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 domingo, 12 de noviembre de 2006  
[Nota de tapa] Biografía de artista
El legado de un creador incansable
"Dedicado a Rubén Naranjo", la muestra que exhibe el Museo Castagnino, rinde homenaje a uno de los protagonistas de la historia cultural de Rosario. Una vida para redescubrir

Osvaldo Aguirre / La Capital

Hace un año que no está, pero sigue presente. Es que las huellas que dejó Rubén Naranjo en el arte, la educación y los derechos humanos, en la formación de quienes compartieron su trabajo y sus ideas, se vuelven más nítidas con el transcurso del tiempo. Su nombre evoca de inmediato grandes emprendimientos en el campo de la educación popular, como la Biblioteca Constancio C. Vigil, y experiencias artísticas que marcaron una época, como Tucumán Arde. Pero antes y después de esos hitos fue el creador y en muchos casos el director de diversos emprendimientos, desde la actividad editorial al reclamo social. La muestra "Dedicado a Rubén Naranjo", que se exhibe en el Museo Juan B. Castagnino, precisamente pone de relieve el conjunto de esa obra y los puentes que ella tendió entre disciplinas y preocupaciones que por lo general circulan por caminos separados.

"Una exposición de Rubén Naranjo no podía restringirse meramente a su obra pictórica o artística, entendida esta producción en términos usuales. Era necesario darle otros alcances para que funcionara a modo de biografía del artista", dice Graciela Carnevale, quien tuvo a su cargo la realización de la muestra.

"Dedicado a Rubén Naranjo" propone un relato de esa historia a partir del montaje de dibujos, pinturas, grabados, reproducciones, textos, fotografías y videos. El título proviene de "Ezeiza Paintant", un mural de Fabián Marcaccio que se exhibió el año pasado en el Malba. El homenaje se renueva y crece, y en el recorrido visualiza nuevos puntos de partida. Porque si bien "esta es una primera presentación donde, por cuestiones de tiempo, nos hemos manejado con lo que tenemos a mano", según advierte la realizadora de la muestra, gran parte del material expuesto pertenece a segmentos desconocidos de la producción de Naranjo: hay obras de los años 60, documentos de Tucumán Arde, dibujos y reproducciones de sus años de exilio interno.

Nacido en Buenos Aires en 1929, Naranjo vivió desde chico en Rosario. En septiembre del año pasado, al ser declarado ciudadano ilustre de la ciudad, recordó que cuando era chico merendaba en un baldío con un grupo de basureros: su madre le había dicho que era "gente de trabajo" que nunca le haría daño. Un episodio que, agregó, no podía ser tomado como una anécdota aislada porque se correspondía con su búsqueda y su valoración de la gente común movida por la solidaridad.

Recibido de profesor en Bellas Artes, desarrolló una intensa labor como pintor con otros artistas, con quienes se nucleó en el Grupo Taller y luego en el Grupo de Artistas de Vanguardia. "En su producción, Rubén transita una etapa que va desde los primeros 60 hasta que se integra al Grupo de Artistas de Vanguardia en 1967, en que está interesado en la realidad de la materia, en la textura, la superficie, en la fisicidad de la pintura, no en la representación", explica Carnevale.

En esos años, "desarrolla una serie de trabajos con engrosamiento de la materia donde apenas participa el color, son formas abstractas donde el protagonismo está en la materia. Previo a Tucumán Arde hay como un paso intermedio, donde la pintura matérica se vuelve más tridimensional, se independiza del plano en instalaciones de fuerte estructura, donde interfiere el espacio".

A partir de 1964, Naranjo se vinculó a la Biblioteca Constancio C. Vigil, donde entre otras muchas actividades creó y dirigió la Escuela de Artes Visuales y la Editorial Biblioteca. El año de eclosión de esta primera etapa fue 1968, cuando el Grupo de Artistas de Vanguardia llevó adelante la experiencia de Tucumán Arde, que lo tuvo entre sus protagonistas.

"Como la mayoría de los artistas que participan de esa experiencia, Rubén abandona después el campo institucional del arte. Su interés por la realidad de la materia se traslada a la realidad social, involucrándose en una serie de prácticas que tienen que ver con una militancia en relación a los movimientos sociales", dice Carnevale.

-¿Qué es lo que vincula todas sus actividades?

