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 domingo, 12 de noviembre de 2006  
Falta de comunicación

Según los últimos datos, se produce un divorcio cada dos parejas que formalizan un casamiento, y la tendencia es que pronto la relación será uno a uno. Si bien muchos antropólogos venían anunciando el fin del modelo de familia existente, las formas relacionales que lo reemplazan son variadas: monoparentales, juntos, en casas diferentes, los tuyos y los míos, y otros.

Ante la pérdida de los parámetros relacionales (de lo que está bien y mal según la sociedad, de lo que se espera de una persona como evolución), cada vez las elecciones son más una responsabilidad absolutamente personal.

En una pareja ganan los dos integrantes o ninguno: ganan en dispensarse placer o en generarse malestar; en brindarse libertad mutua o en un "contra-ato" de exclusividad afectiva; en permitirte espacios o invadirse permanentemente, en crecimiento o involución, en tenerse confianza o no, en compañía y amistad de ser interlocutores válidos, siendo escuchados y comprendidos o en volverse soledades compartidas, en crear proyectos individuales y comunes o en hacer un campo de batalla e indiferencia.

Desde un punto de vista abstracto lograr un equilibrio en las relaciones sería sentir el bienestar de sabernos totalmente amados y aceptados, poder brindar nuestro afecto sin trabas, sin condicionamientos al otro, poder comunicarnos verdaderamente expresando los sentimientos, actuar desde nuestra parte más madura, desde nuestras convicciones más sanas que nos ayudan a superar el comprometer nuestra autenticidad a cambio de aprobación, o a rechazar al otro por miedo a ser vulnerables.

Como un motivo de reflexión ante el aumento de los desencuentros traducidos en divorcios y desde un punto de vista práctico (basado en "20 consejos para comunicarse con su pareja", de Doyle Barnett ), las interacciones que facilitan y dificultan la comunicación y resolución de los conflictos serían las siguientes:


Actitudes que favorecen
  • Dividir las cuestiones según la complejidad: de lo más sencillo a lo más complejo.

  • Es mejor un acuerdo temporal y dejar para más adelante uno definitivo.

  • Permitir que cada uno se centre en ahondar y aclarar su propio posicionamiento, para tomar decisiones.

  • Determinar qué se busca conseguir en realidad, indagar acerca de qué quiere o necesita el uno del otro: puede ser que lo aconseje, lo comprenda o simplemente lo escuche.

  • Tratar un solo asunto a la vez.

  • Asegurarse que sea escuchado lo que el otro quiere transmitir postergando el sacar rápidas conclusiones o defenderse.

  • Evaluar si lo que se entendió era lo que el otro quiso dejar sentado.

  • Realizar peticiones.

  • Expresar en palabras lo que uno piensa y cómo se ve afectado por eso.

  • Hablar sobre lo que molesta con la persona adecuada en el momento adecuado.

  • Expresar lo que se siente y por qué se siente de determinada forma. No siempre es necesario estar de acuerdo en todo, pero sí que el otro pueda escucharlo.


    Situaciones que dificultan
  • Ignorar el problema o pasarlo por alto. Cuando un tema reincide, debemos prestarle atención y averiguar si existe algún otro que sea importante evaluar aquí y ahora.

  • Descalificar al otro promueve la conducta defensiva de la contraparte.

  • Observar qué es lo que se repite que molesta.

  • Bajar la carga negativa y legitimar al otro, siempre equilibrando las fuerzas para que haya dos iguales sentados a negociar.

  • Dar vueltas en reproches quejas y acusaciones.

  • Traer los agravios del pasado para argumentar la posición aumenta la complejidad de la discusión y produce confusión.

  • Hacer generalizaciones negativas y absolutas, por ejemplo: "Siempre buscás pelear", o "Nunca te ocupás del negocio".

  • Desarmar los siempre y los nunca.

  • Recordar que detrás de cada discusión hay un deseo frustrado.

  • Hacer alusiones indirectas o insinuaciones.

  • Destrabar provocaciones que no conducen a nada.

    Silvia Tortul

    Terapeuta familiar sistémica

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