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 domingo, 05 de noviembre de 2006  
[ota de tapa] - Mundo alucinante
El arte en estado de ebullición
Chachi Verona presenta "Mundo", una exposición antológica de su obra en el Centro Cultural Parque de España. Una oportunidad para conocer en detalle el universo de un creador singular UNA OPORTUNIDAD PARA CONOCER EN DETALLE EL UNIVERSO DE UN CREADOR SINGULAR

Guillermo Fantoni

Desde sus tempranas incursiones en el mundo del arte Chachi Verona mostró una particular inclinación por la gráfica y las intervenciones en espacios reales, también por las yuxtaposiciones desconcertantes que derivaron luego en la construcción de objetos e instalaciones de fuerte impacto visual. Así, esparciendo pintura negra sobre fondos blancos, apelando a títulos golpeantes y mezclando fragmentos de realidades dispares inició un recorrido que derivó en la construcción de una propuesta propia y única: un mundo, un pequeño universo de seres, cosas y paisajes que viven en su imaginación desbordante.

"Velocidad y Resistencia" fue el título de la primera muestra donde Chachi exhibió, precozmente pero con deliberación, grandes dibujos poblados de personajes asombrosos, objetos transformables y escenas que desafiaban nuestras percepciones habituales. Se trataba de dibujos mordientes y cargados de humor, donde ya aparecían sus típicos personajes que combinaban partes de la anatomía humana con carrocerías de automóviles, protagonizando historias mínimas y fragmentadas.

Efectivamente, un sentido lúdico y al mismo tiempo un humor ácido recorren la producción de este artista en el que es difícil encontrar linajes y parentescos que superen las estrictas afinidades de estilo. A pesar de que en sus obras aparezcan seres absolutamente fabulosos y mitológicos, transformaciones de la anatomía y variadas hibridaciones, diversas formas de automatismo y espectaculares contrastes formales, difícilmente podríamos vincularlo a las tradiciones fantásticas, surrealistas o expresionistas. "Chachi es leve" sostenía Pablo Suárez para indicar que su obra lúdica e ingeniosa, dotada de un humor irreverente y festivo, requería de los materiales pulcros y coloridos, distanciados del dramatismo exacerbado.

Tampoco es posible trazar lazos de familia con las otras producciones locales a causa de la deliberada independencia y marcada individualidad que lo tornan un autor verdaderamente insular. Me inclino sí, a pensar su obra y su práctica en relación con ciertos autores de nuestra historia reciente: artistas cuyos estilos creativos a pesar de fugar en distintas direcciones, muestran problemas, puntos de partida y materializaciones similares. Podemos reparar, entonces, en las micro escenas de Sebastián Gordín, la figuración inicial de Miguel Harte, la fauna que habita los dibujos de Marcelo Pombo, las estructuras acolchadas de Fabio Kacero o los emblemas arquitectónicos y realizaciones gráficas de Pablo Siquier. Agregaría también un referente histórico: las composiciones en blanco y negro de Jorge de la Vega que al igual que nuestro artista transitó de realizaciones expresionistas y gestuales a una perspectiva mucho más fría y controlada, aunque no desprovista de intensidad y pasión.

A pesar de haber frecuentado las figuras canónicas del arte norteamericano de posguerra como Rosenquist, Warhol o Lichtenstein, y de su declarada admiración por este último, al igual que por la obra del neofigurativo de la Vega, tampoco su obra resulta reductible al pop art o la célebre "otra figuración" nacional. Como el mismo lo ha declarado: "Mas que nutrirme de la historia del arte, me nutría de las cosas que observaba en la calle, de la música que escuchaba en la radio o de las películas que veía en el cine". Y si bien estos últimos referentes y esa parte de la historia del arte comenzaron a gravitar tardíamente en su obra, bien podría llamarse pop a la escena cultural en la que empezó a gestarse su gusto adolescente por el dibujo junto a los temas y formas más reconocibles. Se trata de lo que ha llamado "las fuentes de alimentación" de sus trabajos: el rock inglés, la psicodelia y el hinduismo, el mundo londinense del 67, el rock norteamericano y muy particularmente la música electrizante de Jimi Hendrix.

Además de la música, está su obsesión por el fútbol, sus jugadas y festejos, su lenguaje y hábitos, sus figuras y personajes paradigmáticos. También, están los objetos de su entorno cotidiano como los muebles funcionalistas de estilo americano que había en su casa o las estrellas blancas sobre fondos azules asociadas a las películas de guerra y los juguetes de la infancia.

