la construcción de la propia identidad. De deportista a intelectual, de religioso a agnóstico, de científico a empirista, soñador al fin, el adolescente carece de respuestas a la hora de plasmar por anticipado la construcción de lo que vendrá. Rota la ligadura infantil debe sostener enunciados propios con los cuales identificarse a fin de componer una diferencia, debe salir a conquistar territorios en busca de nuevos ámbitos de acción y de interés. Así, estudiar una carrera, vincularse con amigos, enamorarse, plasmar una profesión u ocupación para el mañana, se convierten en verdaderas apuestas a fin de alcanzar algún puerto seguro que le dé abrigo.

El adolescente tendrá como trabajo psíquico de envergadura la construcción de un proyecto identificatorio con el fin de sostener valores, metas, ideales, y necesitará para ello del tiempo que requiere su alcance, plus de placer que el futuro le promete. La instalación identitaria le permitirá sentir la convicción de Ser como sentimiento unificado, de pertenencia a una familia, a un grupo, a una cultura. Sabemos de los múltiples obstáculos capaces de interferir este andar: enfermedad, pérdida de seres queridos, quebrantos económicos o trastornos en la estructura familiar pueden sacudir las aspiraciones y oscurecer el tiempo inmaduro y juguetón, absolutamente imprescindible, para el alcance de la apasionada reivindicación de ser un ciudadano en el mundo de los adultos.

Los textos que integran la compilación hilvanan en una trama invisible los sufrimientos que ponen en jaque a los adolescentes, las distintas formas que cobra el malestar, pero también las logradas siluetas que dibuja su ganancia. Difícil juego, partida que se gana al final de un trayecto cuando es posible poner una distancia ahí, donde había la mayor de las cercanías. Se trata de un juego en el que la ganancia es la partida, el desasimiento imaginario del lugar de hijo-niño que quedará como retazo de historia, como restos de lo vivido, iluminando la capacidad lúdica para la vida. Pero vale señalar -y el texto lo hace- que la adolescencia inscribe una brecha temporal que separa y a la vez articula pasado-presente y por-venir, marca separatividad de territorios generacionales en apropiación de la capacidad productiva, también condensa en su manifestación las marcas que impone la cultura, marcas que estampan -como en un grabado- las condiciones sociales de una época.

Este libro no supone un lector unívoco. Además de los psicoanalistas también los padres, los educadores, los agentes de salud mental, entre otros, se enfrentan a la tarea de comprender y generar condiciones de creatividad allí donde los adolescentes ven abrirse un abismo. De lo que estos adultos comprendan y hagan también dependerá que el camino que los jóvenes tienen por delante devenga crecimiento, producción, surgimiento de posibilidades. Todo depende de cómo se juegue la partida.
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