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 domingo, 12 de noviembre de 2006  
En el Instituto Médico Legal de Rosario se hacen unas mil autopsias anuales
"Los cadáveres hablan, pero para entenderlos hacen falta traductores"
Alicia Cadierno y Silvia Cavalini contaron sus experiencias como médicas forenses. "No es fácil", aseguran

Leo Graciarena / La Capital

"No es fácil trabajar con la muerte. Es algo que no sabemos bien qué es y qué hay detrás de ella". Silvia Cavalini y Alicia Cadierno son médicas y forenses. La primera cuenta con una experiencia de 23 años como legista y dos como forense. La segunda acuña 16 años en el duro oficio de descifrar los datos que brindan cuerpos a los que la muerte les llegó de una manera poco clara. Son parte del grupo de siete profesionales que trabajan en el Instituto Médico Legal cumpliendo un vital apoyo en las investigaciones judiciales. "Los cadáveres hablan, pero para entenderlos se necesita un buen traductor. Es vital conocer algunos datos que nos suministran al levantar el cadáver, para saber qué nos quieren decir", sostuvo la doctora Cavalini refiriéndose a lo que es sólo una parte del trabajo: hacer una autopsia.

Según comentaron las médicas, en Rosario se realiza una media de 1.000 necropsias anuales (en Capital Federal ese número asciende a las 3.000). "Este es un trabajo estresante. No es sólo hacer autopsias. Hay que hacer informes en los tiempos en los que se nos requiere", cuentan desde la pequeña oficina en la que vuelcan al papel el resultado de sus tareas. Pero su trabajo no sólo consiste en analizar a fondo los cadáveres, también deben afrontar exámenes a víctimas de abusos sexuales y de lesiones, entre otros ataques.

"La mayoría de los casos que analizamos y que llegan después de homicidios, son cuerpos baleados. En el caso de los suicidios, lo que predomina es el ahorcamiento. Y durante los meses de veranos hay una gran cantidad de ahogados y muertos en accidentes de tránsito", explica la doctora Cadierno en referencia a las maneras en la que la muerte llega violentamente a Rosario. Y su compañera de tareas aclara que "en los últimos dos años no se nota un aumento significativo en la cantidad de víctimas de accidente de tránsito que sea proporcional al crecimiento del parque automotor".

En la esquina de bulevar Avellaneda y 3 de Febrero está el Instituto Médico Legal, dependiente de la Corte Suprema de Justicia de la provincia. Ese es el punto de partida de toda investigación sobre muertes de causa dudosa. Por las puertas de ese edificio pasan anualmente un promedio de 1.000 cadáveres acompañados por un detallado registro del levantamiento. Tras ello, los cuerpos son sometidos a la autopsia -o necropsia- médico legal. Y en este sentido, la información que brinde el cadáver será un elemento fundamental para la Justicia.

"Es muy distinto ver un cadáver vestido dentro de un ataúd, con el ambiente de un velatorio, que tenerlo arriba de una mesa fría. Una vez que esto sucede, nosotros ya estamos condicionados hacia la investigación. La pregunta entonces es: ¿Murió porque Dios lo llamó o lo mataron? Y así uno encara la tarea con toda una estructura de pensamiento dispuesto a ayudar a ese muerto, y si hubo una injusticia que se vislumbre", explicó Cavalini. En las palabras de las forenses no hay morbo, sino respeto.

La sala donde comienzan a despejarse los secretos más ocultos detrás de una muerte violenta tiene distintos olores. Puede oler a una descomposición totalmente inimaginable y muy difícil de describir para el extraño. O simplemente oler a hospital. "Llega un momento en donde uno ya no siente el olor a descomposición", cuenta Cavalini. La sala, de 10 por 15 metros, tiene cinco mesas de acero inoxidable. Son las llamadas mesas de Morgagni, por el anatomista italiano considerado padre de la patología (1682-1771).

Casi al ras del piso, una balanza para pesar los cuerpos, y en otro rincón otra báscula de colgar, similar a las que se pueden ver en las verdulerías de barrio. De un lado, una puerta conduce a la cámara frigorífica donde se guardan las muestras patológicas, del otro, una puerta doble que conduce a las 12 cámaras frigoríficas (tres nichos con cuatro lugares cada módulo) para almacenar los cuerpos. Allí permanecen tras la autopsia hasta que el juez interviniente ordena la entrega a los familiares o se los entierra como NN.

