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 domingo, 19 de noviembre de 2006  
Para beber: la fiesta del Beaujolais

Gabriela Gasparini

Le Beaujolais Nouveau est arrivé!, esta frase de autor desconocido, ahora tan famosa, es la que anuncia el comienzo de una de las fiestas más animadas y esperadas del vino (imagino que se habrán dado cuenta de que la partuza se debe a la salida de las bodegas del recién nacido Beaujolais).

Como no puede ser de otra forma, leyes mediante, esto ocurrió, exactamente, en el momento en que la medianoche abría sus puertas para dejar asomar el primer minuto del jueves pasado. Noche especial en la que, según acontece cada año, toda Francia espera despierta el repicar de las campanas que anuncian la llegada del nuevo día para volcarse a las calles en busca de su copa de vino.

Los caldos recién nacidos fueron cambiando de estatus según pasaba la historia. En la antigüedad a los vinos "nuevos" se los llamaba el trago del esclavo porque era el que se les ofrecía a los que cosechaban las uvas apenas salían de la prensa. En el medioevo el vino que se sacaba al mercado unos 15 días después de la cosecha tenía dos ventajas: el señor, obispo, abad o quien fuera propietario de los viñedos obtenía los mejores precios por sus productos, y tenía el privilegio de ser el primero y único vendedor hasta que hubiera agotado sus existencias, recién entonces sus competidores podían ofrecer los suyos.

Durante varios siglos la cantidad de vinos que se elaboraban no eran suficientes para satisfacer la demanda lo que cargaba de ansiedad la espera y provocaba grandes revueltas. Su venta tenía tal importancia que durante el siglo XIX todo intercambio comercial era celosamente custodiado por ejércitos privados armados hasta los dientes. En la zona de Beaujolais, en la parte sur de Borgoña, los habitantes de Lyon también esperaban cada año el nuevo vino, los de la cosecha anterior ya habían desaparecido y necesitaban reemplazarlos lo más rápidamente posible.

El comercio de los vinos no estuvo regulado hasta la segunda mitad del siglo XX, pero en 1951 el gobierno decidió que era hora de imponer algunas normas. Si bien, por un lado, abolió una ley sancionada durante la guerra que obligaba a la venta escalonada para que no le faltara bebida a los soldados, por otro lado, estipuló que los productores no estarían autorizados a vender sus vinos antes del 15 de diciembre si querían utilizar la denominación de origen. Rápidamente los vinicultores objetaron la normativa diciendo que los suyos eran vinos para beber bien jóvenes. Ese argumento bastó para que el 13 de noviembre de 1951 fueran autorizados a ignorar la medida, por dicha razón se toma esa fecha como el verdadero nacimiento del fenómeno Beaujolais.

Durante 15 años el día de salida al mercado era variable hasta que en 1967 se estableció fecha y hora de largada: el 15 de noviembre a las 00 horas 00 minutos. Sin embargo, en 1985 fue objeto de un nuevo cambio que es el que se mantiene hasta hoy, y que fija el día más esperado de la vitivinicultura francesa en el tercer jueves de noviembre. Llegado el momento, más de un millón de cajas de Beaujolais Noveau comienzan su viaje con destino a todos los rincones de Francia y del mundo. Cualquier transporte es aceptado motocicletas, globos aerostáticos, camiones, helicópteros, obviamente uno de los más requerido en su época de gloria era el Concorde y ni siquiera quedan afuera los bien entrenados maratonistas.

Lo que comenzó como una costumbre local reservada a los bares y cafés del lugar se extendió primero a París, y más tarde al resto del país y del globo. Para la elaboración de esta expresión vinícola se utiliza la Gamay, una cepa que suele ser considerada de segunda, y que durante la Edad Media fue proscripta en la Cìte d-Or por los duques de Borgoña. Es una uva identificada por su frutosidad, jugosidad y frescura. Entre las condiciones indispensables para llevar a cabo el proceso está la de vendimiar en forma manual porque de otra manera no podría implementarse el característico método de vinificación, una variante local de la maceración carbónica, conocida como "maceración beaujolaise tradicional o método Beaujolais". Consiste en tirar los racimos enteros, sin estrujar ni despalillar, con el objetivo de obtener el máximo de color y aromas, lo más rápidamente posible. El calor aumenta dentro de los granos, y debido al carbónico y a la ausencia de oxígeno se inicia otra forma de fermentación alcohólica que es lo que le da su particularidad.

Eso ocurre con las uvas que están arriba porque las que quedaron en el fondo son aplastadas por el peso de las demás, por lo que éstas sí fermentan de manera tradicional. Este vino sencillo, ligero, afrutado, con escasos taninos, hecho para beber inmediatamente, con no pocos detractores dentro del mundillo enológico, puede cada año disfrutar como pocos de momento de fama.

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