-A fines de los 60, con Tucumán Arde, pensábamos el arte en relación a la vida, pensábamos que el arte formaba parte de tu práctica cotidiana, podía transformar la realidad y que su espacio no era el de la institución sino el espacio de la calle. Y el público tampoco era el público de elite especializado en arte sino que íbamos en busca de otro público. Creo que en el caso de Rubén no hubo ruptura, fue seguir en la misma dirección. Si bien él se aleja del arte, justamente es una actitud totalmente coherente con los postulados de los que hablábamos en Tucumán Arde: una forma de accionar que encontraba un sentido para esas prácticas. Posiblemente él en ese momento no lo llamaba arte, pero creo que no había diferencia entre lo que postulábamos en Tucumán Arde y la actividad que él realiza después. Y con una coherencia muy grande de alejarse de todo tipo de legitimación desde la institución y hacer una práctica y una militancia mucho más anónima, incluso por afuera de los partidos políticos, en instituciones que no serían las canónicas dentro del campo cultural, como las Madres de Plaza de Mayo, la Biblioteca Vigil o los organismos de Derechos Humanos.


Tiempos de oscuridad
Con el golpe militar de 1976, Naranjo fue cesanteado de la Facultad de Arquitectura, donde trabajaba como docente. Un año después, con la intervención de la Biblioteca Vigil, se vio forzado al exilio interno: buscado por grupos de tareas de la policía, dejó Rosario y se radicó en Buenos Aires (ver aparte).

"En los 70 y principios de los 80 -dice Carnevale- empieza a dibujar de nuevo y a hacer grabados figurativos que tienen que ver con los temas de la represión y de la situación social de ese momento". Al mismo tiempo, en general de manera anónima por razones de seguridad, se dedicó a la actividad gráfica. Y participó en actividades de organizaciones de derechos humanos, y en particular con las Madres de la Plaza de Mayo.

De regreso en Rosario, mantuvo y profundizó ese vínculo (integró el consejo de presidencia de la Asociación Permanente por los Derechos Humanos). "Hace, calculo, veinte años que las acompañó en sus marchas de los jueves -dijo, al evocar su relación con las Madres de la Plaza 25 de Mayo-. Con renovado fervor porque yo sé que estando en la plaza con las Madres estoy en un espacio de dignidad absoluta, donde ninguna impostura es posible".

La concepción y edición de "Rosario. Historias de aquí a la vuelta" (1990) fue uno de sus grandes aportes a la cultura y al conocimiento del pasado de la ciudad. Los orígenes del fútbol, la Escuela Serena de Olga Cossettini, las colectividades italiana, española y judía, el barrio Saladillo, los clubes deportivos, el bulevar Oroño y el Parque Independencia, entre otros sucesos y fenómenos de la historia local, fueron documentadas en una colección de fascículos que retomaba el espíritu de la Vigil.

El año 1993 señaló otro momento particularmente significativo en la producción de Naranjo. Ese año creó y empezó a editar la revista de educación "El Tintero Verde", con un trabajo que más tarde prolongaría, en un plano, como director de Ediciones Amsafé, y en otro a través de la Biblioteca Popular Pocho Lepratti, de la que fue además fundador.

Tres años después comenzó a coordinar un taller de dibujo en la Casa Chicos, actividad que mantuvo hasta poco antes de su fallecimiento. "Para él -dice Graciela Carnevale- se trataba de tomar contacto con los chicos, darles lugar, escucharlos, respetarlos y tomarlos como son, y estar con ellos a partir del diálogo y de considerar al otro como ser humano. Esto se une con la actividad de investigación que él hizo durante muchos años sobre el pensamiento de Korczak". Los estudios sobre el educador polaco asesinado en un campo de concentración nazi derivaron en un libro, "Janusz Korczak, un maestro de la humanidad" (2001), que dedicó "a los chicos de la calle de Rosario y el mundo".

El estudio de Rubén Naranjo era con frecuencia la usina de todas sus actividades, desde las más visibles hasta la más íntimas, como las tarjetas que imprimía a fines de año, con fotografías y poemas que le resultaban particularmente significativos. Las imágenes y los textos que cubrían aquellas paredes reaparecen en la muestra para retratar el conjunto de relaciones que establecía con su propia práctica y con los demás. Un mundo por redescubrir.
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Con su hija Marina y miembros de la cooperadora de la Vigil.

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