Los siete forenses rosarinos rotan en grupos de a tres. Trabajan con el apoyo de los evisceradores (encargados de abrir el cuerpo) y peritos radiológicos, fotográficos y balísticos. "Una de las cosas positivas es que la Brigada de Homicidios de la policía haya definido que sean sólo tres médicos policiales los que intervengan en las muertas dudosas, suicidios y homicidios. Eso nos permite trabajar con pautas más claras", coincidieron las forenses.

- ¿El procedimiento de la autopsia siempre es el mismo?

- Cavalini: Hay una metodología. La autopsia debe ser completa, metódica e ilustrada. Siempre debe tener un seguimiento de arriba para abajo. No se debe dejar nada sin ver.

- Cadierno: Cuando hay lesiones específicas, como de armas blanca o de fuego, se profundiza en esas heridas. Se realizan radiografías para saber si el proyectil es el que se busca o es otro que ya estaba en el cuerpo. Cuando hay signos de una intoxicación determinada o si se sospecha que hubo una violación, se profundizan los hisopados de rutina.

- ¿Puede haber dos visiones diferentes de una misma autopsia?

- Cadierno: Puede darse en lesiones específicas. Pero no en la totalidad de la autopsia. Puede haber elementos que uno vea y otro no. Siempre pensando en que cuatro ojos ven más que dos. Pero no puede haber dos visiones diferentes de una autopsia. Hay que destacar que el tiempo obra en contra de una buena autopsia.

- ¿Qué hace al buen forense?

- Cavalini: En teoría, todos los forenses sabemos más o menos lo mismo. La diferencia la hace la experiencia. Cuando en el país hay algún caso que genera conflicto, siempre se va a quien tiene más experiencia práctica. Por ejemplo, en Capital Federal cuentan con más elementos. No tienen que pedir permiso para hacer una muestra de toxicología. Directamente la mandan como forense que trabaje en la investigación. Pero eso es una cuestión de infraestructura.

- ¿Y ustedes dan abasto con el trabajo?

— Cavalini: Es un trabajo bastante cansador. Nuestro fin de semana empieza el viernes a las 12 y, si no hay feriado largo, se prolonga hasta el lunes a las 8, cuando se hace el cambio de guardia. En esos cinco turnos de autopsias a lo mejor tenés 14 cadáveres. Y se puede pensar: son dos cadáveres por turno. Pero son 14 cadáveres a los que hay que hacerle la autopsia y con sus respectivos informes. Y a su vez son informes que van a traer evaluaciones posteriores, que se van acumulando.

— Cadierno: Hay guardias en las que no tenés autopsias y en otras ocasiones he llegado a hacer 12 autopsias en un solo domingo.

— ¿Cuánto dura una autopsia?

— Cadierno: Hay exámenes que son muy simples, donde surge muy clara la causa de muerte. Y si es complicada tenemos que tener en cuenta otros factores. Por ejemplo una de las cosas que tendrían que considerarse es la presencia de peritos de parte en autopsias que van a derivar en una complejidad posterior. La extensión en tiempo no se puede predecir. Uno sabe cuando entra pero no cuando se sale.

— Cavalini: Cada autopsia tiene particularidades que motivan a la investigación. No tenemos que ser confiados y creer que es una muerte natural porque a simple vista no se vea nada. Siempre hay que pensar que se está en una etapa investigativa y que toda muerte natural puede tener algo atrás. Yo tuve el caso de los muchachos que fueron quemados vivos en un auto después de ser baleados y cada una de las autopsias me llevó seis horas. (N.de R.: el hecho al que se refiere ocurrió el 11 de junio en Constitución y Uruguay).

— ¿Alguna vez tuvieron que sobre la mesa a una persona conocida?

— Cadierno: Se hace muy duro. Mi primer caso fue un compañero que trabajaba conmigo en el hospital Ferroviario. Se suicidó, y cuando legué lo encontré en la mesa de Morgani. Mientras tengamos a alguien cercano, la muerte también nos toca de cerca y nos obliga a reconsiderar una serie de cuestiones. Particularmente, creo que el médico es bastante ignorante de aquellas cosas que salen del ámbito de la medicina.

— ¿Cómo abordan el tratamiento con los familiares de las víctimas?

— Cadierno: Apostamos al factor humano. Tratamos de que los familiares se vayan con una respuesta, que se sientan escuchado y que se les abra una puerta. Que sepan que uno está y que lo escuchó. Y a lo mejor fue el primero que lo escuchó. Ofrecer un diagnóstico preciso es excelente, pero eso es sólo una parte de nuestro trabajo.


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