Así, fue armando su propio repertorio de temas, objetos y motivos populares paralelamente y a veces francamente al margen de las referencias prestigiosas del mundo artístico. Un rasgo en el que no difiere demasiado de otros artistas de su generación para quienes ya no resultaría relevante establecer las diferencias entre la cultura alta y la cultura popular y de masas. En ese sentido, por sus temas y sus formas cercanas al mundo del cartoon y también del cómic, por apelar a un soporte de chapa donde aplicaba capas de esmalte a la manera de los letristas y por sus formas de manejar las materias y herramientas, generando el simulacro de xilografías inspiradas en las ilustraciones de los diccionarios y enciclopedias, bien podría pensarse en una especie de pop vernáculo.

"Chapa y pintura", "Fuera de Juego", "Colgados en el travesaño", títulos de algunas de sus muestras, condensan en su brevedad la apasionada identificación del artista con los pintores de letreros, las vallas y las señales callejeras, con la cultura del fútbol y del rock, con los dichos populares y las frases ingeniosas que tensionan permanentemente esta obra hacia un espacio que excede el universo artístico y nos sumerge en la vida cotidiana. Una inmersión que, sin embargo, nunca obturó la posibilidad de percibir que nos encontramos ante la presencia del arte. De un producto capaz de liberar múltiples sentidos, de producir un comentario o instar a la reflexión sobre la vida y el arte mismo.

Algunas veces, cuando Chachi se refiere al dibujo apela a una palabra de raíz latina, disegno, para señalar su interés por inventar y construir objetos: esas figuras delirantes que al unir lo vivo y lo inerte cuestionan tanto los órdenes de la naturaleza como el mundo social. Esas pequeñas esculturas -donde un personaje antropomorfo puede tener la cabeza de avión y una pava con rostro humano sostenerse por medio de pequeñas patas- son la contraparte de sus no menos insólitos dibujos donde los enseres cotidianos protagonizan como en los mitos antiguos una "rebelión de los artefactos".

Los títulos de estas piezas, "El día que se me voló el marulo" o "El hijo de la pavota", reafirman su gusto por las expresiones populares en las que el ingenio campea junto al humor más sutil. "Para mí es una cuestión natural jugar con las palabras", dice el artista. Una frase que hace pensar no sólo en la gravitación del lenguaje en el proceso de construcción de sentido sino también en otro de los significados de su propia práctica.

Por eso, cuando otras veces alude al dibujo, remite a una palabra griega, graphe, que no distingue entre escribir y dibujar. De hecho, varias de sus obras tuvieron o aún tienen existencia en las palabras, según se trate de esculturas e instalaciones que posteriormente se realizaron u otras que nunca se llegaron a materializar. Tal es el caso de "El difícil arte de parar la olla", de "Barras y estrellas" -formulada inicialmente como "Cruces y estrellas"- y "La caída del ídolo". Respectivamente: una sucesión de cacerolas que se elevan como un tótem, un montaje de signos de neón y pasto sintético, un enano de cemento tendido en el piso y rodeado por patrulleros de hojalata. Por otro lado, como él mismo ha señalado críticamente: "la frase ingeniosa y humorística tiende a desnudar que muchas palabras y posiciones grandilocuentes con frecuencia resultan vacías o forzadas".

Durante los últimos veinte años Chachi ha cultivado una infinidad de temas que podrían agruparse conformando varias constelaciones. En una están los referidos a la vida cotidiana: los personajes y los objetos, las actividades y las acciones que van puntuando nuestra existencia sin importar en este caso cuan extravagantes sean los protagonistas e insólitas las escenas que anidan en la imaginación del artista: los autos, motocicletas y colectivos, barcos y aviones siempre humanizados, perros y chanchitos que imitan las profesiones y comportamientos humanos, seres hibridados con objetos y piezas mecánicas.

Otra constelación se refiere a la crónica periodística y los sucesos contemporáneos que conmueven a las audiencias masivas. Se encuentran aquí la política y el poder, la justicia y la economía, la violencia y los temas policiales, el arte y el mundo de la cultura, entre otros tantos asuntos ligados a las secciones fijas de los diarios. También, el fútbol y la música, específicamente el rock, dos obsesiones que acompañan permanentemente al artista.

Finalmente, su producción más reciente permite armar otro agrupamiento: números y letras, revólveres, muletas y mapas de la Argentina, manos y estrellas, muebles y objetos que se reiteran incansablemente estableciendo múltiples variaciones. Estas constelaciones y otras tantas posibles son el mundo de Chachi Verona.
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En compañía. Verona junto a una de sus criaturas y con uno de sus ídolos, Jimmi Hendrix.

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